Capítulo 5.- Confesiones en la camioneta

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~Connor~

– Kenia, ¿cierto? – Le pregunté a la chica sentada a mi lado. – Tienes un... poco de espagueti en el cabello – comenzó a tocar su cabello hasta dar con la comida, tomarla y lanzarla por la ventana de la camioneta.

– Eso fue estúpido e infantil, Mike – le dijo Kenia molesta sin voltear a verlo.

– ¡Tú fuiste la que comenzó! – Le gritó Mike. Oh no... ahí van de nuevo.

– ¡No tenías que hacer lo mismo!

Dejaron de hablar cuando la puerta de la camioneta fue abierta, era Vania, quién se había quitado la comida de su cabello y limpiado su rostro y brazo.

Se subió en silencio y se acomodó en la parte trasera. Solo Mike y yo habíamos cambiado de lugar.

Sylvia subió en el asiento del conductor y al momento de encender el motor Vania comenzó a llorar.

Toda la camioneta quedó en silencio, solo se escuchaban sus sollozos. La chica junto a mí se volteó y tomó su mano.

– ¿Estás bien? – le preguntó. No, no estaba bien, estaba llorando. Creo que todos tenían la misma pregunta que yo: ¿Por qué?

– ¿Estas mejor, Vania? Entiendo que esto es difícil para ti pero por eso estás aquí, para superarlo – esta vez habló Sylvia. Creo que eso solo aumentaba más las dudas –. Si te sientes cómoda puedes decir el nombre de tu fobia y lo que significa.

Limpió sus lágrimas con sus muñecas y suspiró. – Yo... c-creo que puedo hacerlo. Igual algún día se van a enterar. Supongo que ya todos saben que me llamo Vania... Y tengo ataxofobia, fobia al desorden – el silencio volvió a llenar la camioneta.

Básicamente todos habíamos hecho llorar a Vania.

– Yo... Lo siento, Vania – habló Mike –, por lo de la comida. De verdad.

– No se preocupen, ya pasó. Solamente me causaron un ataque de nervios – dijo para luego soltar una amarga risa.

– Yo también lo siento. No lo sabía y tampoco era mi intención – se disculpó Kenia.

La camioneta volvió a quedar en silencio. Nadie decía nada.

– Soy Michael y tengo eremofobia – Michael se encargó de romper el silencio –. Significa fobia a estar o sentirse solo.

Justo ahora sentía que mi fobia era estúpida.

– Soy Kenia y le tengo fobia a los besos. Filematofobia – la más chica del grupo se presentó cubriendo su rostro con sus manos.

Solté un pesado suspiro y hablé.

– Ya me conocen, soy Connor y tengo fobia a todo lo relacionado con el cielo; rayos, relámpagos y truenos.

– Brontofobia – completó Sylvia.

~Damián~

Todos habían comenzado a mencionar sus fobias, solo el chico pelirrojo y yo no habíamos hablado.

– Tengo sociofobia – dijo bajando la vista.

Todos me miraron esperando a que hablara y lo iba a hacer, pero mi fobia era vergonzosa, esos chicos podrían burlarse de mí.

– No... – susurré –. No puedo, lo siento – volteé a ver hacia el frente dándoles la espalda.

– No te preocupes, Dam, no te estamos obligando – me animó uno de ellos, Michael.

– Bueno, creo que hoy hicimos un gran avance – dijo Sylvia –. Aunque eso haya costado mucho – todos comenzaron a reír.

– Lo sentimos, Sylvia, te daremos dinero para pagar toda la comida desperdiciada...

~Sylvia~

­– Es como... De esta estatura – trataba de describir a Vania, había entrado al local y no la veía por ningún lado.

– Creo que entró en los baños – asentí y le di las gracias. Divisé los baños al final del pasillo, me acerqué y abrí la puerta lentamente. Los sollozos se escuchaban por todo el lugar haciendo eco. – ¿Vania? – La encontré sentada en el suelo y recargada en la pared, tenía una toalla de papel en la mano y trataba de limpiarse mientras lloraba y repetía 'no soy niña sucia'.

Me acerqué lentamente a ella y entonces levantó la mirada. – Sylvia... yo...

– No te preocupes – la apoyé –, he venido a ayudarte. Empezaría por darte un abrazo pero creo que no sería buena idea... – señalé mi atuendo completamente sucio. Vania soltó una pequeña risita, justo lo que quería. – ¡Genial, estamos avanzando! Ahora, me voy a limpiar y tú vas a dejar de llorar, todo va a estar bien.

Volvió a asentir y se limpió las lágrimas para luego volver a intentar limpiarse mirándose en el espejo.

– Con calma, Vania, no haces daño a nadie si estás sucia – su mirada se perdió por unos segundos.

Me limpié lo más rápido que pude, esta chica necesitaba un abrazo y mucho apoyo, pero sería imposible dárselo si seguía sucia.

– Todo está bien. Vamos a salir de esto y vas a superar tu fobia – le susurré en el abrazo.

– Gracias, Sylvia.

Y de verdad esperaba que lo hiciera, y también los demás.



Fobia: El círculo de las sillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora