23. La curiosidad mató al gato

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Capítulo 23: La curiosidad mató al gato.


— ¡Feliz navidad! —Nuestras copas chocaron. Le di un sorbo a la copa de champán.

 Esa noche celebré con mi familia, olvidando la tristeza por un rato. Y es que no habían pasado ni tres días, ya lo extrañaba. Detestaba estar molesta con él, pero tampoco se me olvidaba lo sucedido. Llegué al punto en que no aguantaba más. Ahora Gina no estaba, ya no estaría aquí, pero se fue sonriente, de eso no quedaba duda. Podía apostar mi cochinito a que ella se fue feliz; logró su plan. Lo más probable es que Max ya hubiese llegado a Tennessee. No recibí llamadas ni mensajes de su parte. No insistió. Eso me demostraba cuanto "aprecio" me tenía.

— ¿Ya no son novios? Derek me dijo que Maxwell llegó hace dos días. No ha venido a verte —me miró, esperando una respuesta ante sus palabras.

—Hemos tenido un pequeño problema. Por lo que veo, ahora tienes cercanía con Derek.

Una risa escandalosa de Eun Bi se oyó por toda la sala.

—Me considera su amiga ¿qué esperabas?

Ambas reímos.


 Pasaron tres días más, todo seguía como antes. Nada cambiaba. El teléfono nunca sonó, no oí la voz de Maxwell pidiendo una disculpa, mucho menos lo vi poner un pie en mi casa. Al parecer le daba igual si estaba molesta, parecía no darle importancia.

  Pasé la tarde viendo televisión con mis padres y Eun Bi. Fue nuestra tarde familiar. Papá aprovechó su día libre para disfrutarlo con nosotras. El móvil que dejé sobre la pequeña mesita frente al sofá, vibró. Por un momento pensé que era Maxwell. La idea me hizo sentir emoción, pero mi esperanza se vino abajo cuando vi el nombre de la persona que me llamaba.

—Hola, Derek —intenté sonar entusiasmada.

—¿Cómo has estado? Oí que tuviste una discusión con Max.

—Veo que los chismes corren rápido —reí. No fue una risa forzada, realmente reí al pensar que Eun Bi le contó. Ahora eran grandes amigos.

—Si te he llamado es porque tengo algo que decirte. Ayer fui a la casa de Maxwell. Lo noté muy diferente, él no suele ser así. Estaba deprimido. Su perro está enfermo. Si te lo he dicho es porque tal vez te gustaría saberlo, y quizá... tú podrías animarlo. No es lo aprecie, sino que no me gusta molestarlo en ese estado. Mis comentarios no le importan, es como si estuviera en otro mundo. ¿Irás a verlo?

  ¿Baxter enfermo? No podía imaginar cómo se sentía Max. Estaba muy molesta con él, pero ese perro se convirtió en alguien que quería. Si algo malo le pasaba. ¡No, eso no!

  Fue difícil convencer a mi padre para que me diese permiso ir a la casa de Max. Seguía tan molesto por lo sucedido. Gracias a la intervención de mi madre pude lograr convencerlo.

Salí a toda prisa que olvidé arreglarme. Un short desgastado, una blusa en el mismo estado que el short y sandalias, no era el atuendo correcto para salir. El maquillaje no era mi gran amigo, pero solía utilizar lo básico. Labial y rímel. En ese momento llevaba cero maquillaje.

«Vaya chica»

   En el momento que me paré frente a su puerta, respiré profundo, me armé de valor y toqué su puerta. En el momento que la puerta se abrió pude ver unos ojos cafés. Una sonrisa se le dibujó en el rostro.

—Gwen, cariño. Pasa. Es una sorpresa verte.

—Vine a ver a Max. Derek me dijo que Baxter está enfermo —hice un recorrido con la mirada, buscándolo. El kelpie australiano no se encontraba por ningún lado. Mi cuerpo se tensó al imaginar el motivo de su ausencia.

Pequeña mentira Donde viven las historias. Descúbrelo ahora