CAPITULO XIII: Cada vez más cerca de mi propio yo.

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La brisa se siente agradable al tacto, el sol es indulgente y me cubre con sus rayos tenuemente, cuidándome en todo momento del frío congelante que quizás reciba en pocos minutos. Todo a mi alrededor parece extraño, me adentro a una jungla nunca antes invadida. Me cuesta creer que he hecho este camino desde hace tantos años ya, siempre la misma ruta hacia el colegio, los mismos arboles meciéndose al compás del viento y los mismos hogares que protegen pacientemente a sus moradores. Sé que nada ha cambiado desde aquella noche, pero aun así mi alma se agita frente a cada detalle, impacientándome por aquello que quizás pueda sorprenderme en la siguiente esquina. Es extraordinario como podemos pasar por alto tantos detalles. ¿Alguna vez te has preguntado qué piensa tu vecino mientras te lo topas todas las mañanas en el portal de su casa? ¿Habrá dormido bien? ¿Por qué aunque jugaba con él cuando pequeño ahora ya no lo saludo? ¿Tanto me cuesta sonreírle al mundo? Sé que con aquel simple gesto podría cambiar el día de una persona, pero el miedo siempre me ha aterrado. ¿Es hora de cambiar el mundo?

-¡Hola!- Es todo lo que le digo a aquel muchacho que acaba de pasar frente a mí. Me es imposible dibujar una sonrisa en mi rostro, todos los bellos recuerdos que vivimos en nuestra infancia, aquellas tardes de juegos interminables y los ataques de risa que nos invadían, afloran de pronto en una espontánea expresión que termina contagiando a su receptor. ¿Por qué se estremece tanto mi corazón? ¿Tan agradable es hacer sentir bien a los demás? ¿Tanto me costaba hacer esto?

Así comienza mi día, reforzando la única conclusión a la cual pude llegar tras sufrir la peor noche de mi vida. Luego de desmallarme tras tan espantosa conmoción, fui llevado por mis padres hasta mi hogar y allí permanecí días enteros postrados en cama. Mi mente maquinaba a velocidades insospechadas, todo lo que mi corazón pedía era venganza, poder hacerle padecer a mis verdugos todo aquello que se atrevieron a hacerme. Fueron días enteros sumergido en lo más profundo de un infierno que yo mismo cree, pero lo peor de todo es que deseaba con todo mi ser permanecer allí. Las heridas en mi interior suplicaban por cerrarse gracias al pesar de otros. ¿Qué es lo que hace la pobre protagonista de las novelas luego que la villana se burla de ella? Pues mágicamente saca fuerzas de no sé dónde, se llena de rencores y en su camino para lograrlo se encuentra con un hombre rico que la ayuda, terminando enamorado de esta estupenda mujer; que por cierto es pobre pero parece arreglada como toda una diva. Así me sentí durante aquella tormenta, como un típico personaje de novela plástica, hueca y sin sentido, porque por más que traten de resaltar al amor magnánimo, dejan de lado tantos sentimientos y valores imprescindibles no para una sociedad justa, sino que para un alma elevada, un templo magistral.

Si supuestamente se basan en la vida real ¿Por qué no podía actuar a su semejanza? Tenía planeado llegar el primer día de clases como siempre lo he hecho, intentando pasar desapercibido. Hablaría con Iris y Felipe para decirles que no siento rencor por ellos, que podíamos seguir siendo amigos. Intentaría hacerles creer que todo estaba bien y cuando se descuidaran, poner en marcha mi plan para vengarme. ¿Cómo lo haría? Pues a ese punto no llegue, porque me divertía mucho al ver sus rostros de impresión. Estuve imaginando las distintas formas de decírselos un día entero, creo que mis sueños terminaron refiriéndose a lo mismo. La decisión estaba tomada, en lo que me quedaba de vacaciones iba a definir hasta los detalles más mínimos de mi plan de vendetta, pero jamás imaginé que aquella tarde me sorprendería de aquella manera.

-Me veo como si tuviera recién cuarenta, pero por dentro mis huesos saben que tengo un poquito más. Si tan solo un alma joven se compadeciera de mi pesar y me acompañara en mis compras...- Aquella es la forma en que mi abuela pide que la ayude. Hasta para el acto más sencillo intenta representar una obra teatral. Sin más remedio que enfrentar hordas de gente desenfrenada por consumir hasta el producto más insignificante, tuve que salir por fin de mi hogar acompañando a doña Yolanda. Para nuestra suerte, aquella fue una tarde agradable, así que es que no sufrí mucho caminando por las calles del centro de la ciudad.

El Chico PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora