Capítulo 15

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Cuando entré por la puerta trasera la casa estaba silenciosa, había más frío que de costumbre y un zumbido atrapado en las paredes.
—Hola...—dije alto
Nadie respondió. Estaba sola.
La cocina estaba impecable como siempre, al igual que todo el lugar. Revise el refrigerador y había restos de la cena de año nuevo, me alegraba saber que no se habían detenido por mí; yo no me sentía mal en absoluto, había pasado el mejor cumpleaños de mi vida, y ellos no iban a hacerme sentir mal por ello. Todos ellos son unos mentirosos, incluso mi padre, incluso mi supuesto buen hermano. Lucas era un traidor.

La puerta de mi habitación rechinó. Le pondría aceite más tarde. Encendí las velas para calentar un poco el lugar y mire el sofá, estaba desordenado, y cuando lo toque supe que Eón había estado durmiendo en él. El cajón que le había asignado se encontraba lleno y un poco revuelto, seguro se había vestido a prisa. No quería verlos ahora así que resultaba bueno que no estuvieran aquí. Me recosté en mi cama mirando la madera del techo, tomé mi celular y estuve a punto de llamar a Alice, luego recordé que yo ya no tenía ninguna amiga llamada Alice, ya no tenía amigos. Tal vez así debió de haber sido desde el principio, en un par de semanas ya no estaría así que no importa.
Bajé la gran valija de princesas que estaba sobre mi armario, escondida al fondo. Dentro había muchas fotografías y recuerdos que no me había atrevido a desechar. Fotos en las que Alice, Mike y yo aparecíamos. Collares y pulseras de la amistad. Dibujos con ambas dibujadas. Todas esas cosas eran tontas ahora. Pero dolía recordarlo, saber que esa honesta amistad se había arruinado porque no quisieron hablarme, porque fueron falsos y seguramente ni siquiera les importaba; era sólo la chica añadida al grupo. Siempre debí saberlo en el interior.

Las calles estaban vacías por la nieve, ahora nadie quería salir, no era el frío más fuerte que había habido pero era considerable. Formé una pequeña bola de nieve en mis manos y con una poca de ayuda lo convertí en un pequeño muñeco de nieve en miniatura.
El invierno no sería eterno y tal vez era lo mejor, aunque fuera mi estación favorita, tenía que aceptarlo. El frío cruel se desvanecería y la primavera llegaría con nuevas oportunidades para todo, hasta para mí. Miré mi piel ya completamente blanca y albina junto con mi cabello, era transformada a pelaje invernal, como un conejo. Podía ser que me sentía igual como me veía, simple y con falta de color. Pero era suficiente, ya tenía que dejar que quejarme. Tenía a Cecil, y viajaríamos en poco tiempo, lo único que tenía que hacer era esperar a que verlo, era mi motivación ahora mismo.

—Pero ya no quiero más pavo mamá—escuché a Lucas quejarse
Siempre sobraba mucha comida, la cual no desperdiciábamos en dos semanas más o menos.
Colgué mi abrigo negro y deje mis botas de nieve en el tapete. Camine descalza y de nuevo la pequeña calidez estaba aquí. Era la de mamá.

—No me interesa Lucas ¿sabes cuántos niños pobres querrían un poco de esto?—era la pelea de todos los años
—Pues hay que dárselos a ellos—contraatacó
—Yo quiero un poco—dije entrando a la cocina
Ambos guardaron silencio y me miraron sorprendidos. Los ojos de mamá se humedecieron y corrió a abrazarme. Lucas solo se quedó allí observando, mirándome con una pequeña sonrisa de tristeza.

—June, mi pequeña. ¿Dónde estuviste?—me examinaba de pies a cabeza
—Estaba con un amigo, tranquila, estoy bien—mi risa se hizo presente
Su mano impactó contra mi nuca, ahora estaba molesta.

—No vuelvas a hacer eso—sonrío y volvió a abrazarme un poco más—en seguida te haré un Sandwich de pavo
Salto hasta el refrigerador
Lucas me recorrió con la mirada y abrió la boca, pero no le di oportunidad, me di la vuelta y camine a la sala. Me siguió.

—June...—empezó
—No quiero escucharte ahora, Teen Wolf está por comenzar—me eché en el sofá intentando parecer normal y sin rencor
—Siempre quise decírtelo pero nuestro padre no me dejaba; decía que no estaba lista
Baje el volumen y me di vuelta, enfrentándolo.
—¿Qué no era tiempo? Me pudiste haber ayudado a controlar el invierno, tú más que nadie sabes los problemas que me causo. Como ni siquiera podía salir de mi habitación. Como los niños me miraban desde fuera mientras jugaban con la nieve y yo solo los observaba. Siempre fui un bicho raro, y tú qué podías con eso, jamás me ayudaste.

Era cierto. Lucas siempre salía a jugar, todos le decían cosas como "¿por qué tu hermana la rara nunca sale?" Los había escuchado más de mil veces, año tras año. Era popular, iba a los bailes de invierno, salía a tomar café con sus amigos mientras yo estaba aquí, luchando conmigo misma por no congelarme la cabeza. Y a pesar de todo nunca me ayudó ni una vez. Solo me tocaba el hombro y me abrazaba para reconfortarme, pero siempre pudo haber echo algo más.

—No hay justificación para lo que hice, pero tienes que perdonarme. Con el tiempo lo entenderás, eres distinta a mi, funcionamos diferente, tú invierno es distinto al mío. Yo sólo lo completo, tú lo eres todo. Una pequeña parte no puede controlarlo todo.

Tal vez tenía razón, pero en este momento todavía seguía dolida, con el tiempo tal vez sanaría y no me sentiría tan traicionada. Pero no debe esperar que de la noche a la mañana esté riendo de nuevo junto a él.
—De acuerdo, solo dame tiempo. Fue un golpe grande—dije sin mirarlo

La puerta se abrió y un chico de cabello oscuro y despeinado entró dejando su impermeable y botas en la entrada. Cuando miro las mías empapadas entró corriendo.
—¿Dónde está? ¿Se fue de nuevo?—el chico corrió por la cocina mirando a Lucas.
Ni siquiera me había mirado, estaba por subir las escaleras cuando mi hermano lo detuvo.
—Eón, ella está aquí—el chico bajó lentamente
¿Era Eón? Lucía cansado y demacrado. Tenía grandes ojeras bajo sus ojos y su cabello estaba desmoronado por todas partes, necesitaba controlar el tiempo de su cabello y un corte además. Seguía luciendo bien pero estaba mal. No tenía porque estarlo, yo ni siquiera era especial, solo era un trato. Tal vez solo estaba triste porque no comió pastel.
Se colocó frente a mí y me envolvió fuertemente en sus brazos, no me atreví a regresarlo.
Necesitaba una ducha también.
Algo en mí interior se sintió tibio y amable, mi corazón se estranguló cuando lo mire así, la ternura de la madre naturaleza y estaba en mi, no podía reprimirla, era ese instinto de piedad y amor que me había dado y que era parte de mi, aunque muchas veces me habían dañado por no reprimirlo, no podía luchar contra él, era más fuerte que cualquiera de mis instintos. Lo abracé fuerte al fin y sentí el alivio de su ser cuando le correspondí. Pensé que lloraría. Me tomo un sus brazos cargándome y subió las escaleras conmigo. Cuando entramos en mi habitación me dejó sentada en la orilla de la cama y se acercó a mí estando a centímetros. También un poco de pasta dental no estaría mal.
—¿Esa habita brillante te trató bien? ¿No tendré que convertirlo en un anciano cierto?—se refería a Cecil, supongo que el también sabe de él
—Sí—me levanté apartándolo, en serio necesitaba asearse—Fue genial, no hay nada de qué preocuparse, y si tú le haces algo yo te meteré en un cubo gigante de hielo
Su risa fue débil y ronca, como si no hubiera siquiera sonreído en todo este tiempo. Rebuscó algo en su cajón y sacó ropa limpia. Gracias al cielo.
—¿Sabes? Pudiste haber tomado una ducha, no necesitabas que volviera para hacerlo
Río más fuerte.
—Yo también acabo de volver, la casa estaba realmente triste y aburrida sin ti aquí—su sonrisa fue desapareciendo y casi corrí a él para alzarle las mejillas

Entró al baño y sentí un alivio. Esperaba que tomará su tiempo, mi nariz estaba llorando de dolor.

Era algo normal lo que estábamos haciendo, era lindo poder comer recalentado con mamá y Lucas, aunque no estaba del todo cómoda aún. Si mi padre estuviera aquí, probablemente estaría comiendo el  Sandwich en mi habitación.
Mamá me dio mi obsequio, era una hermosa mochila tejida de nativos-americanos. Esa cultura era genial, eran sabios y sabían apreciar a la naturaleza, la apreciaban, se habían ganado mi admiración.
—Para el viaje—dijo ella, melancólica
Lucas también había obtenido una en Navidad, en color azul. La mía tenía de todos los colores, me representaba.
La tendría conmigo en todo momento.
Ahora la vida real había vuelto, y tenía que entrenar.

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