-Puedes dormir en el sofá.
Lastimosamente la primera nevada fue algo intensa. Y la casa de Eón estaba del otro lado de la ciudad, así que le dije que se podía quedar en casa.
La chimenea estaba encendida y el televisor también, el canal de deportes, béisbol. Aaron jugaba ahora mismo. Otro juego al que no asistía. Una silueta de formaba gracias a la luz de la televisión, supuse que era Lucas.
-Lucas, Eón dormirá en el sofá esta noche.
-¿Lo trajiste a casa ya?
Ese no era Lucas.
Apuesto a que ahora mismo estaba más pálida que una bola de algodón.
Retrocedí unos pasos hasta chocar con el firme cuerpo de mi acompañante.
-Papá-balbuceé
-¡Que tal, Eón!-exclamó alegremente
«correcto, ahora no tengo idea de lo que está pasando»
-Hola, Jack-contesto el otro con una sonrisa
Ambos se aproximaron al otro y se dieron un abrazo de hombres, chocando sus manos contra sus respectivas espaldas. No se habían visto en la vida y ya sabían el nombre del otro. Apuesto, jodidamente apuesto a que todo el mundo ya tenía idea de lo que venia, excepto yo. La estúpida e ingenua Juno.
Habían comenzado a tener una charla entre ellos en la cual yo no estaba incluida. Además de que recién recobraba la compostura. No tengo que ser paranoica. Mi padre hacia muchos viajes por todo el mundo, en especial cuando era invierno, y de vez en cuando visitaba a la abuela en Alaska. Tal vez lo conoció en algún viaje. Eso suena ridículo, hay una de un millón de posibilidades.
-No te preocupes, dormirás en el ático.
Escuché decir a mi padre.
Siempre era lo mismo, teníais un jodido cuarto de huéspedes pero el siempre insistía en que le diera mi cama a alguien o que durmiera conmigo. No quería recordar cuando la abuela lo hacia. Mi cama olió a galletas durante dos semanas.
-¿En mi cuarto? ¿Un chico y una chica en un cuarto a solas?
Trate de hacerlo cambiar de opinión utilizando la psicología de padre. No funcionó.
-¿Te gusta?-preguntó repentinamente serio
-Claro que no-tartamudeé un poco
Mis mejillas habían comenzado a arder, por suerte Eón estaba de espaldas y mi padre acababa de voltear.
-Entonces no veo el problema, dormirás en el sofá cama de su habitación.
Acabando de decir esto volvió al lugar que ocupaba en el sofá, con los pies arriba de la mesa.
Estaba a punto de volver a quejarme pero la pantalla enfoco al Lanzador. Aquel pelirrojo estaba listo para lanzar. Beso la bola con sus rosados labios por el frío para después tomar impulso y lanzarla con todas sus fuerzas. Di un saltito de emoción contagiada por su pasión hacia aquel deporte, jamás lo había visto lanzar como profesional, siempre estaba haciendo payasadas o me dejaba ganar. Cerré los ojos apoyando la palma de mi mano en el pecho, intentando mandarle alguna onda de calor que lo reconfortara para seguir jugando. En la siguiente toma el sostenía la bola en la mano cuando se quedo quieto mirando a los lados, quito su gorra por unos segundo y aspiro un aroma. Sacudió la cabeza y volvió al juego, sus mejillas sonrosadas ahora estaban más encendidas. «creí que use calor»
Un dedo golpeteo mi hombro un par de veces y cuando me volví los ojos azules cristalinos de Eón me esperaban con un gesto de fastidio.
Rodee los ojos, subí las escaleras delante de él para mostrarle el camino a mi alcoba. Al abrir la puerta hice que las velas se encendieran de nuevo, solamente para que él no se congelara con lo frío que se ponía aquello.
-Qué romántica, me gusta-unas manos rodearon mi cintura por detrás y sentí su aliento chocar con mi cuello.
-Es para que no te congeles, nenita-exclamé apartándome
-Tú dormirás allá-dije señalando el sofá cama color púrpura que se encontraba debajo de un ventanal del techo-ahora te doy unas cobijas, iré por mi pijama.
Entre al vestidor cerrando las puertas detrás de mí. Vestí mi camisón azul cielo y tomé algunas sabanas y una almohada de la parte de arriba. Cuando volví a abrir las puertas me encontré con un chico de cabello castaño riendo frente a la gran ventana que daba hacia el balcón. Rayos, Mike. Ahora que el enojo había bajado un poco, sentí lastima.
-Cielos, solo dos personas pudieron a ver hecho esto. Tú o tu...
No pudo terminar la oración ya que yo ya estaba sobre la baranda saltando hacia el otro balcón. Extendiendo mi brazo y dirigiendo mis dedos hacia el pomo de la puerta la abrí con un viento primaveral que deshizo el hielo. Mike abrazaba a Alice quien temblaba sosteniendo un grueso cobertor. Ella agonizaba mientras él alzaba la mirada con vulnerabilidad. Me acerqué lentamente recordando con rencor porque lo había hecho.
-Lo siento-dijo firme
-Solo lo dices porque tienes miedo de que haga estatua a tu zorra ahora mismo-espeté con cierto tono de voz espeluznante.
No sonaba a mí.
-Esa zorra es tu amiga.
-¿Si yo me hubiera acostado con Aaron, el seguiría siendo tu amigo?
Sus labios formaron una línea recta y las venas de sus brazos se resaltaron.
-No me vengas con ridiculeces, ninguno de los dos es mi amigo, ya no más.
Coloque mi mano en la pared que estaba detrás de él, mirándolo a los ojos hice que todo el hielo se hiciera vapor, tan fácil como hacer un "click" la habitación seguía fría, pero la calefacción ya estaba haciendo efecto. Me alejé con paso duro hacia la ventana.
Detrás de mi, Mike depositaba a la ahora dormida Alice en la cama, y caminaba hacia mi con una toalla rodeándole la cintura.
-Perdóname, por favor.
«no es suficiente»
-Aquí el asunto es-di media vuelta de pie en la varando, quedando a un resbalón de una gran caída-perdónate tu.
Y sin más que decir atravesé mi ventana cerrándola con un fuerte golpe.
Eón me miraba con una sonrisa ladeada, traviesa y con un propósito escondido. Sabía lo que había hecho, el monstruo en el que me han convertido.No podía haber otro desayuno tan más raro. Mi madre riendo, mi padre empacando mientras desayunaba, Lucas mirando a la nada, Eón contando historias y yo, bueno pues, no me quedaba nada más que observar. Papá partiría mañana mismo justo el día de Navidad.
-¡Chicos, es hora de decorar!
Después de escuchar a papá diciendo aquello no pude evitar sentirme feliz, era mi parte favorita.
Mamá colocaba las tiras verdes en las paredes, mientras Lucas colocaba las botas navideñas en la chimenea, añadiendo una extra en el final, junto a la mía. Me acerqué con los ojos entrecerrados hacia la blanca bota navideña, en el borde tenía un nombre tejido. Abrí la boca para hablar, pero mi madre me detuvo.
-A partir de hoy, Eón, vivirá aquí-habló sin siquiera voltear.
-Pero...-volví a ser interrumpida
-Esa fue la orden MN y de su padre, no podemos contra eso
-Tienes que entender, que tenemos que respetar eso, además, ella es tu madre también-dijo mi padre
Mire a Eón por encima de mi hombro, sorbía de la pajilla de una caja azul uva. Miraba divertido la escena. Apuesto a que él ya sabia lo que iba a pasar.
-Es tu turno, Juno-habló Lucas con una sonrisa de emoción.
La felicidad volvía a inundar mi cuerpo.