Capítulo 4 - Corazón de invierno.

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Hacía ya cinco días que Aiden Miller no aparecía por casa. Cinco días sin noticias sobre su existencia, y de si ésta proseguía. Cinco días en los que la preocupación de Bey comenzó a preocuparme a mí. A penas comía, a penas dormía y a penas yo tenía razones para creer que seguía viva. Se había convertido en un zombie sin vida pegado a un teléfono que nunca sonaría.
Se me subió el ego al demostrar que no estaba equivocada en lo referente a Aiden. Había cumplido su propósito y se había marchado sin dejar rastro evidente -que no fuera emocional- de que había estado allí. Ego que se desvanecía cada vez que los ojos rotos de Bey me miraban con rechazo y me culpaban de aquella situación. "Tú eres la culpable de que no quiera volver aquí." Me reprochaba cuando intentaba hablar con ella y disculparme de algo que estaba segura no tenía nada que ver conmigo. Pero ella se negaba a respirar mi mismo aire. Tanto así, que se marchaba en cuanto coincidíamos en una habitación. Me obligué a dejarlo pasar y no darle más vueltas de las que se merecía. Era una reacción muy infantil por su parte y yo ya tenía problemas más serios como para atender semejantes chiquilladas.

Jackson, por otro lado, seguía tan distante que a veces parecía no estar. Me arrastré una vez más e intenté hacerle ver todo lo que sentía por él y que se diluía en el olvido a cada segundo que pasaba. No atendió a razones, por supuesto. Él también me culpaba de que nuestra relación estuviera al borde del precipicio, y sentía que cuanto más me esforzaba por retenerla, era un paso que la acercaba a la caída letal.

Ese día los chicos habían propuesto ir a tomar algo juntos después del ensayo como recompensa por el duro esfuerzo y el empeño impuesto por todos para lograr un número perfecto. Al principio me negué. El remordimiento no me permitiría pasármelo bien sabiendo que Bey se ahogaba en si misma. La llamé y la invité sin esperanza alguna por que aceptara. Ella también se negó, así que utilicé el chantaje como último recurso: "Si tu no vas, yo tampoco". Aun así me dijo que no. Me di por vencida y colgué sin despedirme. Era la última vez que hacía algo por ella.

Salí cinco minutos antes mientras los chicos se cambiaban. Expulsé en un suspiro la frustración acumulada y bajé las escaleras con precaución mirando al suelo.
Me paralicé un instante y me quedé sin habla al ver a Aiden Miller en la carretera justo enfrente de la entrada. Él estaba allí, apoyado de forma chulesca en el capó de su BMW, con su ancha sudadera negra, su pantalón negro rasgado y sus deportivas de un blanco divino.
A penas pude contener toda la ira que guardaba y las cuatro cosas que quería escupirle a la cara.
En una fracción de segundo ya había acortado la distacia que nos separaba y le hice ver de un golpe en el hombro que estaba justo delante suya al "parecer" no verme.

—¿Qué mierda pasa contigo?
Me miró por encima de sus gafas de sol.
—Puedo preguntar lo mismo.
—¿Crees que puedes desaparecer así?
—¿Me has echado de menos? —Arqueó una de sus cejas y acompañó el gesto con media sonrisa.
—Deja tu maldita arrogancia por una vez y escucharme. ¿Sabes lo jodidamente preocupada que está Bey?
—¿Y ahí es cuando entro yo?
—¿En serio? —dije incrédula.
—Dile que estoy bien y ya está.
—Y crees que es así de fácil.
—Lo que creo es que ella sabía perfectamente qué estaba pasando y qué yo no sentía. No es mi culpa si se ha colado por mi y ahora soy su capricho como si fuera una niñata de instituto.
—No lo entiendes, ¿verdad? ¡No puedes ir por ahí utilizando a la gente! —Las aletas de mi nariz se abrieron. Esa era mi máxima expresión de ira.
—Yo pongo las condiciones y ellas las aceptan. Y eso es exactamente lo que hizo Bey. En ningún momento insinúe que quería algo serio.
—Sin embargo, tus apariciones fueron frecuentes.
—Simplemente repetimos lo que nos daba placer. Ella actúa de la misma manera y no sólo conmigo. Deberías entenderlo si eres testigo de esto habitualmente, pero, claro, qué sabrá una mojigata amargada como tú. —Donrió con superioridad antes de mirar por encima de mi cabeza—. Eh, Violette. —Alzó la voz para llamar la atención de alguien ignorando completamente mi mirada asesina e incrédula.
Una chica de cabello larguísimo y notablemente saludable se quedó en shock justo en el umbral de la puerta. Sus ojos cian se abrieron como platos antes de rasgarse en una sonrisa. Era Violette White, una de mis nuevas alumnas.
—¡Aiden! —gritó conteniendo la emoción y rodeó su cuello en carrera. Él la correspondió cubriendo su espalda y levantándola por los aires.
—¡Mocosa! —Despeinó su perfecta cola de caballo.
—¡Para, idiota! —Le correspondió con un leve puñetazo en el hombro—. No me puedo creer que estés aquí.
—He pasado mucho tiempo sin ti, enana. Ya te necesitaba.

Un ángel caído por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora