Experimentar con existencias contenidas en infinitudes

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El murmullo suave de las olas entre los guijarros abrió mis ojos. Una flor milenaria y esmaltada me esperaba, entretanto, sobre el más remoto confín de la existencia. Salí a buscarla, y un manjar de enigmas y un ardiente deseo de sonidos diáfanos cayeron sobre mí en la forma leve y sinuosa de un rocío de clarividente y alucinada hermosura. Y fue entonces, y solo entonces, cuando me di cuenta de que, ante las puertas de una secreta y condensada aurora de vida, debía proponerme algunas metas. Razón por la cual esto es lo que decidí hacer: recogeré las hojas del bosque de mi alma, allí, donde los ríos menguan el silencio y conjuran todos los principios y continuaciones. Erraré por el universo, nómada del cariño de la luna, mientras tomo despreocupado de la copa de la sospecha que tiene el vino dulce de la intriga. Escribiré la semántica almibarada de los susurros que exhalan las estrellas y pintaré mi vida con el color ineficaz del aire. Llenaré la luna de ilusiones y los océanos de luna. Buscaré intensamente, en las mágicas peripecias de una lumbre cósmica que danza en la oscuridad, el aroma hipnótico de la ubicuidad, el lápiz que dibuja el infinito, una sonrisa que oculta una redención y la mirada abatida de una luna solitaria. Esperaré el eterno retorno de la delicia suprema y realizaré todas estas tareas con el absurdo cuidado de quien construye las alas de una mariposa. Sí, tantas y muchas otras cosas haré mientras persigo los pensamientos multidireccionales de los únicos ojos que me inspiran.    

Intensificaciones de un alma extasiadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora