Capítulo 4.- Guerra de comida

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~Kenia~

Antes de llegar a la biblioteca donde se daba la terapia pude ver que había personas afuera junto a la puerta. ¿Sylvia no tendría que estar ya aquí?

Me acerqué y vi que ya todos se encontraban ahí, solo faltaba yo.

– ¿Por qué no han estrado? – le pregunté a Vania que estaba sentada en una banca afuera de la biblioteca. Había hablado poco con ella pero me parecía agradable, sería una buena amiga.

– No lo sé, cuando llegué ya todos estaba aquí – se encogió de hombros.

– ¡Oh, Kenia, llegaste! – dijo Sylvia mientras salía de la biblioteca –. Solo te estábamos esperando a ti – cerró la puerta y caminó hacia una camioneta que se encontraba a unos pasos de nosotros –. Vamos, suban – no miramos entre nosotros algo extrañados. Restamos importancia, no es que nos fuera a raptar o algo por el estilo, ¿cierto? Rodeó la camioneta y entró para después sentarse en el asiento del conductor. Damián se sentó en el asiento del frente junto a ella y Vania, Connor y Michael se sientan en la parte del fondo. En el asiento del centro solo estaba Mike, genial, tenía que sentarme junto a él.

Sylvia encendió el auto y comenzó a manejar en un ritmo calmado.

– Esto sería el secuestro perfecto – aseguró Michael y todos reímos –. Pero en serio, ¿a dónde nos llevas?

– No lo sé... ¿Ya comieron? – Preguntó y todos negamos. Apenas y había tenido tiempo de llegar a mi casa y dejar mi mochila después de clases –. Perfecto, vamos a comer.

¿Qué? Esto es una terapia, no una reunión de amigos.

– Sylvia... – La llamé.

– ¿Qué pasa, Kenia? – me preguntó sin apartar la mirada del camino.

– Ah... ¿esto nos ayuda en algo? Es decir ¿avanzamos con la terapia si vamos a comer?

– Bueno, yo estoy segura de que no están felices con sus parejas, así que quiero que se conozcan. Ya saben, para que encuentren cosas en común o algo... – Explicó.

Suspiré. – No es como si me fuera a casar con mi equipo... –Susurré pero no fue lo suficientemente bajo, todos en la camioneta lo escucharon.

Yo estaría feliz de ser mi propio esposo – dijo Mike haciendo una imitación barata de mi voz.

– Chicos, chicos. No empiecen una discusión, por favor – interrumpió Sylvia.

– Oye, tú te callas, Mike. Estoy hablando con Sylvia – lo encaré ignorando el comentario de Sylvia.

– Oh, pues yo diría que te callaras tú y hagas lo que Sylvia dice – volvió a imitar mi voz. Estaba repitiendo lo que yo le dije en la pelea de ayer. IN-FAN-TIL.

~Vania~

Todo el camino fuimos riendo de las "peleas" de Mike y Kenia hasta que llegamos al lugar. Era algo grande, tenía mesas adentro y al aire libre, supuse que comeríamos afuera.

– ¿Podrías dejar de imitarme? Pareces un niño pequeño – pidió Kenia a Mike con el ceño fruncido.

– Pareces un niño pequeño – la volvió a imitar Mike todavía haciendo una voz chillona.

De verdad que eran inmaduros.

– ¿Cuántas veces tengo que decirles que dejen de discutir? – preguntó Sylvia cansada.

– Es él el que empieza – se excusó Kenia.

– Es él el que empieza – imitó Mike.

Todos soltamos un gruñido y quejas ya que estábamos hartos de ellos. Esto parecía infinito.

– ¡Suficiente! Quiero una comida tranquila así que vamos a tener una comida tranquila – ordenó Sylvia dirigiéndose a una de las mesas más grandes.

– Inmaduro... – resopló Kenia ya cuando todos estábamos sentados en la mesa.

– Inmadu– todos voltearon a ver a Mike con una expresión seria-divertida-asombrada. Él solo se limpió el puré de patatas del rostro y Kenia soltó una carcajada cubriendo su boca con la palma de su mano. Mike rojo de furia tomó más puré y lo levantó listo para arrojárselo a Kenia pero ella me tomó de los hombros y me usó de escudo haciendo que el puré callera en mi blusa púrpura. Oh Dios. Esto no estaba bien. No, no, no. Estaba sucia. Sucia...

– L-lo siento, Vania... Eso era para Kenia y– paró de tartamudear nervioso al recibir otro golpe de comida esta vez de salsa.

– Oh, yo igual lo siento – se excusó Connor haciendo una voz con tono "apenado". Kenia soltó otra carcajada y chocó los cinco con Connor.

No sabía qué hacer. Estaba paralizada, yo odiaba el desorden... No necesitaba esto.

– Oigan, no quiero ser excluido – intervino Michael lanzándole un trozo de su pollo a Kenia.

– Esto solo era entre nosotros dos – dijo Mike lanzando espagueti hacia Michael pero salpicó de salsa a Sylvia y Damián.

No había porqué empezar una guerra de comida, esto se ponía mal. Estaba sucia, todos a mí alrededor los estaban...

– Oye, yo no quería participar en esto – se quejó Damián lanzando verduras a todos y así comenzó la guerra de comida, de la cual también Sylvia estaba participando. Todos en la mesa lanzaban comida a todos. Incluso a mí, estaba temblando y al parecer nadie se daba cuenta de ello.

Necesitaba irme, necesitaba irme ahora mismo.

– Aquí tienen su cuen– las palabras de la camarera quedaron en el aire cuando también fue incluida en la guerra.

– Oh Dios mío, lo lamento tanto – una Sylvia totalmente manchada de comida se levantó de su silla para intentar limpiar a la chica quién aún seguía asombrada.

Varias lágrimas salieron de mis ojos y grité. Grité porque odiaba estar sucia. Todos en la mesa callaron, me levanté tan rápido que al arrastrar mi silla esta calló.

– ¿Qué está pasando aquí? Me dijeron que había una guerra de– el que parecía ser el dueño del lugar llegó a nuestra mesa y observó s Sylvia de pies a cabeza – ¿Sylvia? ¿Ellos son...?

– Sí, sí, sí. Ah... Lamento todo esto, de verdad – se disculpó señalando en nuestra dirección con su mano.

Corrí hacia adentro del local y busqué el baño lo más rápido posible. Necesitaba limpiar este desastre. Me miré en el enorme espejo y lo que vi no me gustó, estaba sucia. Rápidamente tomé agua y comencé a limpiar lo que podía con ella y algunas toallas de papel.

– Niña sucia. Niña sucia. Niña sucia – cantaban todos al unísono.

– ¡C-cállense! ¡No soy una niña s-sucia!

– Lo eres, y deberías tenerlo bien presente.

Los recuerdos inundaron mi cabeza y lloré, está vez más fuerte.

Con la toalla en mano me resbalé por toda la pared hasta llegar al suelo. Estaba sucia, y eso era malo.



Fobia: El círculo de las sillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora