CAPITULO ESPECIAL IV: Feliciano

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Lo odio, lo detesto, lo único que quiero en este mundo es que desaparezca, ¿por qué? Pues porque me ha quitado todo lo que deseo en este mundo. ¿Qué quién soy? Pues solo tengo una respuesta para ti, ¿qué te importa?

Está bien, he visto algo de desconcierto en tu mirada, solo por ello te explicaré quién soy. Me llamo Feliciano Alegría, asisto a la escuela Fernández de Castro y tengo dieciséis años, y no, no soy compañero de clase de Martín. Tal vez si preguntaran por mi nadie sabría ubicarme, ¿por qué? Debido a que un imbécil en mi infancia me apodó como Tristeciano Penuria. Reconozco que no soy la persona más alegre de este mundo, pero el tener aquel nombre y ser como soy, es una dicotomía tan grande que todos se burlan por ello.

¿Algún día he estado feliz? Pues para ser sincero, creo que la única vez que sonreí fue cuando mi madre dio a luz a mi medio hermano, ¿la razón? Mi padre es rubio, pero su hijo menor resultó ser afrodescendiente. Entenderán que le fue infiel quien sabe con quién, todo le había resultado a la perfección, nadie sospechaba, hasta que el parto la delató. Desde ese momento adoro a mi pequeño hermano, porque me ha dado una razón para remedar a mi madre. Llegué tarde a casa, pues bien, yo no tuve un idilio con otro hombre... te saqué dinero de la cartera, pues bien, yo no trato de encajarle un hijo que no es de él a mi padre... le agarré el trasero el vecino karateca, pues bien, yo no me acuesto con cualquiera estando casada... Bueno, quizás eso lo haga más adelante.

Por si no lo notaron, soy homosexual, y no cualquiera, sino que el más pervertido que hayan podido conocer. Mi celular está repleto de fotografías de los chicos más guapos que pasan cerca... bueno, para ser sincero, creo que ninguna enfoca su rostro, más bien son unas fotografías más cercanas, más íntimas.... Y cuando tengo oportunidad, en algún bus repleto o haciendo alguna fila, mis manos cobran vida propia y, solo por cuestiones científicas, toco una, dos, mínimo siete veces un buen trasero de algún chico guapísimo, pero sólo porque quiero corroborar mi hipótesis... A mayor grado de belleza, las nalgas suelen ser más blandas. Los resultados han sido dispares, creo que todavía debo experimentar más... ¡¡Todo sea por el progreso científico!!

Ah verdad, estaba haciendo mi otra rutina preferida: Odiar. No hay persona que deteste más en este universo que a Martín Arístegui. Este sentimiento lo he guardado desde que tengo uso de razón, su pelito liso, sus ojitos verdes, su piel pálida, su carita de niño bueno, su cuerpo delgadito, todo... todo lo odio. Me gustaría encontrarme con él una noche oscura, tomar un cuchillo afilado y cortarle primero sus labios, luego cercenar sus brazos, cortarle las piernas, quitarle sus ojitos y... y... me acuerdo que me da miedo la sangre y todo mi plan se viene abajo.

Él es tan perfecto y yo tan promedio tirado a bajo la línea de la humanidad. Mi cabello es una mezcla entre paja y alambres oxidados, creo que algún día le vi un brillo un tanto castaño, pero creo que ya lo perdí. ¿El color de mi piel? Bueno depende, mis mejillas siempre están rosadas, pero mi frente es muy pálida, todo lo contrario a mis brazos que están sumamente tostados. Una vez quise verme el trasero y resultó ser que es muy pálido, como si me lo hubiera pintado de blanco. ¿Qué? ¿Acaso nunca se han visto las nalgas con un espejo? Y eso me recuerda que no he hablado de mis ojos, son dos cositas pequeñas que apenas se pueden ver tras los enormes anteojos que ocupo y sin los cuales no podría ver ni siquiera las teclas grandotas de este computador. ¡Mierda! Acabo de hacer el intento y tenía razón, pensé que estaba agrandando el problema, pero realmente no veo carajo sin ellos. (A todo esto, ¿qué es carajo? Siempre lo escucho en la tele y ni sé qué significa, pero suena bonito, si tengo algún día algo parecido a un hijo le colocaré Carajo y pobre que me alegue por el nombre... que mis padres me pusieron uno peor). Mi nariz no es grande, pero es ancha, así como cerdito. Me encantan esas criaturas, viven en su inmundicia y aun así son felices, ¿por qué los humanos no aprendemos de ellos? Son mi modelo a seguir. ¿De qué estaba hablando? Ah verdad, de mi cuerpo. Y por último mi físico, que de escultural no tiene nada, a menos que encuentren bonito tener las piernas flacas y el trasero gordo, eso sí es un calvario, el no poder comprar pantalones que me queden, porque o no me entran las nalgas o mis pies quedan a mitad de camino de la prenda.

El Chico PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora