Vosotros seguro que habéis sentido alguna vez la sensación de frustración de cuando planeas algo detalladamente, cuidadosamente y cuando llega el momento que llevas planeando desde hace tiempo, todo sale del revés.
Pues eso me estaba pasando en este momento. Intenté librarme de unas garras por décima vez en este espléndido día, las de mi padre, pero volví a fracasar.
Después de su llamada baje los 3 escalones que subí unos segundos antes, tranquilamente y cuidadosamente sin intenciones de romperme un pie con mis queridísimas plataformas y me acerque desinteresada a la cocina. Me dolía la barriga y notaba la boca seca.
Otra pelea, no, por favor, supliqué al dios todo poderoso. Si, llamarme cristiana pero os recuerdo que las apariencias engañan. Una vez sentada en el taburete y apoyar mis codos en la barra de la isla mire esos ojos azules que yo heredé.
Mi espalda tocó el respaldo del taburete y bajé las manos de la barra hasta el borde de la tela de la camisa blanca con bastante escote y ajustada que ese día decidí ponerme. Bajé mis ojos hasta mis shorts mas cortos de la cuenta y me arrepentí en ese mismo instante de ponérmelos. Si, llamarme puta, zorra, perra y tal pero eso lo hacía por algo.
-Dime y rapidito que e quedado.
-¿¡Otra vez con esos hijos de perra?! Sharon, por favor, deja de salir con todo tío que veas por la calle. Eres guapa y te entregas a todos sin un por qué.
-Papá, ya te lo expliqué, tengo un por qué y no voy a decírtelo. ¿Ya me puedo ir?-Pregunte poniendo nerviosa.
Suspiró frustrado y se agarró la cabeza con sus manos mientras maldecía en voz baja. Habíamos tenido esta pelea mil y una veces y uno ya se cansaba. Un poco vale, mucho cansa. Miré como a mi padre se le caía una lágrima y disimulaba para que no le viese llorar. A mis 16 años había visto a todo tipo de hombres y ninguno como mi padre. El nunca superó la muerte de mi madre y me culpa de tener yo la mala suerte que contagié a mi madre.
Y es que yo necesitaba desahogarme de nunca haber tenido ninguna mujer en mi vida. ¿Y como me desahogaba? Pues estando con todos los tíos que veía por la calle y siendo 'la típica popular mala', la de las películas. Las chicas me odiaban a muerte por haberme liado con sus novios y los chicos me adoraban. Lo que nunca supieron es que por dentro estaba destrozada. El colegio no fue mi mejor época, me apartaban y me odiaban por el simple motivo de no tener madre. Eso me afectó mucho sobre todo a los 12 cuando mi cuerpo empezó a cambiar y no tenía ninguna mujer que me explicase que me pasaba. Las chicas que se reían de mi en el colegio, me tenían miedo en el instituto a demás de envidia. Los profesores me adoraban y era la preferida de todos. Por fuera tenía una armadura que me hacía fuerte pero por dentro era un simple corderillo asustado.
Me levanté de la silla y abracé a mi padre fuertemente al oírle sollozar fuertemente. Al abrazarle noté como su calor paterno me rodeaba. A los minutos dejo de llorar y con sus fuertes brazos trabajados me abrazó. Amaba los momentos padre e hija pero necesito momentos madre e hija.
-Por favor, no vayas con esos. Es lo único que te pido.
Le miré y asentí sabiendo que esa promesa no se cumpliría. Me subía a mi habitación y llame a mi mejor amiga Aina para poder quedar en su casa. Nos llevábamos tan solo 4 meses. Éramos como hermanas pero sin el como.
-¿Diga?
-Aina, tengo que hablar contigo. ¿Podemos quedar dentro de 5 minutos en tu casa?
-Vale Sharon.
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Adolescencia Anormal
Teen FictionEstaba llorando en mi cama, ya tenía los ojos rojos de las lagrimas que me caían. Ahogué un grito y escondí mi cara en la almohada. -¡Por qué a mí!- grité.