Capitulo Dieciseis

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-Mira, no es tan fácil lo que voy a contar -dijo Lali sentándose en una de las hamacas. Me hizo una seña para que yo haga lo mismo en la de al lado.

-Cuando quieras -le sonreí y tomé su mano, ella me miró y apenas devolvió el gesto.

Estaba a punto de decir la primera palabra, cuando un extraño aparato que no había notado antes prendió una luz roja y empezó a sonar. Lali estaba algo pálida, temblando.

-Hey, Lá -me bajé de la hamaca y la tomé suavemente de la cara -¿Qué es eso?

Ella no contestaba, miraba hacia otro lado casi en shock.

-Lá decime algo por favor -me arrodillé -¿Son esos demonios de nuevo cierto?

Negó, aún con la mirada perdida. Un escalofrío se apoderó de mi cuerpo, pero sentía que no debía bajar los brazos. Una vez prometí cuidarla y no pensaba romper  nunca la promesa. La cargué en mis brazos, no tenía mucho peso, así que pude correr más rápido. Toqué la puerta ya que del lado de afuera no había picaporte. Gime abrió rápido y al ver a Lali en otra se asustó. Este aparato no dejaba de hacer ruidos raros.

-Déjala en el sofá -pidió Gime dándome paso. Ella agarró las llaves y prácticamente nos encerró en la cabaña.

La tobillera dejó de sonar. Lali seguía mirando hacia quién sabe dónde, con sus ojos marrones bien profundos. 

-¿Qué fue eso? -le pregunté a Gime una vez que el aparato se apagó.

-Lo siento, Peter -Apoyó su mano en mi hombro -Cuando ella se sienta segura te puede contar -sonrió -No me meto en su vida.

Me estresaba no saber nada de la chica con la que había hecho amistades hace dos semanas. Pero a la vez esta bien lo que hace Gime, respetaba el espacio que Lali necesitaba. Después de todo, su forma de vestirse, hablar con ¿Demonios?, hay que admitirlo: Es algo... rarita.

-¿Quieres... quedarte a comer? -preguntó Gime para romper un tanto el silencio.

-Sí, gracias -volví a acercarme a Lali, ella parecía estar más tranquila -Gime...

-¿Mh?

-¿Me traes un vaso de agua? Creo que ya está saliendo del shock.

Me acercó un vaso con una especie de jugo... Era rojo, tipo... ¿sangre?

Ayudé a Lali a sentarse en el sofá. Le alcancé el vaso, ella me miró y sonrió. Esta vez, con una muy grande y bella sonrisa. De esas qu nunca me había mostrado, era tan linda.

-Gracias, Peter -me abrazó y tomó un trago de ese jugo que de lejos parecía un asco.

-De nada -le respondí.

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