*En el capítulo anterior: Asia lleva días sin tener noticias de Aiden, y la preocupación por su paradero es inevitable. Tras ver un acercamiento sospechoso entre Violette y Jackson, se digna a preguntarle por su hemano, pero, aunque ella tampoco sabe nada, lo que le dice le da a pensar que quizás Aiden pueda sentir por ella algo más que una simple amistad. En su vuelta a casa, un encapuchado la persigue hasta que consigue entrar. Una vez allí, en medio de una discursión con Bey, oye en las noticias el hallazgo de un cuerpo con características física similares a las de Aiden. Decide ir a su casa para asegurarse, pero en lugar de encontra un piso abandonado por la muerte, encuentra a un Aiden herido por los secuaces de Rodriguez. Indagando en el tema consigue sacarle su profesión: Aiden es un mercenario que trabaja para Alfa, un pez gordo en el tráfico de drogas.*
______________________________Eran las dos de la madrugada cuando llegué a casa. Desde fuera todas las luces se veían apagadas. Traté de no hacer ruido al abrir la puerta. No quería despertar a Bey y mucho menos tener que explicarle a qué se debía la línea que me unía las orejas. Pero, como de costumbre, la suerte, enemiga, se puso en mi contra. Su portátil estaba encendido encima de la mesa, la cual sostenía un bol con sobras de palomitas de bolsa y varias tazas de diferentes colores y tamaños. Algo sorprendente y muy preocupante viniendo de una Bey cuya alimentación era estricta y muy controlada. Pero por alguna razón -y esperaba que no fuera yo- había decidido "contaminar su cuerpo" -un termino que ella había utilizado para toda acción que implicase comer cualquier cosa que no fuera orgánica- con azúcares añadidos, conservantes y colorantes. El sofá conservaba aún la temperatura y forma de su cuerpo hundida en los cojines. No hacía mucho que se había ido a la cama, quizás lo suficiente como para haberse quedado dormida y no oírme mientras me cambiaba de ropa y me envolvía en las sábanas. No sé cuantas vueltas di, cuantas veces me destapé y cuanto tiempo me quedé inmóvil con las pupilas clavadas en la pared, intentando recordar cual fue el momento exacto en el que Aiden había dejado de serme indiferente. Esa noche incluso me dio tiempo a echar una vista al pasado, buscando en algún rincón olvidado cómo se sentía cuando alguien te gustaba, para comparar y averiguar si lo que me pasaba se asemejaba en algo a ese calvario. Sin embargo, no fui capaz de encontrar similitudes, lo que sólo podía significar dos cosas:
1. Que Aiden me gustaba tan poco que a penas podía llegar a compararlo.
2. Que me gustaba más que cualquiera anterior a él.
Este debate interno me mantuvo en vela la mayor parte de la noche y me produjo a la mañana siguiente unas ojeras dignas de un personaje de Tim Burton. A penas tenía fuerzas para decirle a Bey que dejase de dar esos estridentes golpes en el suelo que llevaban sonando desde hacía el suficiente tiempo como para quitarme el sueño. Pero desistiendo en la esperanza de que apaciguasen, me levanté de la cama y fui hasta su habitación para comprobar qué era lo que hacía con tanto furor.-¿Qué estas haciendo? -pregunté en medio de un bostezo, frotándome los ojos para aclarar mi vista.
Habían dos maletas abiertas encima de su cama y un montón de ropa arrojadas por toda la estancia.
-¿Qué estás haciendo, Bey? -insistí, esta vez con más seriedad.
Sin dignarse a mirarme continuó buscando algo en el armario, ignorando mi presencia por completo.
-¿Bey?
-¿Qué quieres? -dijo a regañadientes sin parar a mirarme.
-¿Por qué estás haciendo las maletas?
-Me voy.
-¿Qué? -Quise no haber escuchado bien-. ¿Cómo que te vas?
-Voy a pasar una temporada con mis padres.
No podía decirlo en serio.
-¿Por qué?
Paró en seco y se dejó ver por la puerta del armario irguiendo su postura.
-¿Por qué? -citó.
Me miró seria y en silencio, dejando en el aire una pregunta que yo no estaba segura de poder responder.
-¿Qué excusa te vas a inventar esta vez? ¿Hmm? ¿Estuviste dando vueltas con el coche después de comprobar que Aiden estaba bien? ¿O quizás estuviste con Cameron Tanner?
No supe qué responder a tan irónica y acertada acusación. Podría haberlo negado, pero ¿con qué fin? Ya había sido cazada.
-Puedo explicarlo.
-¿Explicar qué? ¿Que no existe y en realidad pasaste la noche con Aiden? ¿Que me dejó tirada para estar contigo? Dios... No sé cómo he podido estar tan ciega. Mientras yo me preguntaba qué diablos estaba haciendo mal para que él pasase de mí, mi mejor amiga se lo tiraba a mis espaldas.
Podía distinguir la decepción en su cara. El dolor que provoca la traición de alguien de quien no te lo esperabas.
-Te estas equivocando, Bey. Entre nosotros no ha habído el más mínimo roce.
-Pero no me has negado que estuvisteis juntos.
Otra verdad que me estampaba en la cara.
-¿Sabes la mejor parte? Que en realidad me da igual lo que tuvieras con Aiden. Lo que de verdad me duele es que me hayas mentido tan descaradamente y me hayas tomado por idiota.
La situación era casi insostenible. Su decepción me atacaba en su constante mirada cristalina. Sus ojos estaban a punto de desbordarse, y los mios tenían la mala costumbre de imitar.
-Lo hice por ti. Te lo oculté porque sabía que la verdad te dolería. Es el primer chico por el he has mostrado un interés real.
Empezaba a perder la calma y el control sobre mis glandulas lacrimógenas. Me desesperaba que no fuera capaz de mostrar un mínimo de empatía y entender que todo lo que hice fue pensando en ella. Y que si me equivoqué, fue mi humanidad la culpable.
-¿Qué verdad?
Se cruzó de brazos a la espera de un argumento convincente que lo arreglase. Lo pensé muy bien antes de responder, pero en vista de la situación llegué a la conclusión de que fuera lo que fuese que le dijese, una mentira no iba a ayudar en nada, así que tragué saliva, respiré hondo y por primera vez me sinceré con voz temblorosa y alma rota:
-Que él me gusta, Bey, de una forma que me aterroriza.
Su boca se abrió levemente saboreando el veneno que acababa de dispara la mía, el mismo que paralizó su cuerpo impidiéndole responder.
-Yo solo no queria que sufrieras, Bey. Lo siento. No era mi intención llevarlo tan lejos.
Para cuando mostró un mínimo de reacción relajando sus cejas fruncidas, yo ya había roto en llanto.
-Soy una amiga horrible -le dije al suelo.
Me tomé un momento para aclarar mi garganta del nudo de culpabilidad y recuperar la voz. Sequé con la manga las gotas que se habían acumulado en la punta de mi nariz y proseguí intentando no quebrarme.
-Lo entenderé si te marchas, y no voy a detenerte. Estás en todo tu derecho.
No fui capaz de mirarla y comprobar que ella también estaba llorando. Tenía unas ganas incontenibles de abrazarla, al igual que ella a mí, pero el orgullo ganaba, a pesar de que este solo te hace más fuerte, no más feliz.
Miró al techo tratando de contener inútilmente las lagunas negras de sus ojos. Secó los bordes con sus dedos y exhaló.
-Necesito... tiempo para pensar.
Daba igual lo que intentara, ya había tomado la decisión. Yo solo asentí levemente, incapaz de articular palabra. Rendida.
-Bien. ¿Qué harás con el trabajo y la universidad?
-Tengo coche.
-Claro.
Un estridente claxon interrumpió nuestra incómoda y forzada conversación. Bey levantó la vista hacia la ventana para corroborar:
-Es mi padre.
Cerró la cremallera de las dos cargadas maletas de viaje y las levantó sin dificultad. El Sr. Kobayashi ya estaba en la puerta de casa. Seguramente en el interior de su porsche blanco, vestido de chaqueta, comprobando cada treinta segundos cuánto de su valioso tiempo había perdido en su rolex de cero y oro blanco.
-Deja que te ayude -dije cuando pasó por mi lado sin reparar en mí. No quería sentirme más inútil de lo que ya lo hacía.
-No hace falta -replicó, dejándome atrás.
Me lo esperaba.
La seguí hasta la puerta de entrada.
-He dejado en el sobre de la mesa la mitad de mi alquiler.
-Ni siquiera ha terminado el mes, no hace falta que me lo des todavía.
-No se cuanto tiempo va a durar.
-Bey...
-Eso es todo, Asia -me interrumpió-. Cuidate.
Y así la vi marchar, cabizbaja pero orgullosa. Abatiéndome con su crueldad. Dejándome como un pobre perro abandonado. Miserable. Culpable. Vacía. Mi mitad se había desprendido al fin de mí, y el dolor era casi indescriptible.
Volví a la cama y me hice un ovillo empapado en lágrimas. Me martiricé con pensamientos masocas fruto de la culpabilidad. Cómo deseé haber hecho las cosas bien. Cómo deseé no haber coincidido con él aquella noche en el pasillo. Como deseé no haberle conocido. Pero como lo deseaba a él. ¿Cuán sucia era mi alma?
Permanecí allí por más de dos horas, hasta que Nathan apareció para lanzarme el flotador. Quizás demasiado tarde como para evitar que me hundiera, pero a tiempo para que no me ahogara.
-Hola, Nath -respondí al teléfono.-¿Emocionada?
-¿Debería estarlo?
-¿Se te olvida qué día es mañana?
-Dieciseis de Junio.
-¿Y quién nació tal día como mañana hace diecinueve años...?
-Oh, no...
-Oh, sí. ¡Es tu cumpleaños, idiota!
-También lo fue el año pasado. Y el anterior. Y el otro.
-Ugh, debería ser ilegal estar tan amargada. Alegra ese ánimo.
-No estoy de humor, Nath -soné más borde de lo que pretendía.
-¿Problemas en el paraíso?
Problemas en el hades.
-¿Puedes venir a casa?
Hubo un breve silencio hasta que contestó.
-En quince minutos estoy allí.
Fue el tiempo exacto que tardó en sonar el timbre de casa.-¿Qué ha pasado? -preguntó antes de que terminara de abrir la puerta. Se quitó el pañuelo que rodeaba su cuello y lo colgó en el perchero de la entrada.
-Bey se ha ido -dije sin más. Paró su acción en seco y me miró.
-¿Qué quieres decir con que se ha ido?
Avancé hasta el sofa y me senté. Con todo lo que tenía que contarle, me quedaría tan vacía que no podría mantenerme en pie. Él me siguió y se sentó a mi lado.
-Ayer estuve con Aiden. Y no sé qué me pasó, Nath, pero de repente algo dentro de mí se iluminó y no pude volver a verle de la misma manera.
Sentía que se me quebraba la voz, otra vez. Ya me dolían los ojos, que seguramente estaban hinchados y rojos.
-Tranquila... Ven aquí -tiró de mí y me abrazó. Apoyé la cabeza en su pecho y le manché la camiseta blanca de lágrimas. Nathan era delgado -aunque estaba bien tonificado- y no había mucho volumen al que aferrarse, pero era suficiente para sostener mis penas.
-Bey ha descubierto la mentira que le he estado ocultando, y se ha ido. Por mi culpa.
-No es tu culpa, Aish -intentó consolarme.
-Sí lo es... Siento algo por Aiden, Nath. Algo que ni siquiera podría definir... y no quiero.-Sí quieres, pero crees que no debes. Cielo, deja de preocuparte por los demás de una vez y busca tu felicidad -dijo con voz queda-. Aiden te hace feliz. Entonces búscalo a él.
-Él no siente lo mismo por mí.
-¿Y si sí es así?
-No lo es. Yo lo sé.
-¿En que te basas?
No tenía ni idea, simplemente lo sabía. Simplemente creer eso era más fácil.Me aferré un poco mas a él y pregunté aterrrada:
-¿Qué pasa si caigo?
-Oh, cariño, ¿qué pasa si vuelas?
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Un ángel caído por amor
Teen FictionMe leyó el alma a través de los ojos, intentando entender cada uno de mis sentimientos que ni yo comprendía. Me regaló su dulce sonrisa y me acarició la mejilla. Estábamos en un callejón y era de día. La luz del sol que -se suponía- debía bañar las...