Capitulo 7

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La voz del profesor se escuchaba tan lejos y tan suave, que parecía la de un locutor de radio que se despide por las noches antes de finalizar el programa. Los parpados se me cerraban, al escuchar el acompañamiento de una percusión formada por lápices, papeles y susurros de otros alumnos que, al igual que yo, pasaban de las explicaciones del pobre señor Farres. De hecho, las únicas personas que atendían eran Nathaniel y Alisa, la chica que creí novia del Lameculos. La verdad es que, viendo la cerca, era bastante mona: Pelo ondulado y castaño, con dos pinzas azules recogiéndole el flequillo, ojos verdes y expresión clamada. Habitualmente llevaba puesta la típica ropa de niña buena, una camiseta azul con volantes en el pecho y las mangas, falda blanca ajustada y no muy corta, un lazo amarillo atado en el cuello y unas sandalias blancas. Además era la subdelegada de la clase y una niña buena, como Nathaniel. ¿Quién no diría que aquellos dos eran pareja?

Hacía ya un par de días que nos habían entregado los exámenes, y por supuesto el mío estaba suspenso, algo natural, puesto que no había estudiado nada, y estando ya a jueves, Iván no había dado señales de vida, y comencé a plantearme la posibilidad de enviarle un mensaje al teléfono. Los días habían transcurrido con una tranquilidad casi increíble, y aquella tal Carina no se había atrevido a acercarse a mí aún. Estaba todo demasiado feliz y tranquilo como para que durase por mucho tiempo. Cuando por fin sonó la campana que anunciaba la salida del recreo, me creí libre de aquella prisión, pero, para mi mala suerte, como por arte de magia apareció en frente de mi el señor don Lameculos, al que creía ya extinguido de mi lista de personas con las que estoy obligada a hablar, al haber zanjado el dichoso tema de la puerta, sin embargo, por alguna razón, el se resistía a dejarme tranquila. Antes de que el hablase, me vi en la obligación de adelantarme.

-¿Qué narices quieres ahora? No pienso rellenar nada más. ¿Me oyes?

-No tienes que rellenar nada, estate tranquila.-La manera relajada y amable con la que me habló alertó todas mi alarmas. Estaba a punto de decirme algo peor de lo que yo me imaginaba. Tragué saliva, rezando por que no fuese nada horrible, y no fue nada horrible. Fue algo mucho peor que horrible.

-Verás, viendo que tu calificación del examen del otro día no subía del dos, la profesora ha decidido ponerte un tutor para que mejores estas notas.

-¿Un tutor? ¿Estás de coña no?-Aquello era asqueroso. No solo tenía que estar encerrada en aquella jaula llena de profesores y alumnos dando la lata, sino que, además, tendría que dedicarle parte de mi tiempo libre a dar clases particulares fuera del horario escolar.

-Eso no es lo peor.-Continuó Nathaniel, y la sonrisa que decoraba su rostro se amplió aún más. ¿Qué era lo que le parecía tan divertido?-Tu tutor soy yo.

-¿¡Qué?!-Me levanté de golpe del asiento, tirando la silla al suelo con un golpe sordo. Todos los alumnos que salían de clase se giraron a mirarme pero yo no presté la menor atención. Estaba de coña, por favor, tenía que estar de coña. No podía aguantar estar una hora, o dos o más, metida en la misma habitación, estudiando con el Lameculos. Para mi más profunda irritación, la sonrisa de Nathaniel no se borró.

-Los martes y los jueves te quedarás una hora más en el instituto conmigo. Quedaremos en la sala de delegados, y si faltas, contará como una amonestación.-Al ver mi cara de enfado, su sonrisa se amplió aun más.-Espero que seas una buena alumna. Nos vemos luego.-Y con un saludo se despidió, dejándome allí, de piedra y ardiendo de rabia. ¿Cómo se atrevía?

Cuando salí al recreo, fui directamente a la máquina de refrescos, me saqué un monster y me lo bebí de golpe. Viendo es espectáculo, fue Cristian el primero en acercarse.

-Ey, relájate gatita, que te vas a ahogar.-Aplasté la lata de monster y la tiré a la basura. Dar y Cailin se acercaron.

-Oye Kat, aún no te he preguntado. ¿Quién era ese tío bueno con el que te fuiste el Lunes?

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