Las nueve y media y yo seguía en la biblioteca. El examen del día siguiente había absorbido mi tarde, mi cerebro y casi mi energía vital por completo. Sólo dos personas más, a parte de la siniestra anciana bibliotecaria que parecía salida de alguna clásica película de terror americana, se encontraban en mi misma situación; con montañas de libros y apuntes desordenados, cinco vasos de café o algo que les mantuviera despiertos o vivos, y un dolor de cabeza insoportable. Un cuadro catastrófico producto de la vagancia por no haber estudiado semanas antes. Lo que en mi caso se llamaba baile. El sobreesfuerzo por mantener los ojos abiertos me sirvió como escusa para dejarlo, a pesar de quedarme algunos puntos aún por memorizar, pero confié en mi capacidad intelectual y me consolé pensando que quizás había alguna posibilidad -prácticamente improbable- de aprobar.
Estaba lloviendo cuando salí. Se me había ocurrido la inoportuna idea de no llevar el coche, puesto que la biblioteca pública no estaba a más de quince minutos a pie de mi casa y porque Bey, como siempre, despertó mi buena voluntad por andar, llevar una vida más sana y cuidar el medio ambiente. Maldita la hora. Quedé empapada por la lluvia torrencial cuando hube recorrido medio trayecto sin el paraguas que se me había olvidado en la mesita de la entrada y que probablemente sería el culpable de pillarme un buen resfriado. Corroboraba mi teoría: las buenas acciones eran para ilusos.
En medio de mis maldiciones hacia el mal tiempo, se interpuso entre mi cabeza y el aguacero algo que pareció ser un paraguas. Me giré instantáneamente por la sorpresa, la cual aumentó en el momento en el que descubrí quién era aquel alma caritativa que se había compadecido de mí.—¿Qué haces aquí?
—Fui a esperarte en la biblioteca, pero ya te habías ido cuando llegué.
—Llegas un poco tarde —dije por mi evidente ropa empapada.
—Andas muy rápido cuando estás cabreada.
Él era un completo experto en todo lo que se refería a mi comportamiento.
—Tengo un millón de razones para estarlo —solté como una indirecta que captó a la primera.
—Escucha, Aish... Siento... Siento mi comportamiento estúpido de estos últimos días.
—Semanas —corregí.
—Sí, eso... No hago más que cagarla y siento que te pierdo.
—No estás muy equivocado... —desvié la mirada para deshacerme de sus profundos ojos miel. Quería mantenerme firme, pero aquella situación me consumía como una cerilla. Una parte de mí quería decirle que se fuera, que no quería saber nada más sobre él, que había llegado al límite y todo aquello era una farsa que seguía manteniendo por miedo a hacerle daño.
—Me importas más de lo que he podido demostrarte —su mano en mi mejilla fue suficiente para desvanecerme. Él no se merecía aquello.
—¿Y luego qué, Jack? —sentía que en cualquier momento me derrumbaría.— Yo no... No quiero seguir así.
Puse toda la esperanza en que captara la indirecta y todo lo que no estaba sintiendo.
—No seguirá así.
—¿Y qué piensas hacer al respecto? ¿Controlar tus celos inventados?
—No son celos, Asia —exaló su frustración en una nube blanca de vapor —. Mucho menos inventados. He visto como él te mira. Te quiere, y no hablo de un sentimiento.
Ahí estaba otra vez. Cada vez que conseguía evadir su imagen de mi cabeza, había algo que lo colocaba allí de nuevo. Parecía no haber lugar en el mundo donde Aiden Miller no estuviera a mi alrededor constantemente. No dudaba que me deseara, ni que si por él fuera tendríamos un revolcón de una noche a espaldas de Bey. La parte importante era que él no sentía por mi nada que fuera más allá de la amistad que habíamos entablado casi por obligación y de la que ya no me quería deshacer. Aiden no me quería. Probablemente no quería a nadie que no fuera Violette. Y el sentimiento, esta vez, sí era mutuo.***
Jackson se empeñó en que pasara la noche en su casa tras la reconciliación tan esperada por ambos. Dijo que era demasiado tarde y que él me llevaría a clase al día siguiente si era necesario para poder pasar una noche juntos después de meses. Me hubiese negado de no haber sido por la culpabilidad de recordar a Aiden constantemente, y porque la mitad de mis pertenencias estaban allí, claro. Mi hipocresía y deshonestidad estaban llegando a extremos que a penas yo comprendía. Me sentía miserable por sentir cosas que no planeaba. Quizás eran alucinaciones producto del despecho. Sí, estaba casi segura que era eso.
