Fobia: El círculo de las sillas

Capítulo 23.- Vomito

~Mike~

Apenas llegué, perdí de vista a Reggie y Jackson. La música era horrible y las luces casi me dejan ciego. Además el alcohol parecía ser del más barato de todos.

—Esto apesta—dejé el vaso en una repisa de la casa. Tal vez debía irme y volver por Reggie y Jackson en unas horas.

De la nada, todo se volvió silencioso y todos comenzaron a susurrar.

¿Qué está pasando?

—¡No! ¡Se tienen que cumplir los ocho meses!—le gritaba Josh a Kenia que lo veía sorprendida.

—¿Qué? ¿Cómo que ochos meses?—preguntó ella.

¿Qué es todo esto?

—¡Los ocho meses! Es eso o besarte—y entonces la tomó del rostro para besarla a la fuerza.

Él sabe de su fobia. Sabe que ella le teme a los besos. ¡¿Por qué hizo eso?!

Aparté a toda la gente del camino mientras veía como ella se retorcía entre sus brazos y nadie la ayudaba. Tomé a Josh de los hombros cuando logré llegar y lo aparté bruscamente de ella.

Lo golpeé en el rostro haciendo que cayera al suelo, y sin importar el dolor en mi mano, continúe dándole un golpe, tras otro, y otro.

Estaba furioso, no lograba escuchar los gritos a mí alrededor y tampoco como intentaban separarme de él.

A mí derecha se encontraba Kenia, estaba peor que aquella vez en la terapia. Estaba en shock, pálida y parecía que lloraría. Iba a matar a este imbécil...

—Suéltenme—intentaba soltarme de los extraños.

—Vayámonos de aquí, Mike—habló Kenia con la voz temblorosa y la cabeza baja y salió de ahí mientras yo la seguía.

—Kenia, espera—dije y cuando llegué a su lado, ella ya se encontraba vomitando en la acera. Lo único que logré hacer fue tomar su cabello y esperar a que terminara—. ¿Estás mejor?—pregunté mientras ella se cubría el rostro y asentía apenada—. Pensar que esto es lo más cercano que hemos hecho en todo el tiempo que llevamos conociéndonos.

—Oh, cállate—dijo soltando una risita y dándome un pequeño golpe en el hombro.

—Dios, Kenia, tal vez tenías vomito en la mano—dije fingiendo asco y haciendo que volviera a reír—. En serio, es asqueroso, ¿qué comiste?

—¡Eres un asqueroso!—y rio más fuerte.

—¡Tú eres la que vomitó en la calle, no yo!—ambos reímos como idiotas en medio de una calle desconocida a la luz de la luna y con una mancha de vomito enfrente.

Seguimos caminando y haciendo bromas, también estábamos perdidos, ¿pero eso qué importaba?

—Creo que te debo una, Mike, gracias.

—No, déjalo. Llevaba tiempo queriendo golpearlo—sonrió y continuamos.

Después de quedarnos en silencio volví a hablar.

—Le hubieras vomitado encima...

Y las risas regresaron.

~Damián~

Ojalá fuera de esos ebrios que duermen y olvidan todas las estupideces que hicieron la noche anterior... pero no lo soy.

Creo que ni siquiera estaba tan ebrio cuando dije todo lo que dije, no puedo dejar que él sepa eso.

Seguía en su departamento, los golpes de ayer dolían, él puso un plato con el desayuno enfrente de mí. Tenía que fingir ser el típico ebrio con resaca que no recuerda nada.