Capítulo 15 - Era espectacular.

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Quiero hacer especial mención y dedicarles este capítulo a lilinosa, sweet_sorrou y DAEG155 por su apoyo y paciencia.
Gracias una vez más, chicas. Las lectoras como vosotras son las que hacen que siga en esto.
¡¡Gracias también a todxs lxs que habéis hecho posible llegar a los 3K!! Sois increíbles!


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Me levanté de la arena algo mareada. Era cierto que el alcohol comenzaba a hacer su función, pero más bien se debía a la frase que Aiden acababa de lanzar en modo proyectil justo en mis sentimientos.

"Brindo por ti, Asia Wood, que arrasarás mi vida a tu paso como los huracanes."

Basándonos en datos meteorológicos, ser comparada a un huracán no era precisamente algo bueno. Los huracanes destruyen y crean el caos. Es sinónimo de desgracia.
Me preguntaba si eso era yo para él, un desastre natural aparecido en su vida para ponerlo patas arriba. Si sólo lo estaba destruyendo.

Caminé hasta la orilla, dejándo al mar gélido acariciar mis pies. Me crucé de brazos y respiré hondo.
El cielo comenzaba a aclarecer y los ojos se me llenaron de lágrimas.
Aiden me siguió y me acompañó en silencio. Aún no se había vuelto a mirarme, pero sabía por mis largos suspiros contenidos que esas palabras habían dolido más de lo que hubiera pretendido.

El sol a penas comenzó a asomar la frente por el horizonte cuando Aiden carraspeó.
-No quería decir eso -comenzó-. No en el mal sentido.
El astro rey, perfectamente centrado entre los rocosos acantilados, teñía con sus colores dorados la bóveda celeste, adornada por nubes de apariencia suave y esponjosa, como algodón de azúcar rosado visto a través de las pupilas azules de un niño.
-Lo que quería decir es que... -le tomó unos segundos poder continuar-. Ya sabes como me siento, Asia.
Pero en realidad no lo sabía. Nunca me lo había dicho y yo no me había dado el lujo de suponer. Quería imaginar que sentía algun tipo de atracción hacia mí, pero ¿más de eso? No tenía ni idea. Aún así, aterrada por la posiblidad de que Aiden me dijera que me quería, mi yo ebria deseaba que se callara, que la besara y la hiciera descubrir la infinidad del universo sin moverse de la arena. Pero, también, a mi yo ebria todavía le quedaba algo de racionalidad y solo se quedó callada esperando qué más tenía que decir, y él continuó:
-Es solo que a veces me frustra no entender tus señales mixtas. A veces tengo la sensación de que mis esfuerzos son en bano y te juro que no sé que más hacer. Porque hay momentos en los que parece que te gusto de alguna manera y me miras, y sonríes, y yo sonrío. Pero hay otros en los que me miras con tanto asco que hasta yo me repugno. Ahí es cuando arrasas con mi vida y con todas las creencias que he ido formando sobre mi mismo. Lo has roto todo y has reconstruído algo mejor.

Me estaba costando no girarme y decirle que se callara. Y me dolía porque tenía razón.
Ojalá todo fuera más fácil y pudiera decirle que me había dado cuenta que desde ese instante en adelante quería despertarme cada mañana como amanecimos hacía unos días en su habitación. Pero, tan cobarde, solo contemplé en silencio el baile coordinado y sistemático de las gaviotas e intenté perder en aquella perfecta armonía el sentimiento de congoja que comenzaba a invadirme.
-No me haces ningún mal, Asia. Eres de las pocas cosas buenas que tengo.
Y así terminó, con los ojos clavados en el océano que abandonando el anonimato de la noche, ahora se dejaba ver en toda su extensión, presumiendo sus pigmentos en el sutil balanceo de las olas, como quien sabe que está siendo observado. Y al igual que un gran incendio a lo lejos, el sol anticipaba su total aparición, arrojando al mar dagas de fuego que se reflejaban en mis ojos como una fascinación irresistible.
Espectáculo majestuoso que no dejaba indiferente.

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⏰ Última actualización: Jun 07, 2018 ⏰

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