¿Quieres jugar? 1.2

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Narra Alana.

Tengo escalofríos por todo mi cuerpo, las grietas en esta pared no son por mi, una vez mas vivo un silencio voraz.

Laia se ha olvidado de mi, es mi oportunidad.
Arremetí con todas mis fuerzas sin importarme el dolor del ácido humo quemando mi muñecas y tobillos, incluso si los perdia al menos lo habria intentado. Estiraba mis extremidades, retorcia mi cuerpo con fuerza.

Segui golpeando esas cadenas fantasmales con todo hasta que sentí un mareo, mis ojos comenzaron a ver borroso, al siguiente instante ya me habia safado de aquellas siniestras armas de esclavitud.

El color negro se extendia infinitamente y parecia no tener composición fisica, incluso el suelo donde mis pies caminaban estaba inmerso en agua que me mojaba solo la planta de mis pies, el fondo de ese suelo era indecifrable, el largo de mi alma compartida tambien era inquietante.

Aún no podia creer lo que sucedia, hace poco tiempo yo vivia una vida normal llena de una felicidad inestable pero segura, y ahora, sin amiga, sin Drake, sin Berzarius, sin mis padres.. si es que los puedo llamar asi.
Queria desahogarme, jamás encontraria mi camino de regreso, yo jamas existí, ¿porque habria de tener un camino?

-¿¡Porque me creaste Laia!? ¡No era mejor destruirme! ¡Que sentido tengo! -estaba gritando airada pero a medida que las palabras salian, mi voz se quebraba.
-¡Solo soy una mentira! Una ilusión! Fui tu.. tu embase. ¿Un estúpido proyecto fallido? ¿No podias ser menos cruel? -llore.
-Jessie.. me quitaste a mi mejor amiga y la lastimaste. A la única persona que siempre estuvo ahi para mi.. Drake... tú y él.. ¡ustedes me usaron! Él sabia la verdad y aún asi jugo con mis sentimientos.. lo odio.. -estaba sollozando como nunca lo habia hecho antes.
-¡Quiero desaparecer! ¡Al menos dejame hacer eso! -gemí, pase mi manga donde las lagrimas estaban. Mi voz se acalló: - No me mantengas en esta fría y húmeda prisión de lamentos. Mis recuerdos.. dejalos ser reales al menos para mi.. no me recuerdes la verdad en cada ocasión que tengas. Solo dejame morir. ¡Maldita sea te odio! -fui interrumpida por una luz que salia directamente de mis ojos.

Me observe en el agua del suelo con la esperanza de que me dejara ver que era esa luz roja.

Para mi sorpresa pude ver con claridad dentro del agua negra y espesa.. dentro habian miles de imagenes de personas muertas, niños llorando junto a los cuerpos de sus hermanos y madres.. padres corriendo con bebes en manos... pude ver mi reflejo, la luz salia de mis ojos que irradiaban un color rojo brillante casi como un rubí iluminado al sol. Ante mi impresión mis brazos y piernas temblaron..

Una puerta gigante, oscura y tenebrosa se aparecio ante mis ojos. Tenia vigas inmensas de madera negra y solamente lo que daba luz a su magnificencia oscura, eran dos diamantes en sus perillas.

Guiada por mi instinto me introduje en el abismo detras de la puerta.

Dentro de ella la oscuridad parecia más tenebrosa y pequeñas punzadas de dolor tocaban mis entrañas, no era un dolor físico sino uno más bien emocional.
Camine sin rumbo en la oscuridad recibiendo luz de mis ojos unicamente. Luego de algunas horas de buscar algo que ni siquiera sabia que era, encontre una luz, provenia de una habitación.. abri la puerta y una pequeña niña de ojos lilas corrio a mi lado y me abrazo.

¿Quien era esa niña?

Se parece a mi, tiene unos grandes y brillantes ojos de un color no muy común, su piel es pálida como la mia, su cabello negro es liso y le llega a la cintura, ella podria tener unos 6 años talvez. Es tan pequeñas y tierna.
-¡Laia! ¡Volviste! ¡Hace mucho tiempo que no vienes a verme! ¡Pense que me odiabas! -solto lagrimas de felicidad y me abrazo la cintura con fuerza.
- ¿Como podria odiarte? -las palabras salieron solas y yo me dedique a acariciar gentilmente su cabello. Era sedoso, largo y brillante, recogido en una coleta.
Luego de un rato dejo de llorar y tomo mi mano para guiarme más adentro en su habitación.
Estaba perdiendo el conocimiento pero seguia despierta, era como si robaran mi mente dejando solo mi cuerpo en ese espacio.
Llegamos a una habitación oscura, una cama matrimonial que estaba en el centro. Era grande, sus extensiones y soportes eran de metal, estaba bien acolchada y una tela delgada salia desde la punta donde se unian todos los soportes en la cúspide. Alrededor no habia nada más, las paredes eran de un gris enfermizo y el suelo como el agua sin fondo en la oscuridad. Se recosto en ella y palmeo el lugar sobrante en la cama para que yo llegara a su lado. Me sumi en la suavidad y ella me pidio que le contara una historia:

Irizel: el hilo de la vida. (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora