CAPITULO XXVII: Su verdad

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Un mes, ese es el tiempo que ha transcurrido desde aquel bello amanecer en esa isla, la cual jamás olvidaré porque fue allí donde volví a encontrar el amor. Han sido los días más mágicos que jamás he vivido, cada jornada despierto con la imagen de Mateo en mi mente e inmediatamente dibujo una amplia sonrisa en mi rostro, él me ha hecho florecer como la primavera a un pequeño cerezo. Aquella mañana en la playa, desperté rodeado por los brazos de mi amado, ya no sentía miedo ni angustia, sólo una inmensa satisfacción de haber hecho lo que deseaba, con la persona a quien quiero y en un lugar tan hermoso como aquel. –Te amo...- Es todo lo que me dijo mientras estábamos recostados sobre la arena. Le había oído esto antes, pero jamás me estremecí tanto, nunca mi corazón se había precipitado de forma tan abrupta, había algo en sus emociones que logró amenazarme. No era una sensación de peligro, sino que todo lo contrario, era tan inmensa que me repletaba por completo, colapsaba mi piel y se perdía por mis poros. Su amor ya no cabía en mi ser, se extendía por todo el universo. Esa misma sensación la vivo todos los días cuando me abraza tan solo al verme, entregándome su calor, brindándome su energía.

Luego de aquello nos dirigimos al hotel, donde todos aún se encontraban conmocionados con esa noche tan agitada. Nos encontramos con todos nuestros compañeros en el hall de acceso y allí nos enteramos de la forma en que Rodrigo había llegado. Ensangrentado y con dificultades para caminar, aseguró a todo quien le preguntara que había sido atacado por un grupo de isleños, quienes le golpearon por ser forastero. Entre los pasillos del edificio escucho murmullos, chismes sobre lo que había sucedido en realidad, que él se había embriagado en el pueblo y por ello fue parte de aquella gresca. Me enteraba de todo ello dándome cuenta que debía seguir como hasta ahora, callado. No servía de nada contarle a todos que el alemán había intentado vejarme, estoy seguro que tras mi reacción, él ya aprendió la lección. Quiero quedarme con los buenos recuerdos que conservo de nuestra relación y no mortificarme por lo que en su estado intentó hacerme. Es un secreto que hasta hoy se conserva solo en nuestros recuerdos, Engdahl y yo somos los únicos testigos. Aunque no lo hemos acordado, estoy seguro que se ha creado un pacto de silencio, un intento de olvido reciproco.

Los días que siguieron en la isla fueron maravillosos, todos disfrutamos de las bondades de aquellas latitudes, incursionamos en los rincones más desconocidos de la isla, probamos sus deliciosos manjares, bailamos con sus encantadoras tonadas, nos reímos con la liviandad y pureza de sus almas, con sus sonrisas gratuitas y la sencillez de sus existencias, respirar aquel aire nos sanó a todos, nos dio nuevas energías para seguir con nuestras vidas en la ciudad.

Ahora siento el vigorizante calor del sol golpeando alegremente mi piel, camino hacia el colegio en esta espléndida mañana de primavera. En la entrada del establecimiento me encuentro con Mateo, quien como siempre me esperaba para darme los buenos días. Nos sonreímos como dos pequeños delante de un inmenso pastel. Entramos tomados de las manos mientras todos nos observan. Es sabido por nuestros compañeros que somos novios, pero aun así todavía se nos quedan viendo embobados, no por una mala impresión, sino todo lo contrario. –Hacen una pareja tan hermosa... ¡Que envidia! Se ven tan guapos juntos... Me gustaría tener a un enamorado así...- Son algunas de las palabras que escucho de vez en cuando. Creo que nos hemos convertido en la pareja más famosa del colegio, y es que todos saben nuestras vidas, conocen hasta los miedos más escondidos que poseemos, todo gracias a lo sucedido en aquella fatídica noche. Una vez una muchacha se nos acercó para comentarnos lo que ella pensaba sobre nuestro noviazgo. –Estoy tan dichosa de verlos ser felices por fin... Se merecen el uno al otro, ambos han nacido para amarse, de eso estoy segura...- Y luego simplemente se marchó. Han sido las palabras más hermosas que alguien nos haya dirigido, las recuerdo constantemente porque me dan a entender que he decidido correctamente.

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