Capítulo 36.- Trucos de magia

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~Connor~

Entré al salón de música, y como siempre, Eleanor y Skyler estaban ahí. La última se unió una semana después de que golpeé a un hombre que había intentado secuestrarla.

—¿Algún día piensan jugar en el patio, como los niños normales?—les pregunté al mismo tiempo que me sentaba en la silla detrás del escritorio.

Skyler levantó la vista del libro que leía, y Eleanor dejó de comer su manzana, ambas voltearon a verme.

—No tengo amigos—hablaron al mismo tiempo con la seriedad de un anciano para después regresar a lo que hacían.

—¿Y por qué no se hacen amigas?—se miraron entre ellas y levantaron los hombros.

Estar con ellas era como estar con dos ancianos a punto de morir, ni siquiera estaba seguro de que tuvieran sentimientos o emociones.

¿Quién las cría? Oh, sí, Vania y Sylvia.

Saqué el celular de mi bolsillo al escuchar una notificación.

"Entonces nos vemos en la tarde:)"

Leí el mensaje de Vania y sonreí dejando el celular en el escritorio. Tomé el café que anteriormente había dejado ahí, y antes de beber de él, bajé la mirada para leer otro mensaje.

"Te quiero, Connor"

Y el caliente café cayó en mi camisa.

—Diablos. No, no, no—encorvé mi espalda bajando los hombros, y con la mano alejé la parte mojada de la camisa que se había pegado a mi piel.

Quemaba. Y mucho.

Levanté la vista hacia el frente, ambas niñas me estaban viendo. Y como si se hubieran puesto de acuerdo, comenzaron a reír.

Por fin parecían niñas de su edad.

~Mike~

Cerré la puerta del consultorio de un nuevo psiquiatra al que había decidido visitar. 

Caminé hasta llegar al parque, me senté en una banca y saqué de mi mochila el pequeño cuaderno lleno de direcciones tachadas.

Aquí va otra más...—pensé trazando una línea sobre la última dirección.

—¿Dejaste mi terapia por esta basura?—volteé hacía atrás, viendo a Sylvia, quién leía todos los nombres en mi cuaderno.

—Y-yo sólo...—Sylvia me quitó la pluma y se sentó a mi lado.

—¿Te ha ido bien?—preguntó, refiriéndose a las terapias. No supe qué contestar—. ¿Apestan tanto?—asentí y ella suspiró—. Sé que mi terapia no te molestaba, así que supondré que tuviste algunos problemas con tu equipo o los otros chicos—me pidió la libreta y se la pasé—. Ya lo he analizado—me devolvió el cuaderno y la pluma—, también doy terapias privadas.

Se puso de pie y se despidió.

Había escrito una dirección y un número de teléfono.

~Michael~

Pasé mi mano de nuevo por el pelaje de Pluto... Necesitaba un baño.

La casa estaba silenciosa, Pluto nunca había sido de ladrar mucho, y la televisión tenía el volumen bajo. Estaría así hasta que Damián decidiera dejar de ignorarme.

La puerta a mi espalda se abrió y el mencionado entró.

—Hola, Damián—saludé sin esperar una respuesta.

Fobia: El círculo de las sillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora