Regresó por donde había venido en primer lugar, pasando de largo los árboles y la frondosa maleza que componía todo el bosque a su alrededor. Su corazón se agitó con fuerza, así como su respiración, la cual se mostraba en el ambiente con el vaho que exhalaba a medida que corría.
Llegó finalmente al claro donde se hallaba la propiedad, justo en el porche de la mansión se hallaba un lejano tirador con un rifle de caza, era Richards.
No tuvo tiempo de reaccionar, escuchó un rugido cercano y vio como una aterradora figura grisácea y de enmarañada cabellera se aproximaba a él con hambre asesina, no alcanzó a dar ni dos pasos en su dirección, cuando una bala le atravesó la cabeza y la depositó contra el suelo. Manchando así el césped de un profundo rojo.
—¡Caminantes! —vociferó el soldado desde su posición.
Sam se alejó de los inicios del bosque y se mantuvo a mitad del lugar, viendo como desde la maleza más figuras empezaban a emerger. Apretó el mentón y negó con apuro.
—Carajo —masculló y a toda prisa llegó hasta la mansión, al mismo tiempo que los demás salían para ver qué era lo que sucedía.
—¡Sam! —Jonh llegó con él y lo atrapó de la cara—. Hijo, ¿estás bien? —farfulló, abriendo de par en par sus ojos que más que nunca se mostraban enrojecidos cual si no hubiese dormido en un buen tiempo.
—Estoy bien, papá, estoy bien —vio como los soldados corrían hasta situarse en diferentes posiciones a través de la propiedad—. Las armas, rápido, ¿dónde están?
—Tranquilo, muchacho —Milton salió del lugar y vio la hilera de zombis avanzando hacia su posición—. Lo tenemos todo controlado —asintió entonces con firmeza.
—¡Disparen! —indicó Marcus y todos los soldados abrieron fuego indiscriminadamente hacia los errantes.
El barullo provocado por el rugido de las armas se alzó con fuerza, rompiendo con la quietud del bosque. La lluvia de balas se regó a través de todo el lugar, así como también los cadáveres y la sangre que estos dejaban luego de ser impactados por los mortíferos proyectiles. Errantes comunes, y uno que otro hinchado se mostraron en el lugar, pero así como un corto grupo de descarriados ajenos a su rebaño, uno a uno los no muertos de aquel pequeño grupo acabaron siendo exterminados. Al final, tan solo una mórbida alfombra de cadáveres terminó en la propiedad.
—¡Carajo, eso fue intenso! —vociferó Nick con entusiasmo. Los soldados rieron y festejaron su breve victoria.
—Joel, ve por la camioneta, saquemos los cuerpos de aquí antes de que empiecen a apestar todo el lugar —demandó el recio Sargento—. Kingston, Richards, preparen una pira, hay que quemarlos todos lo antes posible. El resto vengan conmigo, asegurémonos de que estos malditos se queden muertos.
Los soldados atendieron al instante y se marcharon para realizar sus tareas, dejando así al pequeño grupo sin saber con exactitud qué había sucedido. Así que Jonh y Sam fueron a conseguir algo de información. Pasaron a través de los charcos de sangre y sesos repartidos por el verde alrededor, viendo como los soldados bajaban con cada infectado y se aseguraban de matarlos por completo, atravesando sus cráneos con cuchillos o navajas, o también rompiendo por completo sus cabezas a punta de golpes.
—Rezagados —profirió el militar mientras desenfundaba un enorme cuchillo. Se hincó y lo hundió de golpe sobre el cráneo de una infectada con la mitad del rostro exhibiendo su nauseabundo interior. Se levantó y empezó a limpiarlo con un trapo viejo que cargaba en su bolsillo—. Hemos tenido que lidiar con grupos así casi desde el inicio, aparecen esporádicamente, la mayoría vienen de una propiedad cercana, una especie de club de campo a un par de kilómetros de aquí, planeamos deshacernos de todos los que haya en ese lugar para que no sigan molestando.
ESTÁS LEYENDO
LA CEPA
Science FictionPrimera parte de LA CEPA. Cuando la infección apareció nadie estuvo preparado, la histeria se disparó sin control, al igual que la muerte y el caos. Con síntomas tan ordinarios como los de un resfriado, la enfermedad cobró incontables vidas, pero el...