Capitulo 12

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Hola, E.B.A

Me dieron el alta, fui a casa y, en unos escasos minutos, por desgracia o por un mal conjuro me encontraba ya en el centro de trastornos alimenticios con Michael y una maleta de color gris, esperando a que me atendieran...

Aquel lugar no se libraba del olor característico a hospital, a muerte y a enfermedades y a historias que jamás se superaron, que tuvieron el peor final adelantado a la que toda la humanidad estaba destinada a tener, la muerte, ya sea por suicidio de rendiciones o por un cuerpo que no podía durar más.

-Aun estamos a tiempo de irnos.-le susurré a Michael.

Michael que se encontraba con gafas de sol (para disimular unos ojos hinchados, yo sabía que había estado llorando en el baño mientras yo hacía mi maleta) y con los brazos cruzados, mantenía una expresión seria en todo momento.

-Escuchame, Julia.-se pusó delante de mi sujetando mis brazos.

-Qué?

-No creas que yo deseo dejarte aquí, me duele muchisimo, pero a veces tenemos que hacer cosas que no nos gustan por un bien mejor que el dolor que se vaya a pasar.

-Ya...

-Lo entiendes?

-Lo entiendo, puedo entenderlo, pero no me pidas que sonríe para decirte adiós durante dos largos meses.

Soltó mis hombros para dirigir sus manos hasta mi rostro, acariciandolo con dolor, las lágrimas que se habían cortado emanaban como en un río seco que recibe lluvía otra vez.

Veía sus lágrimas salir por debajo de las gafas, en sus mejillas, me estaba destrozando verlas.

-Vendré a verte antes de irme el Lunes y, desde hoy, no habrá día en el que no te llame.

-Michael...

-Mira.

Saco del bolsillo de su chaqueta una foto y me la dió.

La mire, una preciosa foto de nosotros juntos en los jardines de Neverland sobre el cespéd.

-Es para que cuando sientas que no puedes más, la mires y recuerdes que estoy mandandote todas mis fuerzas y todo mi amor.

Empecé a llorar yo también, ni joyas, ni todo el oro del mundo podía hacerle competencía a un regalo que era un tesoro sentimental.

-Te quiero tanto.-le abracé.

-Julia, Julia, nunca olvides que yo también te quiero.

Nos besemos efusivamente mezclando nuestras gotas de tristeza, como si fuera el último beso que nos fueramos a dar.

Una enfermera llegó a por mi, obligandonos a separar nuestros colisionados labios.

-La estabamos esperando, señorita Julia.-me estrecho la mano con una falsa sonrisa.

-Hola.

-Acompañeme a su habitación.-empezó a caminar la enfermera hasta el ascensor esperando que la siguiera.

-Tengo que seguirla...

-Te llamare esta noche.

-Adiós, Michael.

-Ven.-me volvió a besar en un beso que deseaba que no terminase nunca, por desgracia, tenía su fin, provocando que comenzara mi odisea en una recuperación métodica.

S.e.x, Drugs & Pop  (Michael Jackson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora