Capítulo 10

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Los adultos charlaban animadamente, mientras que los otros cuatro adolescentes permanecíamos en silencio. De vez en cuando le lanzaba una mirada a Eón, y él rozaba mi mano sobre la mesa a propósito. Lucas amenazaba con la mirada a Mike mientras que él solamente me miraba dando unos que otros picos a su platillo. La abuela Buttler había estado observándome toda la maldiga velada, intentando encontrar algo con que atacarme, pero está vez cuando nuestras miradas se encontraron, ella sonrió amablemente.
Robe una zanahoria en forma "juguetona" del plato de Eón, esa era la señal.
El reloj hizo sus últimos "tic tacs" y las voces de nuestros adultos padres y abuelos se detuvieron. Giré mi cabeza para mirar a los que nos acompañaban. Mi madre lucia entretenida con la historia que proporcionaba el abuelo Buttler, la abuela reía al igual que la abuela Buttler y el abuelo. Cuando llegué a mi padre y Lucas creí que estaba alucinando. Ambos miraban extrañados la sala, al cruzarse con mi mirada confusa lo único que pudieron hacer fue encoger sus hombros en forma de excusa, como si se estuvieran disculpando por algo. Al voltear a ver al cretino me di cuenta de que ya estaba poniendo los cuhetes en sus bolsillos, incluido el interno del saco. Guiñó un ojo hacia mi dirección como señal. Encendí las mechas. Cuando regreso al asiento justo al lado de mi con una sonrisa, lo miré asustada y después a mis familiares varones. Él tan solo nos señaló con intención de decir "¿que no lo sabias ya?" Mi padre novio los labios con el movimiento normal, pero sin emitir
sonido "íbamos a decirle esta noche" «que tenían que decirme» «¿por qué ellos no se congelaron?»
No podía soportar tantos secretos.
-¡Basta!-grité
Todos en la mesa miraron a mi dirección en velocidad normal, prestando atención pude escuchar el "tic tac" de nuevo. Ahora entendía porque no hablaban.
-¿Te sientes bien?-preguntó el abuelo
-Sí, solo que se acabo el agua y bueno, no puedo pasarme la comida-nerviosa tome la jarra y camine rápido a la cocina
-La ayudaremos, también traeremos hielo. Ayúdame, Lucas-escuché decir a papá
Ambos se pararon de la mesa y me siguieron.
Cuando deje la jarra en el fregadero para abrir el grifo deje escapar un suspiro, largo y profundo. La jarra se llenaba, pero por más que intentaba verla medio llena, solo podía hacerla ver media vacía.
-Cariño-murmuró mi papá a mis espaldas
Ambos me miraban serios, pero con la mirada baja.
-Tenemos algo que decirte-continuó
-¿Qué me dirás ahora? ¿No eres mi padre? Hay tantos secretos que guardas, para empezar el hecho de que conocías a Eón antes que yo, la verdadera razón por la que te vas de viaje cada cierto tiempo. No creas que soy tonta, sé que no lo haces por trabajo exactamente.
Mi respiración estaba agitada, mis orejas ardían al igual que mis mejillas y una extraña sensación como la que sentí en el cuarto de Mike me invadió, de nuevo.
-Escucha, ¿haz escuchado hablar sobre Jack Frost?-Dijo Lucas, cauteloso
-¿Jack Frost? Sí, también fue escogido por el hombre de la luna, tiene el don de la diversión y del invierno muy desarrollado, pero jamás lo he visto, apenas y conozco al hijo de Morfeo
-No solo lo haz visto, has estado viviendo con él-dijo mi hermano
-¿Qué?-apuesto a que tenía una linda cara de asterisco ahora mismo
Los ojos de Lucas se movieron al igual que su cabeza hacia la derecha, señalando a mi padre. A mi padre Jack, Jack Frost.
Mi boca formo un enorme ovalo, mis ojos no se abrieron de par en par. No podía creerlo, jamás había mostrado indicios de algo así, era increíble. El cabello castaño de mi padre fue remplazado por un color blanco, sus ojos ahora eran azules, iguales a los míos. Era mi padre, era hija de Jack Frost.
-Lucas es tu medio hermano, es mi hijo e hijo de tu hermano, aunque en teoría es tu tres cuarto de hermano-confesó, papá con una pequeña risa rascándose la nuca
Grandes gritos se escucharon desde el comedor. «los cuhetes»
Corrimos hacia donde los gritos habían provenido. Los Buttler ayudaban al menor de su clan, mientras Eón se comportaba como el cretino que era riendo por lo bajo detrás de un cojín. Los abuelos y mi madre no tenían idea de lo que había pasado. A mi padre se le escapo una pequeña carcajada, al mirarlo noté que había transformado su cabello a castaño nuevamente.
-Oh ¿pero que ha pasado? ¿Te encuentras bien, Mike?-decía mi padre mientras ayudaba al chico a ponerse de pie
Su saco tenía un enorme hoyo en la parte del bolsillo, su pantalón tenía partes un poco tostadas con polvo. En vez de parecer asustado, parecía triste, a punto de llorar, con un gran nudo de garganta.
-Olvidé que había dejado unos pequeños cuhetes en mi bolsillo para esta noche. Supongo que las velas los encendieron cuando me estire por una pieza de pavo-sonrío de lado
Todos volvieron a su asiento.
Al mirar el reloj me di cuenta de que eran las once cincuenta y cinco de la noche, faltaban tan solo cinco minutos para Navidad.
Todos tomamos nuestros obsequios en manos a esperar nuestro turno. Primero mi padre entregó su caja dorada a mi madre, quien emocionada recibió un collar con una piedra Swarovski color rosa, después les entregó un increíble suéter azul con el número cinco a cada costado (su número de la suerte), él me entregó a mí una peineta, no podía decir nada al respecto, me encantaba, era justo lo que necesitaba. Blanca con cristales por todos lados combinaba perfecto con mi cabello. Después hice algo que no pareció muy sensato, camine hasta Eón y le entregue una caja plana envuelta en papel café, apoyándola en su regazo con aspecto confuso la abrió despacio, desasiéndose de todo el papel a pedacitos, la caja plateada aluminada brillo bajo las luces navideñas. Pensé en algo que realmente le gustara, no como calcetines. Al destapar la caja su rostro se iluminó aun más. El cuaderno de dibujo con la letra "E" gravada en la esquina superior derecha fue recorrida por sus largos dedos, después fue por los colores perfectamente alineados, había más de doscientos colores diferentes. Su sonrisa se extendió, mostrando sus dientes blancos y alineados. Alzó su vista hacia mí, e hizo algo de lo que nunca pensé que hubiera sido capaz. Se alzó de su acento, tomo mi mano y me arrastro hasta debajo del primer poste, debajo del muérdago. Tomo mi cintura acercándome a él delicadamente, su mano acaricio mi rostro desde la frente hasta la nariz, de la nariz hasta mi mejilla, desde mi mejilla hasta mi barbilla y de mi barbilla hasta mis labios. Sin previo aviso, ni permiso, me besó. Bajo el muérdago, mientras empezaban a soñar las campanadas que indicaban la media noche y fuegos artificiales chocaban contra el cielo, estallando en miles de colores y formas.

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