28. Confesiones

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Otras dedicaciones.

mayeberce

HelloiamAshley

hiyarisduque

sakuserepotter

Max se separó rápidamente. Ninguno de los dos pudo decir una palabra.Quería desaparecer, o salir corriendo. La señora Margaret tendría una mala impresión de mí.

—Mamá... No es lo que piensa —Maxwell fue el primero en hablar. Por mi parte enmudecí.

Ella volvió en sí, sonriente entró a la habitación, dejó las cosas sobre la cama. Se mostró como si nada hubiese pasado. Lo que me hizo sentir más avergonzada de lo que ya estaba.

—¿De qué hablas? Yo sólo vi un beso. Bueno, es todo. Iré abajo.

Quise decir algo, pero me fue imposible, la señora Margaret desapareció del dormitorio. Maxwell se sentó sobre su cama, observando las galletas que estaban sobre la charola.
Nunca me sentí tan torpe como en este instante. No encontraba palabras correctas que decirle.

—Creo que fue demasiado raro para ella —comentó—. Nunca me vio en esta situación, hasta el día de hoy. Por su cabeza podían estar pasando miles de cosas.
Quizás podría estar pensando que era una aprovechada, que quería pervertir a su hijo inocente. Que sólo me disfracé de una chica buena para ganarme su confianza y hacer las cosas más fáciles. Las madres siempre pensaban así.

—Lo mejor que puedo hacer es ir a decirle que mal interpretó todo —dije, dispuesta a salir.

—No hace falta. Ella me tocará el tema más tarde. Conozco perfectamente. Por el momento nos evadirá porque necesita pensar.

Tomé una galleta y la comí. Siempre que me agobiaba, comía. No era la solución, pero podía controlarme.

—Terminaré la tarea, después podremos ir al comer, si gustas. Tengo dinero de mi mesada.

Asentí.

Max estaría a mi lado, tendría comida gratis ¿qué más podría pedir?

 Media hora después salimos hacia IHOP, un restaurante de comida rápida, en el que Seth trabajó antes de que lo echaran.
Elegimos una mesa del rincón. Era más cómodo conversar sin tener a personas detrás de nosotros o al lado. Mientras esperábamos nuestros pedidos, Maxwell sacó su móvil —el cual estuvo mirando un par de minutos—, después lo guardó.

—¿Hay alguien que te molesta? Porque sí es así, tendré que hablar con esa persona para que deje de hacerlo.

—¿De qué hablas?

—Hace una semana vi una publicación tuya en Facebook. El punto es que encontré comentarios de un tal Jared. Ese chico no parecía respetarte. ¿Te acosa?

¡Por supuesto que no! Esas conversaciones no eran serías, era un juego. Estaba más que claro que todo lo que decía eran mentiras. Podía diferenciar cuando una persona hablaba en serio o bromeaba.

—Todo lo que viste es broma. Jared es un hombre muy educado, sólo estaba jugando.

—¿De dónde lo conoces? —cruzó los brazos.

—Es hijo del jefe de mi padre. Lo vi en un par de ocasiones porque mi papá ha coincidido con el padre de él.

Max reflejaba seriedad. Caí en cuenta que esto era una charla sin una gota de broma.

Pequeña mentira Donde viven las historias. Descúbrelo ahora