Capitulo Veintitres

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PETER

El taxi me bajó en mi casa. 

-¿Cuánto es? -pregunté.

-Serían... Treinta y tres con cincuenta -sonrió, como cualquier taxista.

-Tenga -No tenía cambia así que le dí treinta y cinco -Quédese el vuelto.

-Muchísimas gracias -se bajó del coche junto conmigo y abrió el bault dónde estaba mi valija. 

La tomé y busqué entre los bolsillos de mi pantalón la llave para entrar a casa. 

-¡Familia, llegué! -grité una vez dentro.

-¡Peter! -vino Emi a saludarme -¿Cómo andás? ¡Tanto tiempo! -sonrió.

-Todo bien mamá -sonreí -Tomá -le alcancé los papeles que nos habíamos olvidado por Roma -Ahora si no te molesta, tengo que ir a visitar a una persona muy especial. -subí las escaleras con mi valija en manos y, literalmente, la revoleé en mi habitación. Bajé corriendo, tomé las llaves y salí.

Mi auto estaba en el garaje, pero eran más fuertes las ganas de ver a Lali que salí corriendo. Su casa estaba a veintidós cuadras de la mía. ¿Piensan que paré en algún segundo? Jaja, no. Sólo me detenía para mirar a ambos lados para cruzar la calle, luego me chocaba a medio mundo. Incluso una vieja me echó una puteada pero... ¿Me importa?

(...)

Llegué algo alterado. Me detuve un segundo, me ARREGLÉ la camisa y toqué a la puerta. 

Nadie atendía. Esperé treinta segundos y volví a tocar. El resultado fue una Lali muy... No sé, me quedé helado.

No vestía sus típicas ropas negras, estaba despeinada, con los ojos muy -demasiado- rojos y se notaba que había intentado maquillarse, pero sus propias lágrimas habían logrado que se corriera todo.

-¿Qué te pasó? -pregunté.

-Abrázame -respondió con lágrimas en los ojos. No dude un segundo: le dí un tierno apretón. Ella lloraba en mis brazos. Me dolía el alma verla así.

(...)

-¿Ya puedes?

-Sí -dijo LIMPIÁNDOSE las lágrimas.

Había llorado en mi hombro unos quince minutos. Ambos estábamos sentados en el sofá de la cabaña.

-¿Me querés contar porque una princesita como vos está llorando de esa manera? -sonreí y corrí un mechón de su pelo.

-Lo siento, Peter. Tendrías que haberme visto bien por tu llegada, y yo con mi estúpidos juegos de niña. Soy una idiota -susurró.

-No, no es problema. ¿Me vas a contar?

-Te vas a reír -dijo cabizbaja.

-No me voy a reír -juré, y era verdad.

-Sí, te vas a reír -insistió.

-No, no me voy a reír -volví a repetir.

-Yo... Y-yo quería un cambio -susurró.

-¿Un cambio?

-S-si, no me siento cómoda siendo la chica fría, la que se asusta por todo, la inútil... quería cambiar -decía en un hilo de voz. -Soy fea, Peter. No me gusto para nada -otra vez el llanto.

-Sh... No llores... Para mí sos perfecta así como sos -ella levantó su cabeza y yo le sonreí.

-¿E-enserio? 

-Enserio.

-¿No me mentís?

-No te miento, Lá.

Volvió a cubrirse la cara con ambas manos.

-Seguro estoy horrible, se me habrá corrido todo el maquillaje.

-Parecés una cheta -reímos los dos.

-¿Querés tomar algo? Ya de paso me contás como te fué todo por allá.

-Dale -sonreí.

Pasamos una tarde maravillosa, cómo ella. Me parecía muy tierna con esa remera, aunque la prefiero de negro con el ceño fruncido y el pelo recogido. Así la conocí y así la quiero toda la vida. Me senté en unas de las hamacas en el patio y la esperé. 

Allá venía, con una bandeja que traía dos vasos de ese jugo bien dulce de naranja y la bandeja de galletitas: amaba esos platos.

-¿Todo bien? -preguntó y yo volví de quien sabe dónde.

-S-sí -reí -Sentate -le señalé la hamaca que estaba a mi lado.

Agarró una Oreo, la abrió y le comió la crema. Me estaba tentando cada vez mas, me miró y alzó una ceja.

-¿Qué tanto me mirás? La galletita no me va a hacer daño, eh -rió y volvió a fruncir el ceño -perdón.

-No pasa nada, ''Reír te Salva'' -mencioné.

-Voy a intentar hacerlo más seguido entonces -mordió la galletita.

-¿Sabes que no hicimos?

-¿Qué?

-Esto.

Con mi mano agarré la soga de su hamaca y la acerqué más a la mía. Con mi mano desocupada tomé la barbilla de Lali y la acerqué más a mí. Nuestras narices chocaron y nuestros labios se rozaron. 

Lali tiró la masita al suelo, ya no le interesaba. Pulsó sus labios en los de Peter y abrió la boca dejándole paso a su lengua. Estas jugaban en sus bocas, se enredaban entre sí. Era su tercer beso, a Lali le encantaba Peter, y a Peter Lali. No se animaban a decírselo, pero estaba más que claro. En el medio del beso Lali se separó, miró a Peter y le acarició suavemente la mejilla.

-Ese lunar... -sonrió tímida -Me vuelve algo loca.

-A mí tus ojos -Lali le hizo ''ojitos'' y él rió. -Qué linda sos...

A ella se le escapó una suave risita, un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, el escalofrío más tierno de toda su vida. Con esto aclaraba todas sus dudas. 

-Tenés las mejillas coloradas -rió.

Lali se llevó ambas manos a los cachetes intentando ocultar. Pero ya era demasiado tarde: Peter la había visto sonrojarse.

-Lá, ¿me prometés algo?

-Sí...

-Nunca cambies: sos hermosa, simpática, interesante, perfecta... -murmuró la última palabra. -¿Me lo prometés?

-Te lo prometo -sonrió -Te quiero, Pitt.

-Yo más Lá... Yo más...

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