Filofobia: Fobia a enamorarse.
Bajé la escalera descalza y con el pijama puesta aún. No vi la hora antes de levantarme de mi cama, pero seguro no pasaban de las cinco de la mañana.
Caminé siguiendo el ruido que me había despertado: Llanto.
Caminé hacia la cocina, el único lugar con la luz aún encendida y donde una de mis primas lloraba en el hombro de mi tía.
—No puedo más con esto, mamá. Me divorciaré—decía en voz baja y entrecortada. Mi tía no decía nada, sólo pasaba su mano por la espalda de ella intentando calmarla.
No quise acercarme, así que sólo regresé a mi habitación. Dejé la luz encendida, esta era la habitación de mi prima antes de que se casara y se fuera a vivir con su esposo, y por lo que hablaba con mi tía, posiblemente se quedaría a dormir aquí.
Me recosté en la cama. Hacía dos años de su boda, Miriam lucía hermosa en su largo vestido blanco, aunque yo sabía que eso del matrimonio no duraría mucho.
Como el de mis padres, posiblemente terminaría igual. Peleaban tanto que mi padre se fue del país. De mi madre no sé nada, mi tía me sacó de casa hace tiempo.
Tocaron suavemente mi puerta. Miriam estaba sonriendo como si nada hubiera pasado.
—¿Me haces un espacio?—preguntó mirándome.
Se acostó a mi lado después de que yo rodara hacia la esquina.
—¿Estás bien?—le pregunté viendo cómo sus ojos comenzaban a empaparse—. Puedes llorar, no diré nada—entonces las lágrimas comenzaron a salir y se abrazó a mí.
La única causa de su dolor era que se había enamorado.
—Miriam...—la llamé peinando su cabello—. Nunca me enamoraré.
—¿Qué?—levantó la vista—. Estás loca, tienes catorce años, no puedes decir eso. Un día simplemente conocerás a alguien y te enamorarás. No lo puedes controlar, linda.
Y aunque ella dijera que no podía controlarlo; lo hice.
Me alejaba de toda persona por la que podría comenzar a sentir algo.
Me creé el temor de enamorarme. Pensaba que al final me terminarían lastimando, como a la mayoría de mi familia.
Llevo catorce años sin enamorarme, puedo soportarlo toda mi vida...
—Demonios...—suspiré viendo hacia el árbol frente a mí.
Entre todas esas ramas estaba el gran sombrero de Miriam. Ella odiaba que tomara sus cosas sin permiso. Se suponía que saldría un rato a caminar con él y lo devolvería cuando regresara sin que ella se diera cuenta, pero un aire fuerte lo voló de mi cabeza y así terminó en el árbol.
Estaba nerviosa, Miriam podría llegar a casa y ver que su sombrero no está.
Sin poder pensar en otra cosa, me sujeté de la rama que parecía ser la más resistente y me impulsé hacia arriba. El sombrero aún estaba algo lejos, pero si me estiraba podría, mínimo, tirarlo del árbol.
Con una mano me sostenía del tronco y con la otra intentaba tomar el sombrero. Al momento en el que mis dedos rozaron el sombrero, una rama lo tomó por el centro y lo bajó.
Miré hacia abajo; ahí estaba, con una gran rama en la mano y poniéndose el sombrero negro, un chico.
—¿Qué haces allá arriba, niña?—preguntó divertido sentándose en el suelo.
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Fobia: El círculo de las sillas
LosoweEremofobia, filematofobia, androfobia, sociofobia, brontofobia y ataxofobia. Todo en una misma sala. Recuerda; no es miedo, es fobia...