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La Realidad es aquello que, incluso aunque dejes de creer en ello, sigue existiendo y no desaparece.
-Philip K. Dick

Capítulo editado

Me desperté con la cara llena de manchurrones por las lágrimas de ayer y el cuerpo entero adolorido por haberme dormido sentado en el frío suelo del baño. Lo que más dolía sin lugar a dudas era la mano, que me ardía por la herida. La sangre seca en la palma y había goteado mucho, hasta el punto de dejarme mareado. No quería moverme, estaba estático, mirando el suelo. Ojalá pudiera contratar una limpiadora para que arreglara ese desastre, pero no creía que pudiera soportar que alguien desconocido supiera lo que había pasado. Me levanté con pesadez y lentamente, porque sentía que pesaba doscientos kilos más de lo normal.

Cerré los ojos y me concentré en escuchar algún ruido o percibir alguna anomalía en el ambiente. Por suerte, no pude notar nada. Era temprano, aún de noche según la luz que entraba por la ventana.

Con suavidad y un poco de temor, abrí la puerta del cuarto, encontrándomelo como yo lo había dejado la noche anterior, y la puerta cerrada a cal y canto. Así que podríamos decir que no había logrado abrir la puerta. Me cambié de ropa y miré la puerta atrancada gracias a mi tocador.

"No hay nadie en la casa" me dijo Dianna, sentada sobre el mueble. Suspiré al verla y negué con la cabeza.

"¿Cómo sabes eso?"

"Louis, no hay sonidos, todo está tranquilo. Créeme que no hay nadie" con manos temblorosas, quité el tocador y abrí lentamente la puerta. Traté de respirar hondo al ver lo que me esperaba al otro lado. No era más que mi casa de la misma forma en la que lo había dejado ayer al irme a dar clases.

La mesa no estaba tirada, ni las sillas. Nada parecía estar roto, todo estaba en su desorden ordenado. Respiré e inspiré tres veces fuerte y decidí curarme la mano con el botiquín que había dejado sobre la encimera el día que me corté el dedo la semana pasada. No tuve mucho que arreglar, era tarde para que me pusieran los puntos necesario, así que la desinfecté con agua oxigenada (me tragué más de un quejido de dolor) y empecé a ponerme la venda de manera desastrosa.

"Ven, déjame ayudarte, sabes que estudio medicina" me dijo ella, mirándome con esos ojos oscuros. Quería estar enfadado con ella por marcharse ayer así, pero no podía. Era mi amiga, era importante para mí, y que se hubiera encarado con mi otra inventiva y que hubiera salido perdiendo no era algo que quería.

Había aprendido por las malas que cuando dos de mis alucinaciones se peleaban y uno de ellos moría, este no volvía a aparecer. Simplemente me tenía que acordar de Josh, el cuarto de mis amigos, que se peleó con... él, y no volvió.

"Está bien" dejé que las manos cálidas de ella me pusieran la venda. No quería que notara que estaba asustado como nada, pero pocas cosas se le escapaban. "Louis, tal vez deberías plantearte tomarte las pastillas si tan preocupado estás" me dijo ella.

"No" negué con la cabeza. "No creo poder volver a soportar el embotamiento y el no sentirme yo mismo".

"Si así puedes estar tranquilo, yo creo..."

"No soportaría perderos. Sois mi familia, parte de mí"

"Cariño, tal vez ya va siendo hora de salir al mundo" acarició mis mejillas dulcemente, maternalmente a pesar de parecer de mi edad. "Sal, hazte amigo de Harry, ten una vida normal, no te escondas como siempre haces"

Suspiré pesadamente, aún sabiendo cuánta razón tenía. "Me lo pensaré"

Asintió y, tras una sonrisa, desapareció.

Código binario (Larry Stylinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora