Capítulo 1 «winter»

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Como ya había mencionado, esto no es un cuento de hadas. Aquí no viene a despertarte una mucama con panecillos en una mesilla, aquí un molesto sonido de pato te despierta a todo volumen. Al principio pensé que escuchar el cantar de un pato todas las mañanas seria lindo, pero creo que ya es tiempo de escoger otro modo de alarma en mi celular.
Por los ventanales de el ático entran los rayos de sol colados entre el cielo nublado, este es, es el nuevo principio. Las primeras canas, como yo suelo llamarles, han comenzado a brotar de mi cuero cabelludo. Un cambio drástico considerando que está pasando de ser rojizo a blanco. Es divertido ver como todos mis conocidos se creen el cuento de que me tiño el cabello, aunque es mejor que explicarles toda la historia.
-¡Juno, llegaras tarde en tu primer día!
Esa es mi madre.
Usualmente las madres son conocidas como las comprensivas, adorables y cariñosas de la familia; están equivocados. Ella es tan fría como el hielo y tan directa como una flecha de arquero. No la culpo, haber sido echada de casa a los dieciséis años no debió de haber sido fácil, tampoco haber quedado embarazada cinco meses después, aunque haya sido de mi padre, el cual es completamente opuesto a ella, el problema es que a veces es tan cariñoso que me es difícil zafarme de él. Quien sabe de que forma ella lo ama, lo tolera de una forma que ni yo puedo comprender, tal vez el dicho de "los opuestos se atraen" sea cierto.
Cuando la puerta principal se abrió pude sentir la primera ventisca del invierno, supe que era la primera, podía sentirlo. Esta es mi estación favorita, aquí es cuando se purifica la tierra, cuando todos los pesares son congelados por la nieve, las lagrimas derramadas por amantes imposibles, las pérdidas que vivimos, los errores que cometimos y las palabras que nunca debimos de haber dicho...comienzan a quedar solamente como un recuerdo, una pasadía de mal sabor.
El olor de la tierra mojada es uno de los mejores olores que algún humano pueda experimentar. Pero yo puedo hacerlo aún mejor. A veces me gustaría que los que más quiero pudieran sentirlo como yo, que pudieran escuchar y sentir como comienza a bajar la temperatura de las gotas de lluvia depositadas en el pasto, ahora un poco más seco. Si tan solo pudieran entender la tierra como yo, la pudieran cuidar mejor. El crujir de la hierba siendo aplastada por mis botas alerta a un perro que vive frente a la acera, comienza a ladrar muy alto y alteradamente, sin embargo cuando mis ojos se cruzan con los suyos, para, toma asiento para después mover la cola animadamente.
-Aún no entiendo como lo haces.
-¿Hacer que?
-Tú sabes, eso- levanta la mirada de sus pies para observarme.
Sus ojos grises podrían ser los más bonitos que haya visto jamás, los tenía mi abuelo, y ahora los tiene él. A pesar de que porte los ojos del mismo hombre que abandonó a mi madre, ella lo ama, incluso le gusta reír con él, como si él le recordara momentos felices con aquel hombre.
-Ya te he dicho que no lo sé, Lucas. Sólo lo hago-contesté con un poco de diversión.
-Me da un poco de celos, además de que me hubiera servido con aquel lobo la semana pasada.
-No era un lobo.
-¡No lo sabes! Era inmenso, dudo que esa cosa haya sido tan solo un "pastor alemán", tal vez el anciano solo lo dijo para que no llamara a la policía.
-Cálmate o le ordenare a Firulais que vuelva por ti.
Su rostro prácticamente parecía una hoja de papel de lo pálido que se había puesto. Solté una fuerte carcajada que fue seguida de otras más.
-No serías capaz.
-Pruébame-dije haciendo un gesto serio, moviendo las cejas.

-¡Basta! ¡Dile que se detenga! ¡Juno!
«eso le enseñara»
Hice sonar un pequeño silbido para llamar a Firulais de vuelta, Lucas ya había sufrido lo suficiente. Sabia que no se llamaba Firulais, pero tampoco sabia como se llamaba, así que decidí bautizarlo con ese nombre común de cachorro.
Después de haber mandado a aquel "lobo" devuelta a casa entre al campus. Las personas nuevas me apuntaban con sus miradas, señalándome y seguramente alardeando sobre mi cabello. Preguntándose "¿No sabe teñirlo bien?" "Creo que está disfrazada de Rose" "¡Claro! La de los X Mens". Que hipótesis tan estúpidas. Aunque creo que son más creíbles. Después de todo no puedes ir por el mundo diciéndole a las personas "Hey, soy descendiente de la Madre Naturaleza", que estupidez. Los profesores ya no se molestaban en detenerme para pedirme que me tiñera el cabello normal, mis padres habían hablado con todos ellos (al igual que con todos los profesores de las escuelas a las que he asistido) sobre cómo lo tiño por tener "DDA", es decir, déficit de atención. Según ellos lo tiño aunque ellos digan lo contrario, y según el psicólogo (el cual no existe) no puede hacer nada al respecto. Es agotador tener que sostener tantas mentiras.
Miro a mi izquierda al chico alto de cabello oscuro y ojos grises llamado, mi hermano. Su piel blanca y pálida es igual a la mía, pero hasta allí termina el parecido. Mis ojos son azules con un poco de miel, mi cabello...ya no hablemos de eso. Sus músculos son notables aun debajo de su chaqueta de cuero, es más alto que los chicos de su edad, su gran sonrisa siempre está a la vista al igual que su sentido del humor. En cambio yo. Mis músculos son escuálidos, no importa cuantas clases de box tome, cuantas pesas levante, mis músculos siguen exactamente igual, mido uno setenta, y eso ya es mucho decir, aquí las chicas de mi edad miden por lo menos uno con ochenta, parecen modelos; ¿sonrisa? No mucho, ¿sentido del humor? Tal vez un poco. Claro que pueden preguntarle a todos los chicos que se sientan a almorzar conmigo, que podrían ser, tres.
-Aquí está mi nevera portátil.
Unos brazos fornidos y delgados me rodearon la cintura desde detrás alzándome a lo que yo sentí un metro del suelo, para después darme vueltas en el aire.

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