Después de unos días cortando leña, meditando, cocinando comida casi ingerible y mi cumpleaños, era casi hora de irme a casa. Esta era la última noche que pasaría con Cecil.
En mi cumpleaños, hace tres días, el rubio me había echo un regalo. Con una roca tipo cuarzo rosa, hizo un collar en forma de diamante, sostenida por una cadena dorada sujetada en la punta. Justo en el último día de diciembre habíamos encontrado aquella roca junto a la cascada, esa noche mientras yo dormía el no paro hasta darle la forma a la piedra, en la mañana el estaba dormido con la caja en la que se encontraba el collar sobre el sofá. Él también tenía el suyo, era de color morado, y una larga cadena de oro, o tal vez otro material que su padre le haya dado. Aunque no pareciera había sido un detalle increíble, para mí, era más de lo que jamás había podido pedir en especial que esa noche hizo una confesión un tanto importante...
—Escucha, June—me dijo mientras sujetaba mis hombros
Soltó un gran respiro echando su cabeza hacia atrás, me miró a los ojos fijamente y sus mejillas se tornaron de un color carmesí
—Solo dilo, Cecil—le dije con una sonrisa divertida
—Yo ya sabía todo el asunto con Eón, ya había estado vigilando a ese arrogante desde hace un tiempo—dijo un poco molesto al mencionar a aquel chico
—¿Cómo?
—Pues todo el asunto de que nosotros estaremos a cargo el próximo año fue un asunto general, y se tocó el tema de tu compromiso.
—Oh, Demonios—dije fastidiada
No era un tema bastante alegre y con el que estuviera conforme, no me gustaría pasar la vida casada con alguien a quien no amo no siento algún tipo de atracción, ¿o sí?
—Escucha, sé que no va a cambiar nada, tampoco te estoy pidiendo matrimonio...—se detuvo soltando mis hombros y dándose la vuelta
Entendía perfectamente que a él no le agradaba Eón, a mi tampoco me agradaba, o al menos ya no más.
No quería decepcionar a la mitad del mundo que quería que él y yo termináramos aceptando nuestro compromiso, pero en estos momentos era una decisión que ni siquiera quería considerar. Los días que estuve pasando con Cecil me hicieron darme cuenta de lo que realmente quiero en mi vida, quiero esto. Al menos si le haré cargo de "el negocio familiar", es lo que me merezco. Tranquilidad lejos de todos los días de el mundo de los humanos, solamente con las personas que realmente quieren estar conmigo y que entienden de que estoy hablando la mayor parte del tiempo, con la que no tengo que ponerme rígida o fingir que el chiste fue gracioso, simplemente reírme cuando algo me haga gracia, no ocultar mi enojo cuando algo me molesta y llorar sin que sientan lastima por mi.
—Por favor, quédate conmigo.Aquellas palabras se podías mal interpretar. ¿Qué me estaba pidiendo? ¿Qué dejara todo y viniera a vivir con él? Al menos es una de las posibles opciones, y la otra era...
—Encontraremos una solución para cancelar el compromiso, yo lo sé.
Sus ojos suplicantes conectados a los míos hacían que mi vista se llenará de lagrimas. No entendía el sentido de mi reacción, siempre había querido a Cecil, siempre desde la primera vez que jugamos juntos. Pero eso que me pedía era algo más, algo que tal vez quería escuchar.—¿Me estás pidiendo que me quedé a vivir aquí?—dije señalando la cabaña con mi mirada
—¿Contigo?
Al instante en que dije aquello entendí el poder de las palabras. Contigo...juntos.—No te pido eso, sé que es demasiado pronto, puedes irte y volver cuando te plazca hasta que encontremos una solución. Te estoy pidiendo que no te enamores de Eón.
Cecil se acercó más a mi, nuestras rodillas se rozaron entre sí, y su aliento chicana contra mi frente. Era mucho más alto ahora. Junto nuestros labios en un beso fugaz.
Ya era cuatro de Enero, Cecil y yo comíamos nuestros respectivos tazones de cereal en silencio, solamente mirándonos directo a los ojos, eran un juego que nos gustaba. El que perdía le debía un favor al otro. Cuando teníamos once me obligó a barrer todas las hojas de su jardín, lo cual era terriblemente cansado considerando que vive en la mitad de el bosque rodeado de árboles que constantemente soltaban sus hojas y eran arrastradas por el viento.
Tomó la liga que estaba en su muñeca pareciendo un brazalete y ató su cabello en un tomate alto, su piel brillaba, su cuello y sus fornidos hombros lo hacían verse como una escultura griega, aunque regularmente esas esculturas griegas estaban desnudas y...mierda, malditas hormonas.
—¿Por qué el sonrojo repentino, eh?
Ladeo una sonrisa mientras masticaba su cereal, seguía viéndose sexy.
No pude evitar mirar sus labios, en los últimos cuatro días no habíamos parado de besarnos, mis labios dolían un poco.
Tocando mis labios pude sentir mi cara arder, trate de zafarme volteando hacia otro lado pero cuando lo hice la melancolía me invadió. Viendo mi mochila empacada en la puerta esperando por mi, quién sabe hasta cuando volvería a ver a Cecil, pero definitivamente volvería pronto. Habíamos prometido mantener esto en secreto hasta que se aclara mi desacuerdo rotundo contra el con Eón. Pero apuesto que estaría muy desaparecida, al menos la mayoría del tiempo. Era un dilema, quería estar todo el tiempo con Cecil, pero si lo hacía no iba a haber forma de la que realmente pudiéramos estar juntos. Tenía que dejar las cosas claras en casa.
"Iré a visitarte" Había dicho él. Y aunque sé que es verdad no quisiera que se encontrará con la sorpresa de que el chico al que le tiene un tanto recelo, está durmiendo en mi habitación, en el sofá, pero al fin y al cabo en mi habitación.
Ya en la puerta nos quedamos mirando un buen rato, lágrimas comenzaban a salir de mis ojos, mojando mis mejillas.
—No llores, Jun—tomando mi cara entre sus manos limpio mis lagrimas con su pulgar—no será para siempre
Pareciera
—Pero no quiero volver, o al menos no sola.
—Estarás bien, te veré en unos días, tres a lo mucho.
—No sé porque no te creo—dije un poco paranoica
—Porque estas loca, la melanina que pierdes en esta temporada te deja un poco atarantada—su gesto se había tornado rugoso como si lo fastidiara en verdad
Ofendida le embestí un puñetazo débil en su brazo
—Antes de que me vaya, cobra tu favor, perdí con el cereal
Su rostro se iluminó al recordar aquella pequeña apuesta, con una sonrisa triunfante se puso a mi altura recargándose en sus rodillas, pensé que me besaría.
—Prométeme que mantendrás la ventana de tu habitación abierta hasta que vaya a verte
—¿Qué?—era extraño, pero algo me decía que tenía intenciones ocultas
—Solo hazlo
Esta vez sí me besó, profundamente, como si no nos fuéramos a volver a ver, pero había una chispa de promesa que me decía que estaría bien, que no nos separaríamos por mucho. Aferrándonos al otro como si nuestra vida dependiera de ellos nos despedimos. Nunca pude haber imaginado que aquel niñito con el que hacía tantas travesura ahora estaría así conmigo. Tal vez lo imagine una o cien veces cuando lo encuentran a sin camisa o íbamos a nadar al río. Pero solo eso.
Después de dar una mirada rápida hacia atrás contemplando a un relajado Cecil en el pórtico, agite mi mano lentamente y di vuelta, regresando a casa.