Allen caminaba a paso ligero, no estaba lejos del lugar en donde se encontraría con la peliverde, pero no quería hacerla esperar y por eso mismo llevaba prisa. Estaba algo perturbado por lo que le había sucedido minutos antes, de verdad que tenía la sensación de conocer a esa chica de algún otro lugar, aunque no podía explicarlo, y la reacción de su tío no había ayudado mucho, ¿qué era lo que pasaba con Marian? Intentó pensar en otra cosa, pero los ojos ambarinos se le habían quedado prendidos en la mente.
Comenzó a trotar y llegó a la plaza, pero se colocó en un punto donde tenía vista completa del lugar y le permitía no ser visto fácilmente, tenía pensado sorprender a la ojivioleta. Esperó unos pocos minutos, se entretuvo viendo a la gente pasar, a lo lejos divisó a dos chicos de su misma edad bromeando y eso hizo que su mente se perdiera en el pasado, evocando el recuerdo de Tyki. ¿Qué sería de su vida? ¿Qué sucedió con el asunto de su hermana? ¿Habrían mejorado las cosas para ambos? El celular vibró en el bolsillo de su pantalón, devolviéndolo a la realidad, al presente. En la pantalla del aparato aparecía el nombre de su novia, levantó la vista y la vio de perfil, al costado de la fuente. Perfecto, no lo había visto.
- ¿Lena? -preguntó.
-Ah, esto -podía ver el sonrojo de la chica aún a distancia -, lamento llamarte, pero ya estoy en la plaza, al lado de la fuente.
-Descuida, estoy a un par de cuadras, se me hizo tarde, perdón por hacerte esperar -mentía mientras caminaba con calma, a sus espaldas.
-Está bien, aquí espero -sonrió -, hasta luego.
Allen metió el celular en su bolsillo, tenía una vista perfecta de Lenalee de espaldas. Esa visión le recordó a la noche que habían pasado en el departamento, cuando ella se quitó el vestido de aquella manera que le había hecho perder el control. No pudo resistirse al llegar a ella, con la palma de su mano abierta acarició el trasero de la china. Ella agrandó los ojos, volteó y dirigió su mano velozmente a la cara del "pervertido". El rostro de Allen giró hacia un lado del impacto que había causado el contacto entre su mejilla y la palma de la chica. Ambos estaban anonadados. Al darse cuenta de que se trataba de nada más y nada menos que de Allen, Lenalee se llevó las manos a la boca y comenzó a disculparse.
- ¡Allen, lo siento, lo siento, no sabía que eras tú! -se disculpaba la peliverde haciendo pequeñas reverencias.
El ojigris sonrió, mientras sobaba su mejilla.
-No te preocupes, es mi culpa por haberte sorprendido así -respondió con calma.
-Pero, aún así... ¿Estás bien? Creo que te golpeé bien duro -en sus transparentes ojos violetas se notaba la preocupación.
-Estoy bien, de alguna manera, siento que estoy acostumbrado, como si ya me hubieses golpeado dos o tres veces antes -rió -. Tuve como un déjà vu.
- ¿En serio? -dijo sonrojada, para luego abrazarlo - Perdón por haberte golpeado, no imaginé que eras tú, pensé que era algún pervertido.
Allen le correspondió el abrazo.
-No soy cualquier pervertido, soy tu pervertido -comentó en su oído, mientras deslizaba una de sus manos por la espalda de la joven.
-Allen...
-Shh, nadie nos mira -dijo, mientras bajaba más allá de su espalda baja -, además, quisiera que sepas reconocer mis caricias aún sin saber que se trata de mí.
Lenalee se sentía pequeñísima entre sus brazos, respiraba y el perfume de su novio se metía hasta el rincón más íntimo de su ser. Él tenía razón, su tacto, su forma de acariciarla era única. Allen la atrajo más hacia sí, inclinó su cabeza y encontró sus labios. Los extrañaba mucho, con el hermano de la chica vigilándola en la escuela se dificultaba bastante que pudiera hacerle todas esas cosas que le gustaba hacerle. A pesar de que a Lenalee le daba algo de pudor estar besándose de aquella manera tan escandalosa en el centro de la plaza, deseaba tanto sentir los labios del inglés escurriéndose entre los suyos que comenzó a no importarle la vergüenza que sentía. Allen se separó.