6. Somos un grupo ahora

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Escabrosas y traumáticas imágenes vagaban por su cabeza mientras que los gritos se intensificaban más y más a cada instante con la fuerza de un coro infernal. Sudor helado pasaba por su frente, sus ojos se movían de un lado a otro por debajo de sus párpados, mientras que no podía dejar de agitarse desesperadamente buscando escapar de ahí, entonces sintió un ligero apretón sobre el pecho, y fue que logró abrir los ojos y regresar a la realidad de una vez por todas.

Alterado volteó hacia distintas partes sin dejar de parpadear hasta que se encontró con el avejentado rostro de su padre.

—Oye, tranquilo, Sam, ya pasó —dijo y le otorgó algunas palmaditas para tranquilizarlo—. ¿Mal sueño?

—Sí, algo así —respondió recuperando la compostura. Se incorporó en el sillón y observó a su alrededor, estaban en la sala de aquella casa que habían encontrado la noche anterior, todo estaba lleno de polvo y maleza, sin embargo el agradable e inconfundible aroma de algo friéndose desde la cocina imperaba por todo el lugar y sobrepasaba de manera cualquier otro olor en la casa.

Intrigado se levantó y avanzó hasta la cocina, donde Jonh preparaba un gran desayuno. No pudo evitar elevar sus cejas con sorpresa al ver sobre los platos en la mesa; huevos y una ración de tocino. Jonh cocinaba con una sonrisa, parecía contento de lo que hacía, como si aquella simple acción lo transportara por unos segundos a su anterior y monótona vida.

—¿Y eso? —preguntó su hijo luego de sentarse y recibir uno de los platos.

—¿Tu qué crees? El desayuno —limpió sus manos y avanzó hasta las escaleras—. ¡Será mejor que bajen o se les va a enfriar!

Uno a uno el resto del grupo empezó a bajar desde el segundo piso y al igual que su hijo, recibieron con sorpresa el desayuno que había preparado.

—Cielos, Jonh... —Lizz olisqueó la comida—. Huele delicioso.

—Gracias, Lizzie —tomó una jarra y sirvió algo de jugo casero—. También hice algo de jugo.

Sorprendidos y felices empezaron a comer, hasta que Jerry se mostró en la cocina.

—¿Qué es todo esto? —la molestia de la noche anterior no se había marchado del todo, y eso se notaba en su mirada y en su forma de hablar.

Todos en la mesa se miraron mutuamente buscando qué hacer o decir, cualquier cosa sería mejor que dejar que aquellos dos volvieran a hacerse de palabras, o peor, que la cosa escalara hasta irse a los golpes.

—Bueno —empezó a decir Jonh—. Me levanté temprano y no sabía qué hacer, así que fui e investigué a fondo el auto de nuestros desagradables amigos de la escuela, entonces encontré unas cajas llenas de provisiones, había carne, vegetales, agua embotellada y lo más importante: huevos, la mayoría se hicieron pedazos a la hora de escapar, pero logré salvar el resto —limpió su boca con una servilleta y siguió hablando, se notaba mucho más alivianado que antes—. También salvé algo de tocino y las naranjas las encontré de un árbol en la casa del frente, así que se me ocurrió hacer esto.

—¿Hiciste el desayuno?

Nos hice el desayuno —repuso, quitó una toalla y dejó un último plato frente a la mesa—. Tenía ganas de hacer algo de comer y bueno, ya sabes —se llevó un bocado a la boca—, ya que somos un grupo ahora, pensé que un buen desayuno juntos no estaría mal, ¿no crees?

La tensión entre aquellos dos se desvaneció en un santiamén. Jerry Adams alzó las cejas y se sentó con los demás, todos miraron expectantes como se llevaba un pedazo de tocino a la boca y empezaba a saborearlo.

—¿Y? —interrogó Ann. Jerry sonrió con modestia.

—No está mal.

Las risillas de todos en la mesa hicieron que el desayuno se volviera el doble de agradable. Pasaron la mayor parte de la mañana charlando y bromeando sin parar, olvidándose prácticamente de lo que tenían aún por hacer. No fue hasta que las horas pasaron que nuevamente regresaron a la realidad, tomaron todo lo útil de aquella casa y se subieron a la camioneta para así seguir con el viaje.

LA CEPADonde viven las historias. Descúbrelo ahora