Castigados (Parte 2)

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Lenalee bajó su púrpura mirada hasta el piso.


- ¿Cómo p-puedes d-decir eso?


-Porque es verdad -dijo Allen, y su expresión estaba muy seria... no era el gesto de bromas que llevaba la mayoría del tiempo -. Olvida a tu novio.


- ¿Q-qué?


-Olvídalo por un momento. Mírame a los ojos -señaló -. Aquí.


Subió su mirada, pero antes la paseó por todo su cuerpo... Su pantalón, su saco, su camisa, su cuello, su boca semiabierta, la cual dejaba ver un poco de su sonrosada lengua... ¡Sus ojos! Ahí estaban, grises, transparentes, mirándola sólo a ella.


-Estamos sólo tú y yo aquí, Lena, ¿o no?


-S-sí -respondió, con una voz casi inaudible.


-Entonces, sé honesta: ¿te gusto?


Estaba hechizada.


-P-pero yo...


-Olvida a tu novio. ¿Te gusto? -reiteró, acercando su boca un poco más a la de ella.


-N-no hagas eso -rogó.


- ¿Y por qué? ¿Acaso es porque deseas besarme? -se acercaba milímetro a milímetro.


Su rostro se sonrojaba aún más, era algo difícil de admitir, pero era verdad, estaba ansiosa por probar esos labios, quería robarle un beso, probar esa piel...


-Si no reconoces que te gusto, no te besaré -le dijo.


Ella titubeó. Deseaba tanto besarlo que no daría más vueltas al asunto, le diría todo cuanto él quisiera oír. Juntó aire y lo dijo.


-M-me gustas -confesó, y sintió un fuerte alivio en el pecho.


-Esa es mi Lena -dijo Allen, acariciando su mejilla.


Ella centró sus ojos violetas en él, esperando su recompensa. El chico sonrió e inclinó su cabeza para poder besarla. Lenalee fue cerrando sus ojos, y mientras lo hacía, la respiración masculina de Allen golpeaba su rostro. Y cuando su aterciopelada boca se unió a la suya, dejó que un quejido se le escapara, como quien suspira luego de conseguir su tan anhelado trofeo.


Saboreó lentamente sus labios. Eran los segundos que probaba, pero eran los más dulces y suaves que jamás había podido imaginar. Allen mordía suavemente su labio inferior y luego hacía lo mismo con el superior. Se separaron por un instante, cuando ella abrió sus ojos, él la miraba de una manera incomparable.


- ¿Sigues pensando que te gusto? -preguntó, travieso.


-Sabes que sí -afirmó ella, tomando su rostro, buscando volver a unir sus bocas otra vez.


Esta vez Allen la sujetó por la nuca y ahondó mucho más el apasionado beso que estaban construyendo, metiendo su lengua, probando el dulce sabor que la boca de Lenalee le brindaba. Y maldijo no ser el primero en probar esos labios, esa piel...


De un segundo a otro eran fuego, Lenalee se deshizo de la corbata del chico, arrojándola al piso. Allen desanudó el moño carmesí, que cayó junto a la corbata del mismo color. Con pasos torpes y desesperados cayeron en las colchonetas, rieron nerviosos y volvieron a besarse. Ella lo sujetaba con fuerza del cabello, no quería que eso se terminara, no quería que lo que tanto venía deseando fuera tan efímero, quería transformarlo en algo eterno.


Entonces él posó su lengua en el lóbulo de la joven, robándole otro gemido. No contento con eso, siguió explorando su oreja, luego bajó por su cuello, mientras que con una de sus manos tocaba uno de sus bien formados senos. Otro gemido que se le escapaba, y eso que la estaba tocando sobre la ropa, estaba ansioso por descubrir cómo gemiría si tocaba directamente su suave y tierna piel. No se hizo esperar, y pasó su lengua tibia por todo su cuello hasta llegar a su clavícula, y simultáneamente desabrochaba a medias su camisa, para admirar su pecho.

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