13. Venganza

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Se escabulló a toda velocidad a través de la hierba alta que cubría las calles y llegó hasta los comienzos de una casa en ruinas, saltó a través del marco de la ventana y se introdujo en el lugar, llegando así a la sala principal, el sitio estaba totalmente devastado y repleto de maleza y moho por doquier, las lluvias y el tiempo transcurrido desde el brote no habían sido benevolentes con la fachada en lo absoluto. Rápido se situó tras una pared y aguardó a que su respiración se relajara un poco, pudo escuchar entonces a los soldados acercándose. Asomó ligeramente su cabeza y pudo verlos, parecían discutir.

—Bien, ahora, busquen a ese imbécil, ¡y tráiganme su puta cabeza! Esa decorará mi habitación...

Prestó atención al cadáver de Chapman tendido en el suelo, aquellos animales lo habían asesinado sin pensar. Y si no habían tenido problemas en deshacerse de él, aun tratándose de uno de los suyos, a él solo le podía esperar lo peor.

—Carajo —musitó, entonces los soldados se dispersaron a través de la calle, Kingston fue el primero en marchar en su dirección—. Mierda, mierda —tomó sus armas y rápido se escabulló por el lugar hasta alejarse de la sala.

—Ay mierda —exclamó el soldado y miró hacia la fachada en ruinas.

—¿Qué ocurre? —preguntó Joel tras ver a su compañero poniéndose alerta.

—Creo que vi algo —apuntó a la casa—. Iré a revisar.

—Te cubro —cortó cartucho y le siguió.

Logró subir al segundo piso antes de que ambos entraran al lugar, se quedó en el pasillo y los vio merodeando por la sala, tarde o temprano lo alcanzarían. Surcó el lugar y se metió en una de las habitaciones, había sido de un niño pequeño, las figuras en la pared y la decoración infantil lo dejaban bien en claro. Prestó atención y escuchó algo en el pasillo, raudo buscó por todas partes por un escondite, hasta que se metió bajo la cama, no tuvo más opción que soltar el arco y preparar el revólver.

La puerta de la habitación se abrió y de golpe una figura armada se introdujo, era Kingston. Cubrió su boca brevemente para no soltar un quejido, estaba temblando y empapado de sudor. A cada paso, sentía un escalofrío profundo acariciando su piel. Entonces las botas lodosas de aquel hombre se situaron justo frente a la cama. Tomó el arma y con todo el cuidado del mundo la martilló, el ruido del mecanismo en la pistola apenas y pudo amortiguarse gracias a la madera vieja del suelo que no dejaba de crujir a medida que su perseguidor avanzaba.

—¿Encontraste algo? —habló entonces, de milagro no soltó la pistola a causa del sobresalto.

—¡No! —respondió su compañero desde la lejanía.

—Puta madre. —Se rascó la cabeza y bajó el arma, después se encaminó hasta salir de la habitación. Sam expulsó un suspiro lleno de alivio y se volteó para salir. Pero la pequeña bolsa de balas resbaló de su cinturón y acabó cayendo contra el suelo. Prácticamente se congeló, llevó sus ojos hacia la puerta y esta se abrió de golpe, Kingston avanzó y una vez más se situó frente a la cama. Pasaron los segundos y fue cuando el colchón salió desprendido de la base de madera, dejándolo completamente expuesto—. ¡Hijo de...!

Disparó antes de que pudiese completar su oración o tan siquiera apuntarle con su arma. La bala marchó contra su cara, pero únicamente alcanzó a rozarle la mejilla, arrancándole un pedazo de carne en el proceso. Cayó de espaldas a causa del susto y empezó a gritar.

—¡Joel! —rugió con fuerza. Sam se vio tentado a jalar el gatillo de nuevo, pero cuando fuertes pisadas sonaron desde afuera de la habitación, desvió el cañón y disparó todo el tambor contra la puerta.

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