Noche VI

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Kuroko se encontraba en su habitación contemplando la libreta que le había dado el director. Su mirada estaba tan puesta en ese objeto que ya le dolían los ojos. Suspiro. Tenía que recordar que no tenía poderes mentales y que no importaba lo mucho que lo intentara no lo abriría así.

Dejo el objeto en su escritorio, al lado de su lámpara, y se acostó. Ya era de noche, tendría que dormir, mañana tenia escuela, además como le había dicho Akashi, mañana juntos averiguarían como abrir la libreta. Sus mejillas se colorearon de rosa de solo pensar que estaría de nuevo con el pelirrojo. El palpitante órgano color rojo que lo mantenía vivo empezó a retumbar en toda la recamara. Se cubrió el rostro con sus manos intentando controlar esos latidos. "Mejor dormiré" pensó antes de cerrar los ojos y dejarse llevar por el sueño.

☾☼☽

Un prado de flores grises lo rodeaba con un cielo blanco, miro todo a su alrededor y pudo ver a lo lejos un chico de altura alta, cabello azul como un cielo nocturno, ojos rojos como el fuego, su piel era tan blanca como la espuma del mar; llevaba puesto un kimono negro con decoraciones blancas y grises. Le sonreía amablemente mientras extendía sus brazos caminando dando largos pasos hasta él.

—Kuroko —lo nombro, su voz era grave, pero fina, como el sonido de un violonchelo. Sus largos brazos le rodearon el cuerpo. Por alguna razón desconocida le correspondió. Lo separo levemente y le aparto las hebras de la frente y luego sólo se esfumo dejando rastros de cenizas a su paso, que lo envolvieron y luego el escenario cambio.

Un humo negro cubría el cielo y el color anaranjado con rojo lo perseguía y fuerte aire caliente lo sofoco. Fuego. Al notar las llamas que se acercaba hasta él corrió, no sabía hacia a donde, pero corrió. Entonces vio sombras que, al igual que él, corrían mientras sus gritos y gemidos de dolor se hacían cada vez más fuertes.

— ¡Por aquí! —grito un chico de cabellos rojos y ojos azules y piel bronceada.

Se detuvo en seco mientras veía como todas las personas iban entrando mientras se empujaban. Volteo hacia atrás y vio que no eran sólo llamas sino monstruos viscosos negros envueltos en fuego las que lo estaban propagando.

— ¡Cuidado!

Giro su cabeza y estaba a punto de ser quemado por una bola de fuego sino fuera porque el chico de cabelleras rojas lo empujo junto con él.

Se separaron y los ojos de su contrario se expandieron.

—¡Kiri! —lo abrazo de nuevo.

"¿Kiri?" pensó.

—¿¡Donde diablos estabas!? —le reprendió mientras se ponían de pie —. ¡Me tenías preocupado! —lo observo de pies a cabeza buscando algo.

—Lo siento, Akaru —se disculpó colocando una de sus manos en la mejilla del contrario.

El mencionado sonrió y luego se borró...

Sus ojos estaban mirando unas hojas blancas pertenecientes a una libreta. Giro su cabeza y se encontró en un pequeño cuarto de madera, con una ventana abierta a su costado, que mostraba un cielo pintado por los colores azules y anaranjados, era el ocaso; una sábana y almohadas se encontraban en el suelo, el olor a lavanda y roció llego a su nariz. La brisa de la mañana era fresca y le revolvieron los cabellos. Todo era muy calmado o eso creyó hasta que escucho a lo lejos un rugido; uno fuerte, grave y con sentimientos de furia y sin entender lo que pasaba el chico salto desde la ventana y aterrizo como si nada en el pasto verde para luego salir corriendo en la dirección en la que se escuchaba los rugidos. Llego cerca de un precipicio en donde se encontraba acorralado un chico de cabellos rojos y ojos azules, por una bestia color verde fuerte, que parecía un tigre con tres cabezas. Sin saber que hacer exactamente sólo se acercó corriendo hasta quedar enfrente del otro chico.

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