Capítulo 10 - Miller.

312 21 20
                                    

Aiden me sacó del coche sin a penas esfuerzo. Cerró la puerta de una leve patada y me llevó en brazos hasta la de un portal que no llegué a reconocer. El frío que se colaba por mi fino ropaje y calaba en mis huesos me obligó a aferrarme a su cuello en busca del poco calor que de él emanaba. Mis pies desnudos tocaron las lozas heladas tras subir unas escaleras de hierro y cruzar la puerta marrón que nos cedía el paso a un apartamento pequeño y oscuro. Me paré en seco cuando conseguí que el mundo diera las vueltas un poco más lento.

-Vas a hacerlo, ¿verdad?

No hacía falta ser adivino para saber que mi cuerpo se disponía a evacuar el líquido asquerosamente amargo que inundó mi boca y casi la estancia.

-Ya era hora de que echaras toda esa mierda -dijo asqueado, agarrando mi pelo enmarañado con un puño y mi frente con una mano. Qué poco me había durado el alisado.

Me guió torpemente hasta el pequeño sofá negro donde me tumbé con los pies encogidos para mantener el tsunami de mi estómago a raya. No sé cuantas veces más vomité en toda la noche, pero cuando por fin me desperté a las tres y media de la tarde el alcohol ya había desaparecido de mi cuerpo casi en su totalidad. Sólo quedaron los efectos colaterales de emborracharse: un dolor de cabeza insoportable que me hizo desear que me guillotinaran. Las paredes grises de aquella desconocida habitación estaban completamente desnudas, tan desiertas que se respiraba la melancolía desde cada rincón, tan vacías como la persona que descansaba a mi lado. Su cara estaba neutra, mas tenía un halo irónicamente angelical del cual se me hizo muy difícil no disfrutar. Largas pestañas caían sobre sus mejillas, señalando en dirección a la inminente caída del precipicio de sus finos labios. Su respiración lenta hacía a mi mano moverse en compás con su pecho desnudo. Su piel pálida como el norte mantenía su divinidad aún adornada con lunares salteados en su pecho, abdomen y cuello. Su cuello... tan tentador como prohibido. Él era simplemente hermoso.

Me llevó largo rato decidirme por abandonar su cómodo brazo debajo de mi cabeza. Traté de levantarme sigilosamente para no arruinar aquella obra maestra, pero la resaca me taladró las sienes y no pude hacer más que quedarme allí hasta poder ponerme en pie sin sentir que me explotaba el cerebro. No fue muy inteligente por mi parte decidir matar el tiempo observando sus perfectas facciones sabiendo que en cualquier momento sacaría el as de su manga y volvería a estar un paso por delante. Cosa que no me importó hasta que abrió un ojo y dijo con voz adormecida:

-Deja de mirarme, no soy un espectáculo.

Acto seguido se las arregló para atraparme con sus brazos y esconder su cara en mi cuello. Demasiada proximidad como para evitar que el corazón se me acelerase tanto que creyera estar sufriendo un ataque cardíaco.

-Veo que por la mañana eres incluso más insoportable que de costumbre -bromeé para quitarle importancia a mi nerviosismo.
-Shh... Cállate, deberías tener resaca.

Su aliento en mi cuello consiguió erizarme la piel.

-Creeme, me va a explotar la cabeza...

Y quizás en cualquier momento una arteria.

Emitió un gruñido de aprobación.

-Dios, debo estar preciosa -dije irónicamente. Levantó la cabeza para mirarme un instante con ojos entrecerrados y la dejó caer de nuevo en mi pecho.
-En realidad, ésta es de tus mejores caras.
-Vaya, qué gracioso. No sigas, por favor, o gastaré mi caja de la risa -rodé los ojos y agarré un cojín para golpearle con el brazo que tenía libre. Mi subconsciente me traicionó ordenando a mi mano acariciar su nuca.
-No hagas eso si no quieres provocarme una erección.
-L-Lo siento -retiré la mano a una velocidad sobrehumana. -No ha sido conscientemente.
-Ahora no me dejes a medias. Me controlaré. Bueno, lo intentaré.

Un ángel caído por amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora