Especial de San Valentín. Vonnor.

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N/A: Ahora imaginen a Vania y Connor sin sus fobia. Esto será muy fácil.

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~Vania~

Suspiré cansada. Había tenido que salir corriendo del restaurante donde me había reunido con mis amigos, me quedaba sólo una hora y eran diez minutos de camino hacia el parque. Nadie sabía de esto, me era demasiado vergonzoso contarlo.

Hace tres meses comencé a traer a mi sobrina Eleanor al parque y mientras ella jugaba con otros niños, yo me quedaba sentada en una banca a esperarla. Uno de esos días llevé a Ele una hora más tarde de la que siempre la llevaba, y cuando quise acercarme a la banca donde me sentaba a cuidarla, noté que ya había alguien ahí. Era un chico realmente apuesto y llevaba una guitarra. Normalmente me sentaría a su lado a conversar y a cuidar a Eleanor, pero por alguna razón no pude ni acercarme a él.

Terminé sentándome en otra banca. No podía evitar voltear a verlo y cuando él me miraba, yo giraba mi cabeza hacia donde estaba Eleanor.

Luego comenzó a tocar la guitarra, nunca fui muy amante de la música, pero él tocaba precioso. Ése día comenzó mi obsesión por el chico de la guitarra. A la semana ya sabía que él iba de Jueves a domingo y se sentaba en esa misma bancara a tocar la guitarra mínimo dos horas. Sí, estaba obsesionada. Incluso hace un mes que Eleanor se aburrió del parque y venía yo sola.

Hoy era domingo, San Valentín. Mis amigos me habían invitado a comer. Creí que podría no ir a verlo, pero ¿y si tocaba algo nuevo? ¿Y se hacía un nuevo corte de pelo? Entonces terminé inventando una nueva excusa para salir de ahí.

Estaba de nuevo en el parque caminando hacia la banca, pero él no estaba ahí. Era lógico, ¿no? Era San Valentín, nadie perdería su tiempo en algún parque. Ni siquiera había niños, seguro estaban con otros amigos o hasta pareja.

Me senté en la banca y cubrí mi cara con mis manos.

—Dios, Vania. Eres una tonta—me insulté a mí misma.

—Así que te llamas Vania—levanté la vista y enfrente de mí estaba él, el chico de la guitarra—. Creo que me has ganado mi banca, Vania. ¿Puedo sentarme contigo?

—Esto... No, digo... Si quieres me voy y...—titubié.

—¿Qué? No, para nada, me siento contigo—me cortí y tomó asiento a mi lado.

—Está bien—una sonrisa de nerviosismo se asomó por mis labios y bajé la mirasa.

Silencio.

Silencio.

Silencio.

¿No tocará su guitarra hoy?

Silencio.

Silencio.

—Entonces... ¿Por qué eres una tonta?—preguntó.

—¿Disculpa?

—Eso, que te he oído decirte a ti misma que eres una tonta.

—Oh, eso...—comencé a jugar con mis dedos—, no ha sido nada.

—¿Te has llamado a ti misma "tonta" por la nada? Vaya, ya se veía desde lejos que eras rara—sonrió.

¿Se veía? ¿Desde lejos?

—¿Qué?

—Lo siento, no era mi intención ofenderte—se disculpó.

—No, lo otro. ¿Me habías visto antes?—comenzó a reír.

Fobia: El círculo de las sillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora