Jamás hubiese pensado que perder a Jackson me dolería tanto. Sólo las lágrimas que intentaba contener torpemente en los ojos me mantenían dentro de aquella realidad insoportable. A penas podía aún asimilarlo. Estaba plantada en los aparcamientos, justo delante del hueco que su coche acababa de dejar libre. Vaya un cobarde. Rompía corazones y se marchaba de la escena del crimen que lo inculparía. No sabía qué tocaba hacer a continuación, a pesar de que mi cuerpo me rogaba que me fuera a casa; que llorara; que gritara; que dejara de hacerme la fuerte y por una vez no pensara que hundirse era mostrar debilidad, porque a veces está bien estar mal. Pero no era lo que estaba dispuesta a hacer allí donde la gente podía ser testigo de ello. Allí donde Aiden podía darse cuenta del papel tan importante que estaba jugando en mi vida -"bueno" o malo-, y que no permitiría que durase mucho más tiempo. Obedecí a mis necesidades y puse dirección a casa sin avisar a nadie. Sólo envié un mensaje tranquilizador a Bey explicando mi paradero cuando estuve lo suficientemente lejos de su alcance. La calle estaba tan vacía como mi alma. Sólo las farolas iluminaban tenuemente el camino solitario y tenebroso que me quedaba por recorrer. Que peligrara mi vida era lo que menos me preocupaba en ese momento. Las repeticiones constantes de las palabras de Jackson en mi cabeza me aturdieron tanto que se me pasó la idea imposible de que podría, en cierto modo, tener razón. Lo cual era estúpido teniendo en cuenta que desde ese momento Aiden había vuelto a ser el mismo desconocido que me asustó una vez en el pasillo de mi casa y que sólo pasaba por ella para acostarse con Bey. Al menos eso era lo que me repetía cada vez que se me escapaba una sonrisa pensando en el idiota de los brazos tatuados. El sonido de un claxon hizo parar mi masoquismo interno. No me molesté en mirar de quién se trataba. Daba por hecho que sería algún baboso o un grupo de machitos presumidos que no tenían nada mejor que hacer. Pero no pude seguir ignorándolo cuando el coche blanco se paró en el cruce que estaba a punto de pasar. Mierda. La ventanilla bajó lentamente hasta descubrir al volante un rostro femenino lejanamente familiar.
—Hola, guapa. ¿Te acuerdas de mí? —bastó su sexy tono de voz para reconocerla.
—La camarera de la penúltima, ¿no? —sonreí con timidez. Ella hizo lo mismo al descubrir que no la había olvidado.
—Llámame Chloe.
—Yo soy Asia —dije cuando me percaté de que se nos habían olvidado las presentaciones.
—Bueno, Asia, ¿A dónde vas tan sola, tan tarde y tan...? —el escáner que hizo a mi cuerpo la dejó sin habla.
—A casa —sonreí apretando mis labios.
—Nosotros vamos de fiesta. Sobra un asiento. ¿Por qué no te vienes?
—Bueno, no se...
—Vamos, es un sábado por la noche. ¿Vas a quedarte en casa mientras todo el mundo lo pasa bien? Somos gente de fiar, lo juro —levantó su mano izquierda.
—Precisamente eso dice la gente que no lo es —bromeé.
—¿Entonces qué, abuelita, vienes?Sabía que subirme a ese coche con gente a la que desconocía era una completa locura. Sabía que si Bey se enteraba se enfadaría por mi imprudencia y que si llegaba a oídos de Jackson tendría discusión para lo que quedaba de mes. Pero él ya no formaba parte de mi vida y saber que eso podría molestarle, fomentó en mi cuerpo la adrenalina. Asia Wood había vuelto a ser libre e iba a probar cada pequeño bocado de la dulce soltería.
Me subí en la parte trasera. Había un chico y dos chicas con los que acabé congeniando bastante bien cuando ya habían pasado un par de copas por nuestro sistema. Se me olvidaron los problemas gracias al alcohol y al elevado volumen de la música que no me dejaba pensar con claridad. Y de un momento a otro me convertí en mi persona ebria que siempre acababa por dar un espectáculo. Chloe no desaprovechó la situación. Cualquier momento de distracción le era útil para acercarse a mí y restregar su trasero enorme contra cualquier parte de mi cuerpo. No se movía del todo mal, sin embargo, parecía más una striper que una bailarina profesional. Comenzaba a ser cansado el que intentara por todos los medios llegar hasta mi boca sin siquiera darme la opción de negarme. Pero entendía que ella ya había bebido tanto como yo y sólo actuaba a impulsos. Se acercó a mi oreja y pego sus labios a ella.
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Un ángel caído por amor
Ficção AdolescenteMe leyó el alma a través de los ojos, intentando entender cada uno de mis sentimientos que ni yo comprendía. Me regaló su dulce sonrisa y me acarició la mejilla. Estábamos en un callejón y era de día. La luz del sol que -se suponía- debía bañar las...