Este poemario es una mirada arrobadora, un destello sumamente curioso, tan curioso, por cierto, como lo son las más escandalosas intensificaciones de nuestras almas. Pero no solo eso, este poemario es también una melodía de párpados de mujer coqueta, o, si no, por lo menos sí como un rocío de caricias, o como una pasión de suave crepitar, o como los secretos y cristalinos susurros que trae consigo la brisa. Es la felicidad escondida entre las olas, es el brillo de unos ojos con vocación de sueño, pero, más que ello, es, de igual forma, el color deslucido de la nostalgia, de la tristeza, de los objetos que nunca caerán del cielo hacia nosotros. Sí, este poemario es como el aroma de lo desvanecido y, a su vez, como una gran galería de colores y emociones y sentencias que han surgido, desde luego, del alma humana, como cualquier otra poesía suave e intensificada.