5. Veneno

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El sol se ocultaba sobre el horizonte, marcando así el cielo con un profundo color rojo que bañaba la ciudad y sus selváticos alrededores, como una suerte de presagio que anunciaba la sangre que se derramaría muy pronto apenas y llegaran a la guarida de los Cráneos.

Condujeron por algunos minutos, siguiendo las calles más accesibles hasta que arribaron a una vieja zona residencial, un vecindario promedio, lleno de casas, negocios pequeños y edificios habitacionales y demás complejos que ahora no eran más que un tétrico escenario caótico marcado por la soledad y la jungla que se había apoderado de todo a su alrededor. Jonh giró de improviso a un par de calles antes del lugar marcado y se ocultó en un callejón al lado de unos departamentos.

—¿Ey, ey, viejo qué demonios haces? —recriminó Jerry quien era su copiloto—. El lugar marcado está más al frente.

—Sí, y es justo por eso que me detengo aquí —apagó el auto y guardó las llaves en su bolsillo—. Pon atención, niño, ¿qué esperabas? ¿Qué entraríamos como en las películas lanzando tiros a diestra y siniestra? —negó—. Necesitamos un plan. De lo contrario acabaremos muertos antes de que anochezca siquiera. Vamos.

Salió del vehículo y los demás le siguieron. Cruzaron la calle y marcharon hacia otro edificio, usaron las escaleras de emergencia para subir hasta la terraza y así tener una mejor vista de todo el vecindario. Se aseguraron de que no hubiera actividad cercana de algún enemigo y se posicionaron cerca de la cornisa.

—Ahí —anunció luego de ver por la mirilla de un imponente rifle Dragunov.

—Déjame ver —Jerry se lo arrebató y miró a lo lejos. Era un edificio grande, igualmente parecía un complejo de apartamentos. Centró su mirada en el movimiento que había en algunas secciones visibles de aquel derruido edificio, así como en la parte superior del mismo, ahí había algunos vigías—. Hijos de puta —exclamó entre dientes, estaba conteniendo su ira, aunque parecía que aquello no duraría mucho más, bajó el rifle—. Bien, ¿qué estamos esperando?

—Debes ser realmente tonto o estar muy desesperado de que te maten —le quitó el Dragunov y frunció el ceño—. Si vamos allá a plena luz del sol y sin una estrategia clara, nos matarán. Sería como ponernos un blanco en el trasero.

—Bien, ¿entonces cuál es tu plan, eh? —arremetió con desespero. Estaba claro que deseaba con todo su corazón ir a salvar a sus amigos a como diera lugar, pero Jonh tenía la razón, si se guiaba por sus emociones, lo más seguro es que terminaría con una bala en el entrecejo, sellando así el destino de sus amigos también.

—Aguardaremos a la noche. Una vez que sea seguro y que no nos puedan detectar a simple vista, buscaremos como entrar al edificio, buscaremos a tus amigos y con algo de suerte, los podremos sacar sin hacer tanto escándalo.

—¿Esperara hasta la noche? —desvió su vista al horizonte rojo—. ¿Y qué tal si llegamos tarde?

—Entonces crucemos los dedos para que ese no sea el caso.

Pasaron un par de horas hasta que la noche tomó completa posesión del día. Una tormenta se hizo presente también, rayos y truenos plagaban el cielo, poderosas ráfagas de viento helado agitaban la vegetación en el exterior, mientras que las gotas interminables menguaban el silencio, con suerte, semejante escándalo los ayudaría a pasar inadvertidos de mejor manera en aquella zona.

Jerry Adams miraba por la ventana, estaba ansioso por salir, se la había pasado todo el rato en aquel lugar, afilando su navaja, parecía además estar rezando o tal vez pidiéndole de alguna manera al universo porque sus amigos siguieran con vida y que aquellos dementes no les hubieran hecho daño, o al menos no demasiado.

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