Jackson se durmió tras unos minutos en los que le dio tiempo a decirme que me quería, tres ñoñerías, y las buenas noches con más extra de azúcar y arcoiris que me habían dado jamás. Demasiado meloso para mi gusto, por no decir casi vomitivo. Había veces en las que podía llegar a tal punto de cansarme. Jackson era un buen tío: guapo, atractivo, musculoso, cariñoso... Y un sin fin de adjetivos más que lo pintarían de santo. Pero muy en el fondo, y aunque yo no quisiera aceptarlo, había dejado de interesarme hacía ya mucho tiempo. Desde exactamente aquel día en la pizzería. Él era muy simple, fácil de entender y de manipular. Con sueños típicos y metas comunes. Monótono. No había nada que descubrir cuando se trataba de él.
Mi móvil vibró sacándome de mis pensamientos. Lo cogí rápidamente suponiendo que era Bey preocupándose por mi desaparición repentina. "Ironface" estaba escrito en el margen superior de la pantalla. No había persona más oportuna que él.
"Dnd t hs mtido?"
"N la biblio."
"No sbía q abrieran hsta tn trde."
"Ya n stoy allí."
"Y dnd stas?"
"Q ms t da?"
¿A qué venía tanto interés repentino?
"S muy trde, Asia."
"No t preocupes, tngo dnd pasar l noche."
"Dnd?"
"Stoy cn Jack."
"Ahahahahahahaha"
"Q?"
"Nada q objetar."
Pero era evidente qué estaba pensando. Ya podía imaginármelo diciendo: te creía más inteligente, no te pega. Imbécil...
"Venga, va, dilo."
"Ese cabeza hueca t ha engatusado d nuevo?"
"No empieces..."
"Ya sbré l xq d tu cara radiante cndo t vea mñn."
"Seguro q stas n mi misma situación."
*Ironface te ha enviado una imagen*
"Yo creo q no."
"Q haces n mi cama??!!"
"Ya q no stas aqi..."
"Aiden Miller, NI SE TE OCURRA HUSMEAR EN MIS COSAS!"
*Ironface te ha enviado una imagen*
"Bonita lencería."
"AIDEN! T mataré, lo juro!"
"No t pongas así o l polvo no t habrá servido d nada."
"Ers un idiota!"
"Si, si... Algo q no m hayas dicho ya? Ahahahahaha"
"No s gracioso."
"Asia, alguna vz t he dicho q hueles jodidamente bien? Stoy seguro d q l olor d tus sábanas se asemeja al dl cielo. Dios, creo q m ha provocado una erección."
Aunque parezca tonto, asqueroso e inmaduro, de alguna manera me hizo gracia su comentario, y no pude evitar sonreír inconscientemente al añadirle el cumplido que acababa de hacerme. Eso significaba que él también tenía en cuenta esos pequeños detalles.
"X favor, intenta no dejarme la cama perdida si decides calmar tus deseos."
"No t vas a dr cuenta d tdos modos."
"Tú slo procura q Bey no t descubra allí. Se levanta muy temprano para ir a l uni."
"Eso no va a psar. M iré ants d q amanezca."
"Vas a salvar l mndo?"
"Tdo l contrario, voy a destruirlo."
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Un ángel caído por amor
Roman pour AdolescentsMe leyó el alma a través de los ojos, intentando entender cada uno de mis sentimientos que ni yo comprendía. Me regaló su dulce sonrisa y me acarició la mejilla. Estábamos en un callejón y era de día. La luz del sol que -se suponía- debía bañar las...