Bajo la apariencia engañosa de un nuevo día me pregunto: ¿quién soy? ¿Esa partitura diseñada con el fuego fatuo de esas terminaciones nerviosas que tejen latidos con una canción nostálgica e invernal? ¿Un puñado de noches que imploran a gritos que algún alma se apiade y se lance sobre ella sin pensarlo? ¿Soy el filósofo, el escritor? ¿Soy la víctima de ese grupo de no más de diez personas que consiguió regar impunemente el odio y engañarlos a todos? Sí, soy la víctima, la víctima que se levanta con la fuerza inquebrantable de su propia alma y de sus propios sueños y que no se cansa de luchar contra la injusticia. Soy la víctima inundada por los sortilegios del tiempo, pero en mi complejidad humana y en mis diferentes características y cualidades como persona, soy mucho más. Por eso, ahora que lo he pensado con más profundidad, ya sé que soy con exactitud. Soy el joven amante de la palabra. Aquel huracán de vida contenido en los exactos segundos que dura un suspiro de pasión. La perdurabilidad de un recuerdo vago e impreciso que de alguna forma nos explica a todos. Soy ese muchacho que ama escribir tanto como imaginar la infinitud. Soy mi propia alma infinita. Soy ese valor de vida que no ve límites. Soy un sentir que da fuego a un deseo perenne de arte. Un sueño único. Ese anhelo de querer darle luz a un abismo mientras lucha contra las injusticias de este mundo.