Capítulo 5 - Probador de colchones.

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Caí al suelo en un salto de terror al sentir un cuerpo hundirse a mi lado. Miré a mi alrededor con desesperación y alcé los ojos a hurtadillas por encima de la cama para comprobar qué entidad oscura se posaba sobre ella. No me alejé mucho de la suposición. Aiden se encontraba tumbado boca arriba con los brazos detrás de su cabeza y los ojos cerrados en una posición relajada que dejaba a la vista una clara despreocupación por mi pequeño infarto.

-¿Qué haces? -grité en voz baja una vez que me hube levantado respetando la madrugada.
-Bey se ha dormido y no logro conciliar el sueño -dijo manteniendo su posición.
-¿Y vienes a que te cuente un cuento?

Sonrió con los ojos aún cerrados, y no fue hasta que me crucé de brazos que me percaté de que no llevaba camiseta, ni sujetador, ni pantalones. Sólo unas bragas negras con el logo de batman (uno de mis superhéroe favorito) en la parte frontal que a él les resultaría ridículas.

-Date la vuelta -ordené. No estaba dispuesta a dejar que me viera en toda mi vulnerabilidad, y mucho menos a aguantar sus chistes sobre lo que le gustaba o no de mi forma física.
-¿Por qué?
-¡No abras los ojos! -grité antes de que lo consiguiera y los cerró de nuevo-. Debe haber una camiseta a tu derecha, en la mesita. Lánzamela.
-¿Crees que soy tu chacha? -frunció el ceño-. Cógela tú mism...

Sus ojos encontraron mi torso desnudo al que el frío había provocado piel de gallina. Un calor intenso se concentró en mis mejillas y desvié la mirada abrazándome a mí misma, intentando tapar toda la piel que a mis no tan pequeñas manos le fuera posible. Él sonrió con malicia y escaneó mi cuerpo de pies a cabeza.

-Deja de mirarme.
-Para lo que hay que ver -dijo en una despreocupada ofensa.
-¿Me vas a dar la camiseta o no?

Chasqueó su lengua en molestia y se incorporó con lentitud. Se quitó la camiseta negra que solía usar como pijama de tal forma que parecía salido de un anuncio de perfumes masculinos. Sus perfectos músculos cubiertos de tinta negra en las costillas como letras que no pude distinguir y en la parte derecha de su pronunciada "v" como un extraño símbolo del que sólo se veía la mitad, quedaron completamente a la vista, y casi no pude evitar pararme en el famoso palo horizontal que atravesaba su pezón.
Me lanzó su camiseta a la cara envolviéndome en el mismo aroma embriagador que me cautivó la primera vez. Se tumbó boca abajo mirando hacia el lado contrario. Aproveché su pequeña distracción para analizarlo un poco más. Bajé desde su liso y despeinado pelo negro, pasé por su nuca tatuada y seguí por su tonificada espalda en la que me dieron ganas de dibujar constelaciones a caricias uniendo los lunares que salteados la adornaban. Su pantalón de chándal estaba más bajo de la cadera, lo que dejaba ver el filo de sus bien rellenados calzoncillos granate que contrastaba a la perfección con su pálida piel. Casi pude entender el por qué de la obsesión de Bey. Me obligué a seguir viendo a Aiden, mi nuevo "amigo" cansino al que normalmente me gustaría matar, y no a un dios griego posando en mi cama para ser tallado en mármol.

-No me mires -dije antes de ponerme la camiseta-. Lo digo en serio, Aiden -advertí, pero no hallé respuesta. Su ignorancia hacia mi se repetía con frecuencia.
Me di la vuelta confiando ciegamente y me enfundé en la camiseta que era tres veces mi talla y me cubría hasta la mitad del muslo. Seguía sin entender por qué no había optado por darme una camiseta que fuese mía, pero así era Aiden Miller: incomprensible e impredecible. Esto último era exactamente lo que más me preocupaba. Nunca sabía por donde iba a atacar y debía mantenerme en guardia constantemente por si no lo veía venir.

Me giré rápidamente al sentir la desconfianza imaginaria y paranoica. Me senté en el filo de la cama y dudé unos segundos antes de auto convencerme sobre dejarlo pasar allí la noche. El espacio no suponía un problema, mi cama era de dos cuerpos. Además, yo me había adueñado de su camiseta involuntariamente, ¿qué mínimo que ser caritativa con él por una vez en mi vida?
Finalmente cedí y me tumbé dándole la espalda justo al borde de la cama. Quería poner tanta distancia entre nosotros como fuera posible.

Un ángel caído por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora