4. Mío

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Él mantenía una mirada lujuriosa sobre la peliverde, quien no soportó la presión y salió del auditorio, corriendo hacia su aula.


Allen iba a salir detrás de Lenalee, pero la voz del profesor lo detuvo.


- ¿Walker, a dónde vas?


-A la... enfermería -respondió y dio un portazo al salir.


Comenzó a correr detrás de la ojivioleta, y entró al aula junto con ella. Su rostro estaba encendido.


- ¿Qué te pasa, linda? Estábamos pasándola bien..., ¿por qué sólo no lo disfrutas y ya?


Ella le daba la espalda. Allen recorrió su cuerpo con la mirada: su espalda, que le daba una postura elegante; su pequeña cintura, a la que tenía ganas de capturar; su trasero, que aunque estaba oculto bajo la falda escolar, podía imaginarlo a la perfección; y por último, sus largas piernas, fuertes y perfectas...


No lo pudo soportar más, se abalanzó sobre ella, acorralándola contra la pared. Respiraba en su cuello, tenía ganas de morderla, de marcarla, de indicarle que era suya. Ella intentó zafarse, pero la mano del muchacho ya estaba subiendo otra vez hasta su zona íntima. Apretó su cuerpo más al de Lenalee, provocando una fuerte presión entre su pelvis y el trasero de la joven, pudiendo sentir ella toda la erección.


-De-detente -dijo Lenalee.


- ¿Por qué te haces esto? -preguntó con voz ronca en su oído - Sé tan bien como tú que lo deseas.


-Por favor...


-Creo que deberías escuchar lo que tu cuerpo te quiere decir -dijo metiendo su mano bajo la pollera -. Tu cuerpo dice... que desea mis caricias...


-Sé perfectamente lo que siento cuando me tocas, no necesito que me lo digas, pero no es correcto.


- ¿Lo dices... por tu novio?


Ella guardó silencio.


-A mí no me importa él, será nuestro secretito -agregó, mientras continuaba con la mano en el mismo lugar -, ¿ahora sí puedo seguir?


-No lo entiendes -dijo ella, aguantándose las ganas de llorar.


Allen percibió cierto quiebre en la voz de la joven y se detuvo, ya que nunca sabía qué hacer cuando una mujer lloraba. Dejó de aprisionarla, y ella tomó distancia rápidamente.


-Y yo tampoco entiendo una cosa, Allen... No entiendo porqué te permito hacer todo esto... ¿Por qué siento cosas con un desconocido, que nunca sentí con mi novio...?


Sin querer las lágrimas se le escaparon. Se las secó lo más rápido que pudo, no quería que él la viera llorar. Volteó para dirigirse a la salida del salón, y el chico de los ojos grises quiso detenerla.


-Oye, no te v-...


-Quiero estar sola -expresó, saliendo del aula.


Allen se desplomó sobre uno de los pupitres.


-Ummm -se desparramó los cabellos con ambas manos -... Creo que la he cagado...


Suspiró, iba hasta el baño de hombres, cuando escuchó ruidos extraños. Eran gemidos de una mujer, y provenían de uno de los cubículos. Se apoyó contra la pared externa, esperando que eso concluyera, y al rato una chica de cabello trenzado y lentes salió muy apresurada, sin verlo.


Allen la reconoció, era la chica que se sentaba junto a la peliverde. Entró al baño y se mojó la cara. Por un momento, mientras se miraba al espejo, creyó ver una sombra detrás de él... Era una sombra extraña, con dos grandes ojos y una sonrisa algo macabra. Parpadeó y la ilusión desapareció.

Déjà VuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora