Juego de niños

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Notas de la autora: Por este capítulo usaré los términos Onisama y Onesama japoneses por el amor al arte.

Este seguramente tenía que ser uno de los puntos más bajos de su vida, escondida en el armario de un demonio con el aspecto de una niña para huir de otra niña hiperactiva, Skye estaba segura que de ahora en más tan solo podría saludar su dignidad de vez en cuando, quizás debería dejar todo atrás y cometer Sepukku por algo de honor perdido.

Mientras seguía en su escondite se sorprendió así misma sintiendo hambre, ahora, como vampira era normal sentir sed, pero hambre, era algo que no sintió por mucho tiempo. Ella comía, pero no porque lo necesitará realmente, sino por qué le gustaba el sabor de la comida o porque la hacía sentir más... Humana, pero no necesitaba comer por lo que sentir hambre era algo más que extraño, aún así era una niña... Así que quizás tan solo era un efecto secundario de la poción, con su estómago quejándose por la falta de alimento decidió arriesgarse e ir a la cocina.

La mansión estaba más callada de lo usual y asumió que ella no era la única escondiéndose de la joven noble, no era como si pudiera culparlos a fin de cuenta ella hacía lo mismo. Al llegar a la cocina vio al solitario demonio e intento conseguir comida por su cuenta pero todo era ¡Tan malditamente alto! Que no pudo tomar nada por su cuenta.

Resignada a perder aún más su orgullo y amor propio fue con el mayordomo jalando su ropa para que le viera y pudiera pedirle comida, pero este tan solo giró haciendo como si no hubiera nadie para luego volver a lo que estaba haciendo, bastardo de seguro lo hacía a propósito. Aún así no se rindió y volvió a jalar su ropa esta vez con más fuerza y aclarando su garganta logrando que finalmente bajara su vista.

— Oh señorita Skye era usted, me disculpó por su actual altura no logré verla. — Se disculpó con una sonrisa que la niña no le compro para nada. — ¿Puedo ayudarle con algo?

— Tengo hambre, ¿Me puedes dar algo de comer? — El mayordomo asintió comenzando a desabotonar la manga de su camisa hasta que la menor negó. — Tengo hambre, no sed. — diferenció, y el demonio elevo una ceja pero no hizo comentarios al respecto.

— Entiendo, pero lo lamento el almuerzo estará listo pronto y darle otra cosa arruinara su apetito así que tendrá que esperar. — Dijo ganándose un bufido de la niña. — Pero espere, tengo algo para usted. — Se dio la vuelta y saco de un cajón papel y lápices de colores para luego sentar a la niña sobre la mesa con los utensilios. — Puede dibujar para mantenerse ocupada, así el tiempo pasará más rápido.  — La niña se sintió tan ofendida que ni siquiera digno eso con palabras y respondió con una mirada que decía ¿Estás de coña?  — por favor entretengase. — Le dio la espalda siguiendo con lo que estaba haciendo.

Skye luego de asesinarlo con la mirada por un par de minutos vio la hoja y los lápices, decidió que si la vida le daba limones ella haría limonada, por lo que tomo los lápices comenzando a dibujar.

— Termine. — Le informo la niña entregando el dibujo al mayordomo que elevo una ceja. Dibujado con colores bastantes vividos estaba un retrato de él siendo quemado en la hoguera, bueno mentiría si dijera que no espero algo como eso. — ¿Ahora puedo comer algo?

— Supongo que una manzana no hará daño. — Murmuró tomando una roja viendo a la niña arrugar el entrecejo para luego devolverla y tomar una verde haciendo que la pequeña sonriera con sus ojos brillando, extraño...  Pero eso no era lo más extraño del día así que lo dejó pasar tomando nota de ello. Se acercó con la manzana pero antes de entregarla la dejo por sobre la cabeza de Skye quien intentó tomarla sin éxito. — ¿Donde estan sus modales?

— ¿Dame la maldita manzana? — Pregunto elevando una ceja viendo al demonio haciendo ademán de comerla. — ¡Esta bien, está bien! Lo siento. — se disculpó para luego suspirar y con un leve puchero volver a intentar. — ¿Podrías darme la manzana por favor, Sebastián? — Pregunto viéndole de forma tímida ganándose una pequeña sonrisa sincera de parte del mayor.

Sangre y realeza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora