Leverrier tenía su fría mirada puesta sobre el chico de los ojos grises, lo vio sentarse, lo vio resoplar. Bookman ni siquiera se había volteado a mirarlo. Lavi observaba el lustrado piso, como si hubiera algo muy interesante en él.
Allen tenía una poderosa tranquilidad, no era la primera vez que estaba en el despacho de un director, no era la primera vez que se metía en problemas, ni pensaba que sería la última.
-Allen Walker, ¿conoces las reglas del instituto? -preguntó Leverrier, arrugando su boca, como si estuviera reteniendo una gran cantidad de furia.
-Claro que las conozco, son las mismas reglas que hay en todas las escuelas -respondió el chico, encogiéndose de hombros, como informándole que, ese hombre que estaba sentado en su lujoso trono, no había inventado nada.
-Y si tanto las conoce, ¿por qué las rompe?
-Yo no comencé -se defendió.
-Yo no inicié la pelea -dijo Lavi.
-Tú empezaste a provocarme...
-Pero no te golpeé primero -refutaba el pelirrojo.
-No importa quién comenzó, Walker, no tienen seis años para andar con ese pretexto -espetó Leverrier.
- ¿Se puede saber qué hacemos aquí? -consultó el menor, fingiendo impaciencia - Tengo una clase muy importante en este momento...
- ¿Piensas que seguirás en esta escuela luego de lo que has hecho...? -dijo el director, levantando una ceja, casi sonriendo.
-Yo creo que eso es lo conveniente -contestó muy confiado, como si tuviera un as bajo la manga, y estuviera dispuesto a sacrificarlo en ese momento.
- ¿Lo... conveniente? -Allen pensó que nunca jamás otra persona podría alzar una ceja tanto como Leverrier - Explica a qué te refieres.
- ¿Van a permitir que su niño rico sea expulsado también? ¿Sólo por una pequeña pelea?
-Al ser el que comenzó la pelea, el único expulsado serás tú, Walker -dijo Lavi, sintiéndose victorioso... Sin él cerca, Lenalee correría a sus brazos otra vez.
-Pues creo que si yo me voy, tú te vienes conmigo, porque sospecho que tú tampoco conoces las reglas, La-vi -agregó, separando su nombre con un tono burlón.
Malcolm estaba impaciente. La tranquilidad y extrema confianza de Allen lo exasperaba.
-Mi nieto ha asistido a este instituto desde el jardín de infantes, está claro que conoce perfectamente las reglas -dijo en su defensa el profesor Bookman.
-Pues creo que Lavi no sabe que no se deben hacer ciertas cosas en los baños.
El chico de la mirada esmeralda abrió sus ojos desmesuradamente, posándola en Allen, tal como si hubiera visto un fantasma.
-Salvo que en esta escuela se pueda tener sexo en los baños, y yo lo ignoraba -se recargó cómodamente en el sillón y entrelazó sus dedos.
No podía ser... ¿Cómo sabía él...?
- ¿Sexo... en el baño? ¿De qué estás hablando...? -Leverrier comenzaba a entender la serenidad que el chico de los ojos grises cargaba. Lo odiaba. Le recordaba tanto a...
- ¿Por qué no les cuentas tú, Lavi? -preguntó, clavándole su mirada.
El pelirrojo se había quedado petrificado, se le había secado la garganta en cuestión de segundos, y no podía hablar. Entonces Bookman giró, y clavó sus penetrantes ojos en su nieto, pidiendo explicaciones inmediatas.