Nathan insistió en quedarse aquella noche. No quería dejarme sola porque me conocía tan bien como para saber que a pesar de que le repitiera una y otra vez que estaba bien, me pasaría la noche martirizandome con la culpabilidad.
A persistente no podía ganarme, así que solo se fue tarde.
Su compañía me había sido de mucha ayuda, y sus consejos, para acabar aceptando lo inevitable.
Me gustaba Aiden Miller.
En realidad, llegué incluso a sentirme bien por el hecho de que no tendría que volver a esconderlo, al menos no a mí misma.
Después de eso volví a estar sola no sé cuántas infinitas horas. Puede que una... dos...
A las tres me salvó una llamada.
-¿Te he despertado? -pronunció con voz queda.
Lo imaginé a mi lado, susurrando en mitad de la noche por haberse movido más de la cuenta.
Me sentí estúpida.
-No... Estaba despierta. ¿Qué pasa?
-Coge una manta y asómate a la ventana.
-Estas de coña...
Dudé un momento si hacerlo o no. Aiden era el típico payaso en cuanto a bromas de ese tipo se trataba. Pero también estaba lo suficientemente pirado como para que fuera real.
Me levanté de la cama y me envolví en la bata colgada en la silla del escritorio antes de salir a la ventana.
No jodas, Aiden.
-Buenas, Julieta -dijo con el movil pegado en la oreja y una sonrisa despampanante.
Sonreí a su dulce locura.
-Romeo, ¿qué te trae hasta mi ventana? -seguí su juego.
-El noctambulismo... y una proposición -colgó y guardó su móvil en el bolsillo.
Abrió la puerta trasera de su coche y sacó una caja enorme cuadrada. Se arrodilló y la abrió, dejando a la vista una apetitosa pizza de barbacoa.
-Asia Wood, ¿quieres escaparte conmigo y comer pizza hasta que el colesterol nos separe?
Tuve que reír a carcajadas.
Se había superado.
-¿A las tres y media de la madrugada?
-Hora punta para reflexiones.
Me quedé en silencio un momento, barajando los pros y contras de salir de madrugada a la aventura con alguien tan imprudente como Aiden Miller.
Pros:
-Tendría más tiempo a solas para estar con él.
-Dejaría de pensar en Bey.
-Comería pizza.
Contras:
-(...)
Ninguno.
-Vamos, si me rechazas me provocarás un trauma y jamás podré invitar a salir a ninguna otra chica por el resto de mis días -se quejó impaciente, con el cuello totalmente doblado hacia atrás.
Mirar tanto tiempo a un tercero tenía que doler.-¿Quieres decir que es una cita?
Lo pregunté para seguir la broma, aunque no tan en el fondo quería que dijera que sí.
-Bueno, más bien es tu regalo de cumpleaños, pero yo no desecho posibilidades -guiñó con picardía.
Me pregunté cómo había podido llegar a sus oídos que tal dia como aquel a las 03:55 a.m del año 1998 nací yo. Pero rapidamente até cabos de Jackson a Violette, y de Violette a Aiden.
No fui consciente hasta entonces que en quince minutos era oficialmente el momento exacto en el que me enviaron a este desastrado mundo.
-Espérame dos minutos -señalé el número con mis dedos y me adentré en mi oscura habitacón.
-¿Eso es un sí? -preguntó esperanzado.
-Es un "sí quiero".
Tuve que elevar la voz para que pudiera oírme desde dentro. Aunque no podía verle, y lo hizo en voz baja, el silencio sepulcral de la noche me petmitió oír cómo lo celebraba. Sonreí mientras negaba con la cabeza. Había veces en las que podía ser realmente adorable.
Me puse una sudadera naranja y unos leggins negros, más mis deportivas blancas. Con una toalla húmeda limpié un poco cualquier legaña que pudiera haber y me lavé los dientes a la velocidad del rayo. No es que pensara en besarle, ni nada de eso, es que no quería espantarlo con mi aliento nocturno. Ni siquiera me molesté en peinar el moño medio deshecho que llevaba. Esos rizos no se veían tan mal.Ya estaba dentro del coche cuando salí, mirando algo en su móvil.
-Cinco minutos y veintisiete segundos -volvió la pantalla hacia mí-. Cronometrado.
-Es mi cumpleaños, dame un poco de tregua -dije apresurándome a subirme y cerrar la puerta. Hacía un poco de frío para estar tan cerca del solsticio de verano.
El olor a pizza me envolvió en el dulce aroma de las calorías. Mi estómago lo percibió al instante y rugió exigiendo su porción.
-Dios, me muero de hambre...
-Vas a esperar hasta que lleguemos a nuestro destino.
-Bromeas, ¿verdad? Vamos, es una tortura. ¿Ni siquiera por ser mi cumple? -intenté una cara adorable.
-No hagas eso, es espeluznante.
Como era de esperar, no funcionó. Rodé los ojos y me acomodé en el asiento del copiloto subiendo mis pies en calcetines al sillón.
Puso en marcha el motor.
-¿A dónde me llevas?
-A un lugar secreto.
-Hoy estás contento.
ESTÁS LEYENDO
Un ángel caído por amor
Novela JuvenilMe leyó el alma a través de los ojos, intentando entender cada uno de mis sentimientos que ni yo comprendía. Me regaló su dulce sonrisa y me acarició la mejilla. Estábamos en un callejón y era de día. La luz del sol que -se suponía- debía bañar las...