CAPITULO FINAL: La persona perfecta

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La vida transcurre rápido, lo quieras o no, cada segundo que vives no lo volverás a experimentar nunca más. Eso es lo que he sentido en estos últimos diez años, pero sucede que cuando vives feliz, el tiempo se pasa volando. Fue tan solo ayer cuando Mateo me pidió matrimonio durante la boda de mis abuelas, y desde ese momento no he dejado de estar dentro de un hermoso sueño.

Como ya sabrán, fui parte de un conocido grupo de música, Cassiopeia. Durante siete años compartí con mis compañeros, viajé con ellos, conocí sus anhelos, bailamos y cantamos juntos sobre el escenario, escuchamos los gritos de amor de nuestros fans y nos convertimos en los cantantes más conocidos del país, incluso llegamos a lanzar discos en otras naciones del continente. Fuimos exitosos, pero nada es para siempre. La banda se separó y cada uno de nosotros tomó rumbos distintos. Algunos incursionaron en el cine, otros en la televisión o simplemente se alejaron por completo de los escenarios, viviendo ahora como antes, sin las consecuencias que trae consigo la fama. Yo nunca me sentí mal por ser reconocido, lo único que deseo es que otros me observen y pueda transmitirles amor, cariño y tal vez comprensión. A esta conclusión llegué luego de años de vivir escondido, refugiándome en el anonimato que yo mismo me impuse, viviendo en las tinieblas y escondiendo todo aquel maravilloso material que guardo en mi alma, el mismo que ahora intento compartir. Amo cantar y es por ello que luego de la separación, decidí lanzar mi carrera en solitario. Ya no tengo los extensos horarios de antaño, ni debo que viajar constantemente de ciudad en ciudad, ahora vivo más tranquilamente, componiendo y dedicando tiempo a mi familia, la que día a día crece más y más.

Me casé con Mateo un año después de su proposición, en lo que fue un gran evento televisado. Como ambos somos famosos, una cadena de TV nos ofreció mostrar en cada hogar del país nuestro enlace nupcial. –No, esto es nuestro... no quiero compartir el momento más especial de mi vida con el resto... Me niego rotundamente...- Es lo primero que me respondió mi ahora esposo cuando le conté sobre aquella propuesta. A mí me pareció una estupenda idea, así es que me di a la tarea de convencerlo. No fue para nada un trabajo fácil... A quien engaño, solo tuve que hacer un poco de berrinche para que García decidiera aceptar, ¿por qué será que cada día está más débil contra mí?

La ceremonia se realizó en el elegante edificio de la gobernación de la ciudad, aunque al entrar solo reconocí a mi familia, eso no me importó, quería compartir mi dicha con todos aquellos que pudieran sentir aunque sea una pequeña estima por mí. Entré a la oficina principal donde se realizaría la boda, tomado de la mano con Mateo y sintiendo el leve temblor que producía su cuerpo, nervioso por dar aquel paso tan importante. Al llegar frente al juez civil, indagué en sus ojos oscuros y pude ver el mismo brillo asustadizo que recordaba de su infancia, cuando había cometido una travesura y estaba temeroso que mamá Alicia le regañara. Mi corazón se estremeció de pronto, aquella imagen fue tierna y reveladora, me estaba casando con el mismo pequeño de quien me enamoré en mi infancia. Tal vez por fuera se haya convertido en un hombre, quizás su voz sea gruesa y su rostro velludo, podrían temerle sus compañeros de equipo por su feracidad, pero tan solo al ver en lo profundo de sus ojos, puedo percatarme que es mi Pablito, que su alma no ha cambiado y que aquella pureza sigue intacta, aun después de tantos desastres. ¿Cómo podría haber elegido a otro hombre? ¿Quién más que él puede despertar en mi tanta ternura? El destino nos juntó en un lugar inhóspito, él tenía entre sus designios que nosotros debíamos vivir juntos, tan solo que en el transcurso del camino fuimos brutalmente separados, pero ¿no se trata de ello la vida? ¿Qué sería hoy si no hubiese buscado a Mateo para adentrarme sin permiso en su vida? Puedes haber comenzado en cualquier punto del juego, pero lo importante es dónde has llegado con tus pasos.

-Yo, Mateo García Alonso, te acepto a ti, Martín Arístegui Molynoux, como mi cónyuge. Prometo serte fiel, acompañarte en la salud y en la enfermedad, hasta el fin de mis días... No permitiré que nadie ni nada nos separe, ni mucho menos que osen a hacerte derramar si siquiera una lágrima. Te cuidaré como mi bien más preciado, puliré tus días con mis besos y te colmaré con mis abrazos. Haré hasta lo imposible con tal de mantener viva aquel hermoso brillo que ahora contemplo en tus ojos... Te seguiré aunque me alejes, te contemplaré aunque te escondas, te escucharé aunque enmudezcas... Te amaré aunque no me lo pidas... Seré tuyo siempre, aunque no existas...- ¿Cómo no llorar al oír los votos de mi esposo? Traté de contenerme, pero no pude. Me puso el anillo en el dedo anular mientras yo seguía derramando las lágrimas más dulces de mi vida.

El Chico PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora