La pequeña Genevieve

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Ahora Skye sabía que su suerte no era la mejor del mundo pero confiaba en sus habilidades y conocimientos adquiridos a lo largo de su vida, por lo que cuando Will Le Pidió ayuda para analizar una poción algo extraña ella estuvo feliz de poder serle de ayuda a su amigo/seudo hermano, con lo que no contó fue que dicha poción estallara en cuanto la luz del sol tocará el frasco en el que se encontraba.

Cuando despertó luego de la pequeña explosión se revisó en busca de heridas, notando que algo estaba horriblemente mal con su cuerpo, y con miedo reviso su reflejo en el espejo, definitivamente no debio salir de la cama ese día, y de hecho no lo haría, no pensaba dejar que nadie la viera de esa forma, no señor, aún le quedaba un poco de dignidad que no deseaba perder por lo pronto así que se quedaría en su habitación cómoda y feliz hasta que el efecto de la mendiga poción se esfumara junto con sus problemas.

Pero como he dicho la suerte de Skye no era la mejor, y el mundo realmente debía tener algo en su contra, porque apenas el reloj marco las nueve de la mañana alguien toco a su puerta.

— Señorita, el amo llama por usted. — Anunció Sebastián y ella se quedó quieta en pánico, la parte más racional de su cerebro sabía que el Demonio podía invocar la y sentirla (de alguna forma aterradora) pero eso no evitó que se quedará quieta en un desesperado intento de que no notará su presencia y se marchara. — ¿Skye? — Pregunto con algo de curiosidad en su tono y ella se mantuvo firme incluso conteniendo su aliento. — Voy a pasar. — Dijo yendo por la perilla al mismo tiempo que la joven vampiro intentando bloquear su entrada.

Sin mucho cuidado lanzó la cama y todo mueble que pudo encontrar contra la puerta y luego hizo lo que todo adulto responsable haría, se escondió en el armario dejando la ventana abierta para que si es que llegara a entrar pensara que escapó por ahí, si, su plan no tenía fallas.

Tal y como pensó al demonio no fue tenido por sus barreras y entro a la habitación sin mucho trabajo, tapo su boca con ambas manos y espero a que se fuera.

— Parece que no está aquí... — Escucho Murmurar al azabache para luego escuchar algunos pasos y asumió que salió por la ventana.

Se permitió tragar y suspirar aliviada cuando de repente las puertas del armario fueron abiertas de forma sorpresiva sacándole un pequeño chillido de miedo.

— ¡hiiiiie! — Grito asustada por ser encontrada para luego quedarse en un profundo silencio en alguna clase de concurso de miradas con el mayor.

Le miró.

Le miró de vuelta.

Se miraron.

Y por un par de minutos estuvieron así hasta que finalmente vio al mayordomo darse la vuelta e irse en silencio.

Se quedó un rato más en su lugar pensando que quizás lo imagino todo, pero su reflejo en el espejo no mentía, y los muebles regados en la habitación tampoco. Parecía una niña de 7 años a lo más, e intento esconderse en su habitación.

— Necesitare algo de ropa... — Murmuró al darse cuenta que su vestido le quedaba nadando.

— Vengo a asistirla a eso. — Apareció Sebastián nuevamente y ella se congelo en su puesto, sabiendo una cosa. Ni aunque el infierno se congelará dejaría a aquel demonio vestirla, y por la expresión en su rostro, el sabía eso, y lo estaba disfrutando, desgraciado. — Ahora, con su permiso tiene que estar presentable para ver al Joven amo y yo le ayudaré con eso.

— Vete a la mierda. — Dijo no creyendo sus palabras para intentar salir por la ventana pero siendo atrapada en el acto, pero no sé hundiría sin dar pelea.  

— — ( O — O ) — —

Aquella mañana Ciel extraño el café de su enfermera así que mandó a Sebastián a buscarle el problema es que ya llevaba un buen rato desde que dio su orden y aún no habían señales del mayordomo o la enfermera, y sin su café, no era un Ciel de buen humor.

— Joven amo, ya traje a la señorita Skye. — Anuncio detrás de la puerta.

— ¿Que estás esperando? haz la entrar. — Ordenó y levantó la vista de sus documentos teniendo que pestañear un par de veces para procesar lo que su ojo le mostraba.

Sebastián tenía arañazos y ¿Mordidas? Por todas partes, mientras que con una sonrisa complacida traía en sus brazos a una niña que se removía claramente incómoda y asesinando al mayordomo con la mirada, además ¿Porque traía un kimono? Pero eso no era lo más perturbador, lo más bizarro es que la niña en cuestión era una copia idéntica de su enfermera... ¿Que mierda?

— ¿Te importaría explicar porque se ve así?

— Oh bueno, cuando vi que la ropa no le quedaba tuve que improvisar y obtuve la idea del kimono del señor Tanaka, por suerte pude hacer algo con lo que tenía a mano. — Contesto con auto suficiencia.

— ¡La ropa no! ¡¿Porque es una niña?! — Grito molestó con una vena creciendo en su sien.

— Sobre eso, no estoy seguro ya estaba así cuando la encontré esta mañana. 

— Habla. — Mando a la niña que inflo sus mejillas.

— Dile que me suelte y lo haré. — Pidió la vampira y el conde elevo una ceja pero le pareció algo justo, a él tampoco le gustaría estar en su lugar.

— Sebastián, dejala ir. — Comando y por primera vez vio al mayordomo dudar de una se sus órdenes pero lo hizo dejando a la niña en el suelo quien limpio el polvo imaginario de su ropa.

— Gracias. — Dijo al Conde dándole una mirada de muerte al demonio. — Will me pidió ayuda con una poción extraña que encontró, explotó y me cubrió con su contenido antes de que pudiera saber qué era, me desamaye y cuando desperté estaba así. — Relató y el joven noble asintió.

— ¿Sabes cuándo pasará el efecto?

— No estoy segura, pero no debería durar mucho, los vampiros somos resistentes a la magia, así que no debería pasar a un par de días. — Contestó.

— Bien, Sebastián, acércate. — Hizo un gesto y la pequeña elevo una ceja para ver como el mayordomo hacía lo pedido escuchando lo que su amo tenía que decirle.

— Entendido, con su permiso. — Se retiró dándole una última mirada a la pequeña que prácticamente le gruño, y a Sebastián por un segundo le pareció ver un gatito frente a él, realmente adorable... Aún así se obligó a realizar el pedido de su amo.

— ¿Quiere que haga su taza de café? — Pregunto una vez estuvieron solos.

— Por supuesto. — Asintió volviendo a sus documentos viendo a la niña pelear por hacer una simple taza de café, y a pesar de su altura lo estaba logrando. — Por cierto ya que no sabemos cuánto durará y no puedes estar con esa ropa siempre, le ordené a Sebastián que llamara a alguien para que te trajera algo más adecuado. — Informo y vio como la niña se ponía de puntas para dejar el café sobre el escritorio ¿Desde cuándo era tan alto?

— Lo agradezco, ¿Es algún sastre? Porque tan solo podría ir a comprar algo

— Alguien comprara por nosotros. — Sonrió tomando la taza de cafe. — Pedi por Lizzie bajó la excusa de que la prima de Skye estaba aquí por una visita y ya que ella tuvo que salir no tenía a quien para jugar con ella y mantener la ocupada.

— Oh entendiendo es—se calló al entender sus palabras viéndole con horror. — E-Eso...

— Debería estar llegando en un par de horas. — Sonrió de la forma malévola que Skye pensó que una persona era capaz y la vampira supo que definitivamente su suerte era una perra.

Sangre y realeza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora