Los ojos marrones de Mateo me observan detenidamente, puedo percibir en ellos algo tan lejano pero a la vez conocido. Es la misma mirada que día a día me regalaba Pablito en el orfanato, no puedo impedir que mi pecho se comprima melancólicamente. Todo aquel poderío reinante en su interior, su arrogancia y prepotencia, todo aquello ha desaparecido para dejarle vacío. Recuerdo lo sucedido aquella terrible noche y lo mucho que tuvo que haber sufrido al rememorar su pasado. No quiero sentir pena por él, no se merece aquel sentimiento, pero me es imposible conociendo su realidad. Mi voz no se hace presente, se esconde temerosa ante tal aparición, pero luego me percato que no era necesario, ya que el cuerpo de García inunda cada célula de mi ser. No sé cómo, pero de la nada siento su calor y el latir incesante de su pecho. ¿Por qué tengo tantas ganas de llorar? Respóndeme Pablito ¿por qué nuestros destinos tuvieron que ser así? Trato de ahogar mis preguntas en las respuestas que su existencia me entrega, su calor y aroma tranquilizan mi llanto.
-Siempre fuiste tú quien embelleció mi vida y aun así terminé destruyendo la tuya... Debiste odiarme por ser un cretino, pero lejos de eso, seguiste silenciosamente a mi lado, protegiéndome sin recibir nada a cambio... como mi ángel guardián...- Su voz entrecortada llega a mis oídos aun con nuestros cuerpos entrelazados. Siento el pesar en su tono, pero lejos de mortificarme, termina serenándome. Él sigue en pie luego de tanto sufrimiento y la fortaleza de su ser me corroboran que no se dará por vencido, que no lo veré sumido en el abismo de la desesperación nuevamente. –Perdóname...- Y aunque trate de convencerme que llorar no es la mejor respuesta ante tales conjeturas, termino haciéndolo como un niño pequeño.
-Espera, ahora que lo recuerdo... cuando veía a Martina sentía algo conocido, como si aquellos ojos los hubiera observado antes y claro, eso es porque tú eres Fernando...- y como un efecto reflejo, mi cuerpo se desprendió del suyo y asustado intento buscar una piedra lo suficientemente grande como para esconderme debajo de ella. ¡Estúpida ciudad que elimina las rocas! ¿Por qué de todas las cosas que hice se tiene que acordar ahora de eso? Me da vergüenza siquiera mirarle a los ojos, porque aunque tuvo la decencia de decir "ver" todos sabemos que eso fue lo mínimo que hicimos, "besar" quizás hubiese sido correcto, pero me hubiera muerto de un infarto aquí mismo. –No te preocupes... Martina era un disfraz, el antiguo Mateo también lo era... Dejemos todo lo sucedido en el pasado y comencemos desde cero. ¿Amigos?- Y entonces, aunque antes mostraba un careta de chico rebelde e insensible, ahora me doy cuenta que siempre ha sido maduro. Me siento tan bien, mi pecho se inunda de felicidad al darme cuenta que tanto yo como él nos encontramos intactos, e incluso, convertidos en mejores personas. –Hermanos...- y con un ademán y esta palabra le doy a entender que todo está bien entre nosotros. ¿Cómo podríamos ser menos que amigos luego de vivir juntos tantas cosas?
Nos criamos juntos en el mismo orfanato, asistimos al mismo colegio y hemos vivido casi las mismas penurias, eso nos convierte en miembros de un mismo destino, en hermanos de esta vida. No hemos vuelto a convivir como Pablito y Fernando en mucho tiempo, pero eso creo que no será un impedimento para ahora volver a ser cercanos. Veo el brillo en sus ojos y el relajo en su postura, está cómodo a mi lado y mi ser no deja de pedirme que lo abrace. Me siento tan, pero tan agradecido de verlo intacto, que no puedo hacerle caso omiso a mis instintos. –Sólo podía sentirme mejor al saber que tú estabas bien y al verte entrar a la sala hoy con tanta fortaleza, me di cuenta que ya no tenía nada de qué preocuparme.- Es lo que me dice nuevamente mientras estamos juntos, como un hermano mayor cuidando a su pequeño retoño.
Todo es maravilloso, hasta que un ser extraño aparece en el horizonte de este idílico paraíso terrenal. Abrazo fuertemente a Mateo y cuando levanto la mirada me encuentro con la figura de Rodrigo observándonos atentamente. Nuestras miradas se unen y es en este momento cuando percibo la decepción en sus orbes. No dura mucha esta conexión, porque rápidamente el muchacho se marcha, con la cabeza reclinada mirando detenidamente el piso, como si estuviera procesando aún aquella escena. ¿Qué hago? Ni siquiera indago mucho en esta pregunta, porque inmediatamente le pido disculpas a Mateo y salgo corriendo en búsqueda del alemán, esperando que no haya malentendido aquel abrazo.
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El Chico Perfecto
RomanceMateo García es el chico perfecto, capitán del equipo de fútbol y de básquetbol, presidente del centro de alumnos, conocido por su popularidad con las chicas y por sus impresionantes calificaciones. Todo lo que uno posee es gracias a sus esfuerzos...