Un rayo de luz me dio en la cara, y éste me hizo darme cuenta de que ya era de día.
Miro el reloj, pensando que me había quedado dormido, pero eso no había sucedido, hasta me desperté antes de que sonara el molesto despertador.
Me levanté de la cama con pereza, y me dirigí al baño. Lavé mi cara como de costumbre, mis dientes, y fui a preparar el desayuno. Para mi y para Mahe.
Todo transcurría bien, pero ya era tarde, y Mangel no se levantaba. Es decir, siempre se levanta tarde pero nunca tan tarde.
Decidí ir hasta su habitación, cuidadosamente abrí la puerta, para que no se despertara en caso de que estuviera dormido. Ya estando adentro, me di cuenta de que Mangel efectivamente no estaba allí.
- ¿Mangel? -pregunté preocupado.
Mi pregunta fue nula, no hubieron respuestas. Me preguntaba en donde estaría, era tan raro...
Mirando para todos lados vi una nota, pegada en el espejo de Mangel. La cual decía: Hola, Rubiuh. Perdón por haberme ido sin avisar, quizá te preocupé, y no quiero eso. Por tal motivo te dejo esta nota. Fui a hacer unas compras, ya te enterarás. En un rato llego, guardame mi desayuno; llegaré hambriento.
Con amor: Mahe.
Leí la pequeña nota y sonreí, como un tonto. Me quedé más tranquilo y esperé su regreso, pero los minutos parecían horas sin él.
En el momento menos pensado, la puerta se abrió. Fui corriendo y lo saludé muy alegre, parecía que hacía un siglo no lo veía. Y es qué... bueno... me pareció haber estado un siglo sin él.
- ¿Mi desayuno? -me dijo al verme-
- ¡Oye! Tranquilo, comilón. Aquí tienes. - dije alcanzándole su comida-
Lo contemplé por unos minutos, pero al darme cuenta de que estaba quedando como un tonto rompí el silencio con la típica pregunta idiota:
- Y cuéntame... ¿Qué has ido a comprar?
- Vaya que eres curioso, ya te enterarás. -una sonrisita que no me inspiraba confianza salió de su rostro al decirme esto-
- Pero tío, lo mismo me has dicho en la nota.
- Ey, no te enfades. Luego entenderás porqué no te lo he dicho. Creí que no ibas a leer la nota...
- Es qué... -me sonrojé de tal manera que sentía mi cara quemar- me preocupaste tío, joder. He entrado a tu habitación para que comieras el desayuno como todas las mañanas y no te he encontrado dentro. ¿Cómo no preocuparme? Y al leer la nota, bueno, me tranquilicé.
- Está bien. Creo que alguien se ha quedado rojo -dijo riéndose-
- Ya basta, joder. Que no me gustan estas bromas.
- Ah claro, tu siempre trolleas a las personas y si ellas te trollean a tí, te enfadas.
- Es qué... bueno... -noté que la conversación se estaba poniendo tensa, y decidí tomarla con humor- soy el rey troll.
- No, tío, que no estamos jugando.
- Vaya Mangel, que te tomas todo literal. Es que no me está haciendo bromas cualquier persona, eres tú. -cuando me di cuenta de lo que había dicho quería desaparecer, o revobinar el tiempo como en Life is Strange; ya sabes-
- Y justamente por eso bromeo, porque eres tú. Te quiero, rubiuh.
- También te quiero Mahe, vamos, hagamos algo que ya me estoy aburriendo.
- Es lo que te iba a proponer, te quiero llevar a un lugar.
- ¿A un lugar? ¿Qué andas tramando tío?
- Nada raro, Rubiuh. Vamos, ya.
Decidí terminar la conversación ahí. Me puse un abrigo y nos fuimos. El camino era largo, pero parecieron solo unas cuadras yendo junto a Mangel.
Finalmente llegamos a un gimnasio enorme, con flechas indicando que abramos las puertas. ¿Qué es esto? me dije a mí mismo.
Como soy demasiado curioso, corrí para abrir las puertas de aquel gimnasio.
Cuando entré no pude creer que lo vi dentro, es que realmente Mangel era el mejor, y lo que estaba viendo realmente era lo mejor. No podía estar más contento, realmente no podía.