Capitulo Diecisiete

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Cuenta Lali

-Mamá, ¿Cuando nos iremos de aquí?

-No lo sé hija, no lo sé.

-Hace meses estamos en esa casa, mami. Me quiero ir -lloraba.

-No llores mi amor... Pronto nos iremos, ya tengo todo listo.

-Pero... ¿Cómo hacemos para que papá no lo note? Él nos va a buscar, mami. Yo no quiero que te sigan maltratando.

-Tranquila -la abrazó -Todo va a estar bien -le susurraba.

Era todo lo que una madre le podría decir a una hija, yo estaba atenta escuchando del otro lado del árbol. Con mi libro en mano. No puedo contra esas palabras. Me hacen mal. Muy mal.

Pensar en esa vida. Esa vida que siempre soñé, y nunca la tuve. Pensar que me abandonaron, ¿o no? Me cambiaron, mejor dicho. ¿Qué me maliciaron? No, yo soy fuerte. No voy a llorar.

Pensar que hay mucha gente buena en el mundo. Pero no poder confiar. Gime, Peter, ¿Los amigos de Peter? También...

Peter... ¿Cómo le digo que es todo lo que quiero? ¿Cómo le digo que cuide de mí? ¿Cómo le digo lo que siento? ¿Qué tiene la culpa de mis sonrisas? ¿COMO LE DIGO?

Desde aquel beso. ESE beso. Lo que me llevó a darme cuenta que hasta el más frío llegue algún día a enamorarse.

Levanto mi vista, y ahí está él. Cruzando la calle en dirección contraria a la mía, parece no haberme visto. Hoy falté al colegio, tenía miedo de mirarlo a los ojos y ''sonreír como una tonta'', ¿así se dice?

Seguro al descubrir la clase de persona que soy no me va a querer más, eso me dolería el alma. 

Pero si no le digo, ¿También se puede enojar?¿Qué hago?

Me levanto y guardo el libro en... Cierto, lo traje en la mano. Husmeo mis bolsillos del short y encuentro veinte pesos. Cruzo la calle mirando hacia ambos lados y entro en el supermercado que está enfrente del colegio. Me dirijo hasta las góndolas y saco un exprimido de naranja en botella. 

-¿Eso solo? -me preguntó la mujer que administraba la caja regristradora.

-Sí, tenga -le respondí extendiéndole el dinero.

-Serían catorce pesos, ya le doy el vuelto -sonrió, lamentablemente yo no podía devolverle la sonrisa.

Me dió los seis pesos restantes y salí de aquel lugar con poca gente, ya que era la hora pico.

Caminé tranquila hasta la cabaña con mi brazo izquierdo abrazando mi mejor compañero, el libro. Y con la mano derecha llevaba la botellita con el jugo.

(...)

-¡Lali! -gritó Gime y vino a abrazarme. -¿Dónde estabas?

-En la plazita, donde siempre.

-Fuí hasta el colegio a llevarte la mochila, te la olvidaste.

-No, no me la olvidé. Hoy no tenía ganas de ir. -me encogí de hombros.

-¿Por? Ah, Peter pasó por acá hace un rato. Estaba preocupado, creo que volvió al colegio a buscarte.

Abrí los ojos como platos y tragué rápidamente el jugo que llevaba en la boca.

-¿Qué?

-Que Peter volvio a...

-Ya te escuché tia, seguro vuelve para acá. Entremos.

-¿Pasó algo? -preguntó confundida.

-No.

-¿Entonces?

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