La brisa primaveral del mediodía era fresca, suave, y traía el dulce aroma de los brotes de la cálida estación. Algunos pétalos de cerezo flotaban en el aire, como anunciando el comienzo de un nuevo amor. Una joven de largos cabellos verdes oscuros caminaba admirando el paisaje, cualquiera que la estuviese mirando de seguro envidiaría su impresionante belleza,y caería rendido a sus pies al instante.
Llevaba el uniforme del Instituto RosaCruz, siendo él compuesto por una camisa blanca, un lazo de color carmesí, un saco y falda de color gris oscuro. Su caminar era demasiado elegante para una joven de dieciséis años, pero, además de poseer unas bellísimas piernas perfectas, era la dueña de los ojos más bellos de todo el instituto, y quizás de toda la ciudad.
-Lenalee -la nombró un muchacho de rojizos cabellos, para llamar su atención -, buenos días.
Ella dirigió su mirada al pelirrojo, quien poseía un atractivo interesante, aunque no entendía si eran sus ojos esmeraldas, su sonrisa y su manera tan original de desenvolverse lo que más le gustaba. El chico vestía el uniforme masculino del instituto, llevaba los primeros botones de la camisa desabrochados, y la corbata carmesí caía hasta abajo, resaltando su blancura y su llamativo pelo. Dio unos pasos para acercarse a ella, la tomó por la nuca para unir sus labios, iniciándose un profundo beso que fue interrumpido por algunos cotilleos femeninos.
-Buenos días, Lavi -dijo ella, sonriendo, tomando su mano y caminando junto a él hasta la entrada del colegio.
- ¿Me extrañaste? -preguntó él, mirándola con una de sus sonrisas.
-Un poco -respondió, atraída por la belleza de los petalos rosados.
-Ya haré que me extrañes mucho más -dijo en su oído, tomándola de la cintura, atrayéndola a su cuerpo.
Lenalee se sonrojó, y clavó su mirada en el suelo.
-Muevan su trasero, molestan el paso, estúpidos estudiantes -un hombre de largos cabellos rojos tiró su cigarrillo al suelo y lo apagó con su lustrado zapato.
-Maestro Cross, lo sentimos -se disculpó Lenalee, distanciándose de Lavi, y abriendo paso.
Él siguió caminando, como ignorando a la joven, pero apenas giró su cabeza y dijo:
-Pasa por la sala de maestros después de clase, tendrás un castigo.
-P-pero, si me acabo de disculpar -se defendió ella.
-Sin peros -dijo el hombre, y se alejaba.
- ¿Qué hay de mí, Cross? -le gritó Lavi.
- ¡Tú vete a casa! -le respondió, agitando el brazo, como enviándolo al infierno.
Lenalee hizo un puchero.
-No es justo, tú ni siquiera te disculpaste -le reprochó a su novio.
-Es porque a él le gusta que lo ignoren, la próxima vez, no le respondas nada.
La campana de entrada sonó, Lenalee y Lavi se separaron, ya que él estaba en el último año de la secundaria superior, mientras que la primera estaba en quinto.
El director Malcolm Leverrier estaba firme en el frente, preparado para saludar a sus estudiantes, a su lado estaba el vicedirector Howard Link, con la misma postura que su superior. Los adolescentes pronto hicieron silencio, cada fila coronada por uno de sus docentes, quienes alentaban la quietud. Sólo cuando todo estuvo en silencio el director los saludó.
-Buenos días, alumnos -decía el hombre del bigote.
-Buenos días, Director Leverrier -respondían en coro unísono todos los alumnos.